Hábitos de alimentación (parte 2)


Para dar continuidad a lo expuesto en la primera parte, seguiremos mencionando otras alteraciones en la alimentación de los niños que pueden influir en sus condiciones nutricionales.
Preferencias alimentarias. Su definición a diferencia de lo que se llega a creer, tiene sus orígenes desde el tiempo del embarazo, ya que está demostrado que de los alimentos ingeridos por la madre, sus sabores particulares son establecidos por moléculas muy específicas, que se encuentran presentes y diluidas en el líquido que rodea al bebé, y es el que traga desde esta temprana edad a su sistema digestivo. Posteriormente durante la época de la lactancia, a través de la leche materna, también se filtran estas moléculas de los alimentos ingeridos por la madre hacia el niño y de nueva cuenta hay oportunidad que el niño reciba estos sabores mezclados con la leche. De ahí que durante el embarazo y la lactancia, no deberá haber restricción de alimentos, ya que de los sabores que el niño no disfrute durante esos periodos podrá haber poca atracción cuando el niño se alimente por su propia iniciativa en edades mayores.
Como comentario adicional se puede señalar que cuando un niño muestre adversidad a un tipo de alimento, la sugerencia es mezclar con alguno de su preferencia o bien agregar condimento de su agrado. No se vale obligar a un niño a comer la lechuga sola, si quizás le atraiga mejor con un poco de limón, vinagre, aceite, jugo de tomate. Se debe evitar siempre hasta donde sea posible, no agregar como condimentos sustancias de alto contenido azucarado para no causar su acumulación en forma de grasa en su cuerpo, a excepción que el estado nutricional del niño, requiera recuperación por desnutrición.
Ambiente emocional de comidas. Es altamente recomendable que la alimentación se realice en el horario familiar, y de preferencia bajo un ambiente emocional estable. Tomar en cuenta que los regaños y la ingesta forzada, se vuelven estímulos negativos que harán considerar al niño, el momento de la alimentación como un momento de posibles regaños, castigos o culpas.
Desde edades tempranas el niño empezará por imitar el acto de la alimentación al ver el comportamiento de los familiares y con ello, no se estará forzando a la ingesta de sus alimentos. Durante la alimentación, se procurará establecer un ambiente de armonía emocional para disfrutar de los alimentos y restablecer las energías necesarias para la continuidad de las actividades. Es preferible que en ese momento no se establezcan reclamos, obligaciones, culpas o situaciones que puedan generar intranquilidad. Se puede aprovechar para hacer comentarios sobre actividades de cada miembro familiar en sus labores previas a la comida, y también de proponer algunas soluciones para situaciones conflictivas más que complicar los problemas planteados en ese momento. Se aprovechará también para enseñar al niño a participar respetando el momento de hacerlo y se le dará también la oportunidad de poder ser oído, cuidando siempre de hablar sin que se tenga alimentos en la boca por educación y riesgo de ahogamiento.
Orden de los alimentos. Cuando el niño se sienta a la mesa, recordar que lo hace en un ambiente familiar que busca la mejoría en su estado nutricional, y por ello, se deberá de evitar de tratarlo como si fuera un asistente a un restaurante donde se sirve la comida con un riguroso orden. Es muy probable que con esta actitud, el niño se encuentre lleno de su estómago al momento de terminar con el primer plato y se le reclamará el hecho de no comer el resto. De forma adecuada, al niño se le colocarán sus alimentos en su cercanía para que vaya consumiendo un poco de todo, y al final habrá terminado con una alimentación variada y completa. El postre deberá de tener menor contenido de azúcares para no condicionar preferencia hacia este sabor particular. Mención especial es de señalar que se deberá de respetar desde muy pequeño y siempre la cantidad que el niño tolere y no estarlo forzando a una ingesta mayor, ya que ello puede ir modificando el volumen de su estómago de forma progresiva al paso de los años.
Condición emocional del niño. De acuerdo a su estado de ánimo y personalidad que vaya desarrollando el niño, es conveniente al momento de la comida, invitarlo a comer en integridad al resto de la familia, pero si en ese momento el niño no manifiesta apetito, no se le deberá de forzar a sentarse a comer. Lo más apropiado es dejarlo, sin forzar, pero señalando de forma muy clara que la siguiente alimentación será hasta que los demás integrantes tengan la siguiente comida, y hasta ese momento se le ofrecerá, y sobre todo, hacérselo válido. En caso de decir algo a un niño y no cumplirlo, el notará una falta de veracidad y continuará manipulando a los familiares a darle de comer a la hora que él quiera, y no lograremos educarlo en el hábito de alimentación familiar. Influye también el tipo de convivencia que se tiene en algún momento para que al niño se le fije en ocasiones la preferencia por algún alimento, y su repetición del alimento, estará en búsqueda también del lado emocional (por ejemplo: pasteles con fiestas infantiles). En el extremo contrario, el niño rechazará la alimentación cuando antes se la ha castigado con golpes o limitación de actividades.
Cada niño es un caso específico para ser considerado, y a pesar de tener hermanitos que tengan otro tipo de conducta, no deberá ser motivo de comparación recurrente ya que esto solo puede generar conflicto emocional por competencia con su propio hermano.
Son varias condiciones que pueden influir para que un niño tenga una alimentación adecuada y posteriormente haremos referencia al tipo de alimentos que en forma específica deben comer a diferentes edades. 

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