Mononucleosis (enfermedad del beso)

Es una enfermedad altamente contagiosa producida por un virus (Epstein-Barr), que se transmite a través de la saliva, y en base a ese mecanismo de transmisión, también se le conoce como enfermedad del beso.
Tiene mayor incidencia entre la población de jóvenes y adolescentes por realizar esta práctica –del beso-, con diferentes tipos de personas en forma mucho más directa, pero también se puede encontrar en otras edades por poderse trasmitir mediante gotas de tos, estornudos, o compartir objetos orales como: vasos, cepillos dentales, popotes, labiales, golosinas o incluso comida. La posibilidad de contagio está en proporción directa con la abundancia del contacto directo con la saliva infectante.
El virus que produce la enfermedad pertenece a la familia de los virus Herpes, que se caracterizan por poder permanecer por periodos prolongados en el cuerpo humano en forma latente, y la posibilidad de desarrollar la enfermedad -que se conoce también como mononucleosis infecciosa-, está relacionada con las condiciones de nutrición y salud de la persona contagiada. En caso de no tener alteración en su salud y nutrición será solo una persona portadora del virus.
Con lo anterior, existe la posibilidad que como muchos otros virus, alguien pueda relacionarse con una persona infectada por el virus, sin llegar a desarrollar la enfermedad. Quien sea portador del virus, lo será para el resto de su vida, incluso sin que nunca presente datos de la enfermedad.
Las personas o niños que desarrollan la enfermedad por exponerse al virus, al superar la enfermedad, contarán con un desarrollo de defensas específicas que limitarán una nueva reactividad de la enfermedad; y con mucha probabilidad, no volverán a presentar los síntomas asociados y tampoco volverán a tener recurrencia de la enfermedad.
Las manifestaciones de padecer este cuadro pueden ser variables de acuerdo a las condiciones del niño o joven afectado, pero de manera más común manifiestan: fiebre, dolor de garganta con inflamación de las anginas (amígdalas), ganglios linfáticos (bolitas debajo de la piel) aumentados de tamaño y dolorosos a su presión (inflamados), dolor abdominal y en ocasiones aparición de manchas rosadas en la piel. Siendo notorio el hecho de generar una sensación de fatiga, que hace sentir al enfermo en condición de sentirse muy agotado, al grado de mantenerse acostado la mayor parte del tiempo.
El crecimiento de los ganglios linfáticos, está relacionado con la invasión que pretende el virus al cuerpo. Son capturados en esas estructuras, y la activación de las defensas celulares -un grupo de glóbulos blancos-, se incrementan en su número y función para evitar su multiplicación viral hasta lograr controlar su actividad, pero sin poder erradicarlos de forma total del cuerpo.
En forma ocasional y bajo circunstancias muy especiales que incluyen predisposición genética, es posible que exista una anormalidad en esa respuesta que pueda modificar su evolución, dando origen a un comportamiento maligno de los ganglios, para generar con el tiempo el desarrollo de un tejido tumoral, que requiere la atención del especialista en enfermedades cancerosas.
La mayor parte de las infecciones en los niños y adolescentes son libres de síntomas abundantes y solo se presentan como una inflamación de la garganta.
En forma bien definida y clásica, el cuadro completo se caracteriza por manifestar fatiga, malestar general y dolores musculares una a dos semanas antes que aparezca la fiebre y las molestias de la garganta. La fiebre puede ser variable de intensad, y los ganglios más inflamados suelen localizarse en zonas del cuello, y a menor edad pueden tener una distribución corporal más generalizada. El dolor abdominal se produce por aumento variable de tamaño en el bazo, en ocasiones por sus grandes dimensiones llega de forma ocasional, a romperse constituyendo una situación de riesgo por la cantidad de sangrado que genera. Puede presentarse el desarrollo de un rash en la piel asociado a la presencia de gránulos muy pequeños, en localización predominante de tórax y brazos, sobre todo en pacientes que valorados previamente, se ha indicado como tratamiento el empleo de un derivado de la penicilina (motivo frecuente de ser confundido como una alergia a este medicamento). Los pacientes padecen este cuadro durante 2 a 4 semanas, pero el malestar general y la fatiga pueden durar por meses, generando en los niños y jóvenes cuadros de cansancio o somnolencia escolar, o en horarios diferentes en la casa.
La enfermedad con esas manifestaciones, puede ser confundida con otras enfermedades virales que puedan afectar al organismo de forma parecida. Se pueden confundir con algunos cuadros de hepatitis viral, rubeola, toxoplasmosis y otras infecciones por virus de la familia del Herpes. El cansancio por su parte, podrá ser considerado como holgazanería o flojera no justificada por los padres, cuando se desconoce la presencia de esta enfermedad que de forma directa lo genera.  
Así cuando se consulta al médico, con estos datos o algunos de ellos que hagan suponer la enfermedad, podrá considerarse la realización de estudios de laboratorio, en donde se buscará comprobar la respuesta celular alterada; o bien, estudios más específicos para asegurar el diagnostico de forma más precisa.
En el tratamiento de esta enfermedad, no existe un tratamiento específico para eliminar los virus. El tratamiento lo establece el médico en la medida de las alteraciones que cada uno de los pacientes llegue a sufrir. La respuesta corporal del enfermo bajo condiciones normales de nutrición y de inmunidad, logran superar la etapa de multiplicación viral en promedio de dos a cuatro semanas, consiguiendo que el afectado recupere su bienestar.
El tratamiento elemental para esta enfermedad, es el reposo y la buena alimentación. Se recomienda al paciente descansar muy en especial al inicio de la enfermedad, cuando tiene la mayoría de los síntomas muy desarrollados. Se deberá de evitar su asistencia a la escuela.
Para las molestias de fiebre y dolores corporales, no se recomienda el empleo de medicamentos antiinflamatorios por el riesgo de poder complicar la enfermedad, con la acción del fármaco que puede afectar el funcionamiento del hígado y riñón enfermo, pudiendo generar un cuadro particular, conocido como: síndrome de Reye que puede provocar deficiencia en la función del riñón y del hígado, con muerte posterior.
Aunque el enfermo no tenga apetito, se le procurará insistir o consumir lo mínimo de una dieta equilibrada con aporte de agua y jugos para evitar la deshidratación, y la molestia de ardor a la deglución, de otro tipo de alimentos de consistencia diferente.
La práctica de deporte se limitará mientras exista un crecimiento riesgoso del bazo. Cuando se encuentra agrandado hay riesgo que se rompa ante maniobras bruscas de actividad física o golpes directos a la región abdominal. Es prudente evitar actividades de ese tipo durante el mes siguiente que se ha padecido la mononucleosis.
Una vez que el paciente se haya recuperado de su infección, se le recomienda orientarlo para evitar diseminar su virus a sus familiares y amigos. Se le recomendará efectuar lavado frecuente de sus manos, y cubrirse la nariz y boca al momento de estornudar o toser, además de no compartir bebidas, golosinas, objetos y cubiertos con nadie.

Si en esta información encuentra algunos datos que puedan ser compatibles con las manifestaciones de enfermedad en su hijo, se recomienda de preferencia evitar la automedicación y basta con la presencia de fiebre, dolor de garganta y ganglios inflamados asociados con cansancio, para acudir a la valoración médica que permita descartar o confirmar esta enfermedad, que es muy contagiosa… 

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