Bronquiolitis


Es una infección que afecta de forma más frecuente a los niños menores de dos años, y se caracteriza por generar reacción inflamatoria en los conductos respiratorios más pequeños localizados en los pulmones, conocidos como bronquiolos.
Estos bronquiolos, son la parte más alejada del sistema de conducción del aire al interior de los pulmones, y son continuación de otro sistema tubular de transporte de aire que son los bronquios, que difieren por tamaño y existencia de un cartílago y músculo; que en su contracción, genera disminución del calibre de los bronquios.
El interior de estos tubos (bronquiolos) es parecido al grosor de un cabello, y cuando se desarrolla una inflamación (bronquiolitis) en su interior, se entiende que su mucosa interna al hincharse causa disminución mayor del calibre generando luego una dificultad al paso del aire, en particular durante su expulsión.
Esta enfermedad, afecta por lo general a niños menores de dos años de edad, con una incidencia mayor entre los tres y seis meses de vida. La causa más frecuente es el virus sincitial respiratorio al que la mayoría de los bebés en el primer año de su vida quedan expuestos a desarrollarlo, con la diferencia que la mayoría solo causa alteraciones en las vías respiratorias superiores, como un catarro común, y en otros les desarrolla infección además en los bronquiolos.
La enfermedad se presenta durante el transcurso del año, con mayor frecuencia en la temporada final de otoño y en invierno. Se contagia al contacto con las secreciones de una persona o niño enfermo con los virus, al momento de estar cercano a sus accesos de tos, estornudos, llanto o plática, y con objetos contaminados con sus secreciones.
Existen algunos factores de riesgo que pueden participar para el desarrollo de la enfermedad y entre los más señalados, se establecen: la exposición a hunos de cigarro, falta de lactancia materna, edad menor de seis meses, contar con antecedente de haber nacido en forma prematura y vivir en condiciones de hacinamiento.
La asistencia a guarderías es otro factor de riesgo que se puede considerar como adicional, ante la posibilidad de exponerse al germen causal por deficiencias de cuidados higiénicos. Otros adicionales son también que el niño sufra de enfermedades pulmonares o cardiacas de forma crónica; o bien, que su sistema inmunológico (defensas) se encuentre afectado de forma congénita o por otras enfermedades o como efectos de algunos medicamentos.
Se consideran de riesgo particular, aquellos que han padecido manifestaciones alérgicas en la piel o de la nariz, y tienen antecedentes familiares de asma, ya que ellos podrán ser influidos por la recurrencia de esta enfermedad, a desarrollar asma en su vida futura. Por esta razón, se justifica a los niños con familiares asmáticos y reacciones alérgicas iniciales, tomar las medidas preventivas necesarias (guarderías, lactancia materna, humos de cigarro y hacinamiento) para evitar la recurrencia de cuadros de bronquiolitis, con la finalidad de disminuir las posibilidades de desarrollar asma en el futuro.
La forma como se desarrolla el cuadro en el inicio, es muy parecidos a los de un catarro común, y así el niño empezará a manifestar: escurrimiento y congestión nasal, tos leve, variaciones de la temperatura y cambios en su tranquilidad habitual. Estas manifestaciones pueden durar de dos a tres días y a continuación (tercer o cuarto día), se presenta un empeoramiento de las condiciones respiratorias, a base de incremento en la frecuencia respiratoria, asociado con datos de dificultad para poder respirar, incremento de los accesos de tos y de forma característica, “hervor de pecho” (como si vibrara en cada respiración), acompañado de silbidos en especial al momento de sacar el aire.
La dificultad respiratoria puede ser señalada con presencia de respiraciones rápidas y superficiales, hundimiento de tejidos corporales en especial en el cuello, costillas y abdomen con los movimientos respiratorios, aleteo de las fosas nasales, quejido ocasional primero y luego constante.
Por la enfermedad con afección generalizada, se podrá notar en el niño falta de apetito, presencia de vómitos posteriores a los accesos de tos.
La enfermedad en la medida que progresa en su evolución, podrá dar origen a otras complicaciones respiratorias, y en los casos graves los pacientes pueden empeorarse con rapidez, y así debido al esfuerzo realizado en la musculatura respiratoria, se puede presentar fatiga secundaria; luego, tener disponibilidad de una menor cantidad de aire en los pulmones, y como manifestaciones de la falta de oxígeno (y falla respiratoria) se hacen evidentes: incremento de la frecuencia cardíaca, alteración de su comportamiento con tendencia a mostrarse fatigado o con somnolencia extrema, cambios en la coloración de la piel que ahora se notará de aspecto pálida; y de mayor gravedad, con aspecto de mármol con coloración azulada alrededor de la boquita y debajo de sus uñas. Las manifestaciones de irritabilidad, llanto constante y falta de sueño son eventos que pueden presentarse también, pero relacionados con la dificultad para la eliminación de un gas respiratorio de desecho (bióxido de carbono), que se podrá empezar a acumular.
La mayoría de los casos de bronquiolitis son leves, quedan reducidos en sus manifestaciones a expresar un cuadro gripal, seguido de silbidos ocasionales o “hervor” leve sin datos de dificultad respiratoria. En su tratamiento solo podrán necesitar de controlar la temperatura y ofrecer sus alimentos con mucho cuidado. Los antibióticos no tienen justificación al tener como agente causal a un virus y no alguna bacteria.
Los bebés que manifiestan problemas para respirar, o tienen aspecto de estar afectados en su estado general, o con datos de deshidratación, deben ser evaluados por atención médica ambulatoria. Solo cuando se noten con datos de dificultad respiratoria y mal estado general evidente, deberán ser valorados a nivel hospitalario, para su tratamiento correspondiente que puede ameritar vigilancia por 24 a 48 horas; o bien, internamiento hospitalario de cinco a siete días, con tratamiento básico de oxígeno e hidratación suficiente. El empleo de medicamentos en nebulización solo se aplica para casos en donde se sospeche de relación asmática por antecedentes.
De forma natural -independiente del tipo de tratamiento-, la enfermedad tiene una duración aproximada de diez a doce días, y en proporción a la gravedad del cuadro, algunos niños podrán seguir tosiendo durante algunas semanas adicionales. Se recuerda que el cuadro tiene su etapa más crítica entre el tercer o cuarto día de evolución, y quien supera estos días sin manifestaciones significativas tendrá un mejor pronóstico.
Es muy importante señalar que la forma de prevenir esta enfermedad, requiere solo de medidas higiénicas adecuadas y entre ellas, el lavarse las manos en forma frecuente es de las más significativas. El contacto con objetos contaminados o niños enfermos puede llevar los virus de forma directa al contagio con el susceptible, y el personal o familiares relacionados con los cuidados del niño, deberán realizar este hábito con mayor interés. Otra medida es evitar exponer a los niños en ambientes públicos donde pueda respirar el germen, y ante esas condiciones, deberá de contar con una protección de barrera como pudiera ser el empleo e intercambio frecuente (cada 30 minutos a dos horas) de cubre bocas. Finalmente insistir en evitar la exposición a la inhalación del humo de tabaco.
No hay vacuna especial para esta enfermedad, solo existe un preparado formado con anticuerpos específicos contra el virus de esta enfermedad, que se inyecta mensualmente en pacientes con riesgo elevado, para evitar su mortalidad.
Se recomienda buscar la atención médica, cuando se note en el niño incremento de la frecuencia respiratoria, apetito disminuido, fiebre muy alta, alteraciones de su reactividad, tos que empeora y/o dificultad respiratoria.  

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