Deficiencia de hierro

El hierro es un nutriente esencial en la dieta diaria de cualquier niño y es necesario para fabricar hemoglobina, el componente de los glóbulos rojos encargado de transportar oxígeno. Los glóbulos rojos circulan por el cuerpo para repartir oxígeno a todas las células del organismo. Cuando no hay suficiente hierro, el cuerpo no puede fabricar suficientes glóbulos rojos y los tejidos y órganos del cuerpo no pueden recibir el oxígeno que necesitan para funcionar adecuadamente. Por eso es tan importante que los niños y adolescentes ingieran suficiente hierro en su dieta diaria
La deficiencia de hierro es la deficiencia nutricional más habitual y la principal causa de anemia a nivel mundial. En los países en vías de desarrollo, los grupos más afectados son los niños y adolescentes, debido  a  sus  mayores requerimientos  determinados por  el  crecimiento;  y  en la  mujer,  en edad juvenil y fértil por  la  pérdida  de  hierro,  debida al sangrado menstrual o a las mayores necesidades de este mineral por el desarrollo y embarazo.
Este aumento de las necesidades no es cubierto por la dieta habitual, la que tiene cantidades insuficientes de hierro y/o presentan una disponibilidad baja de este nutriente.
Además de la limitada disponibilidad del hierro en los nutrientes habituales de los niños y jóvenes, existen otras condiciones que limitan el consumo o aprovechamiento del hierro y solo comentamos las más frecuentes: desnutrición, deficiencias de vitaminas, presencia de infecciones, asociación de parásitos intestinales y algunas enfermedades de la sangre.
Cada uno de los niños requiere cantidades muy variables de hierro a distintas edades y en diferentes momentos de su vida.
En primer lugar, tenemos un aporte de hierro mientras el bebé se encuentra dentro del vientre materno. Su madre manda por la circulación sanguínea, la cantidad necesaria para que el desarrollo de su niño no se  vea afectado, además de una  acumulación adicional en sus tejidos que le servirán como depósito de hierro para los primeros tres meses de su vida.  Las madres que tengan deficiencia nutricional, tendrán limitación para el aporte de hierro a sus hijos. Por otra parte, los niños prematuros por nacer con anticipación, pueden quedar en alguna de las fases de envío o deficiencia de acumulación del hierro y ser susceptibles de desarrollar anemia en etapa posterior. 
Durante la lactancia materna, se proporciona una cantidad de hierro menor de lo requisitos habituales con la ventaja única de poder contar con una mejor absorción. De acuerdo a características particulares, se podrá considerar el aporte de hierro en forma complementaria a partir del cuarto mes, tomando en consideración la posible presencia de manifestaciones clínicas asociadas a la deficiencia de hierro.
En edades progresivas de los primeros dos años de vida, los requerimientos de hierro podrán ser aportados mediante tipos especiales de alimentos. A partir de los 6 a 8 meses se podrá considerar el aporte de cereales, verduras, y carnes para ajustar la cantidad de sus necesidades y evitar el desarrollo de la anemia. Los demás ingredientes en el transcurso de los siguientes dos años se podrán incorporar en presencia y luego en cantidad progresiva  para conseguir el aporte apropiado. Siempre bajo vigilancia médica periódica para considerar modificaciones o aportes adicionales si hay alternativas de cuadros anormales o condiciones preventivas para su desarrollo.
En la fase escolar se revisará en sus consultas de evaluación general, si la alimentación reportada familiar cumple con las  cantidades suficientes y comprobar por la revisión física al menor que no haya evidencias de anemia relacionada, en cuya existencia justificará tratamientos curativo con aporte de hierro en  cantidades específicas al niño.
Otro incremento de su aporte se determina durante el crecimiento observado en la adolescencia y posteriormente con la actividad física desarrollada en esta fase y en la juventud.
La deficiencia de hierro se pueden expresar de formas variadas, y en etapa temprana de la vida, le puede afectar negativamente al niño en su proceso de crecimiento y desarrollo, pudiendo provocar problemas de aprendizaje y de comportamiento.
Algunos niños que tienen deficiencia en la cantidad de los glóbulos rojos (anemia) por no tener una cantidad adecuada de hierro, se les identifica como portadores de anemia ferropénica. Tanto en niños pequeños como en los adolescentes; en un principio, no tienen ningún síntoma ni ningún signo porque las reservas de hierro del organismo suelen ir disminuyendo muy lentamente. Pero, a media que va progresando la anemia, pueden aparecer algunos de los siguientes síntomas:
Fatiga y debilidad, con sensación de agitación respiratoria en el niño al momento de realizar alguna actividad física sencilla. Palidez en la piel y la parte interna de sus orificios naturales (mucosas). Deseos frecuentes de estar rascando algunas paredes y consumir residuos de ladrillo, concreto o tierra (pica). Aceleración de la frecuencia con la que trabaja su corazón con actividades de poco esfuerzo. Irritabilidad con manifestación frecuente de llantos sin justificación o de rabietas y berrinches. Pérdida del apetito o falta de interés a los alimentos habituales o de su preferencia. Sensación de mareos, o incluso caídas y desmayos con sensación de vista nublada en forma previa.
Si su hijo presenta alguna o cualquiera de estos síntomas, es adecuado que acuda a su valoración correspondiente para determinar las medidas de alimentación o medicamento a emplear para la recuperación de sus condiciones de desarrollo.
En ocasiones es necesario realizar estudios de laboratorio con la finalidad de verificar la intensidad del problema, y de ser posible identificar la causa primaria, para su mejor manejo y evitar solo estar dando tratamientos de control o periódicos. La iniciativa familiar de ofrecer productos naturistas o farmacológicos sin conocer la dosis necesaria por su edad y peso, puede traer consecuencias en las funciones de su hígado o riñones.
Dentro de la variedad de nutrientes disponibles en nuestra comunidad, podemos señalar algunos ejemplos que son ricos en hierro y podrán incrementar el valor nutritivo de la dieta familiar:
Carnes rojas, verduras verdes en tono oscuro, atún, salmón, yema de huevos, cereales enriquecidos con hierro, guisantes, frutas deshidratadas, espinacas, acelgas, hígados de res o  de pollo, moronga (sangre) entre otros que puede ampliar con valoración dietética específica.
A fin de asegurar que el aporte de hierro es el adecuado, se establecen algunas sugerencias que de preferencia deben ser ampliadas o modificadas a las características individuales de cada niño en la valoración médica de control:
Ofrecer leche materna exclusiva en periodo de 6-8 meses de vida, con aporte de hierro de acuerdo a valoración médica. En caso de aporte de leche industrial, iniciar fórmulas fortificadas con hierro a partir del tercer mes de vida. En pacientes prematuros o de bajo peso el neonatólogo especificará la cantidad de hierro a ofrecer y el momento más adecuado. Ofrecer cereales enriquecidos con hierro hasta los 18 a 24 meses de edad. Ofrecer aporte de frutas cítricas además de alimentos con hierro para favorecer su absorción. Evitar el consumo de café o tés que contienen sustancias que impiden la absorción del hierro. Considerar que el hierro que mejor se absorbe es el de origen animal que el de origen vegetal.

El manejo de estos cuadros requiere además de la evaluación médica, la valoración por nutriólogos para mejores resultados. La deficiencia por periodos prolongados, puede condicionar déficit de desarrollo y un rendimiento intelectual disminuido. 

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