Trastornos de ansiedad

Las preocupaciones y los miedos son una parte natural y de adaptación en el desarrollo de la infancia. La angustia y el miedo en forma persistente, no controlado por el niño y adolescente, establecen los criterios para considerar un trastorno de ansiedad –como enfermedad- cuando son excesivos, causando desesperación o deterioro evidente en su vida diaria.
Constituyen los trastornos emocionales más frecuentes durante la infancia (hasta los doce años de edad) y la adolescencia (de 13 a 18 años), que asociado con malas condiciones educativas, familiares o sociales coexistentes, así como impedimentos funcionales particulares, pueden extenderse hasta la vida adulta.
La ansiedad en su mayor parte, constituye una preocupación constante que se puede experimentar de diversas formas, física y emocionalmente, además de la particular forma como las personas ven al mundo a su alrededor. Se relaciona con la incertidumbre acerca de que las cosas salgan mal; o percibir, que se encuentra en situaciones de cierto tipo de peligro físico o emocional.
De forma habitual en el transcurso de nuestras vidas, todos experimentamos sensación de ansiedad en algunos momentos. Esta sensación puede variar desde una sensación mínima de intranquilidad hasta un completo ataque de pánico, ante alguna situación de desafío o desconocida. Como reacción orgánica, nuestro cuerpo se prepara de inmediato con una respuesta elemental de pelear o huir, por liberación de una sustancia en nuestra sangre (adrenalina) que en conjunto con otras nos hace experimentar varias sensaciones, como: palpitaciones, temblor, sudoración, respiración rápida, mayor estado de alerta y nerviosismo como las más notorias. De forma secundaria, nuestro funcionamiento cerebral toma una acción inmediata, con la que logra controlar la sensación de angustia y desactiva la estimulación continua de las sustancias relacionadas con el miedo o ansiedad, logrando en el individuo la tranquilidad, satisfacción y seguridad, para saberse que puede controlar las condiciones físicas o emocionales de inestabilidad; y de forma secundaria, generar motivación adicional para poder superar otro tipo de retos.
Cuando no hay una capacidad adecuada, de poder controlar la situación emocional o física desafiante, se genera inseguridad, logrando perder la confianza para poder realizar actividades cotidianas, generando incertidumbre en la adquisición de conocimientos o habilidades, que empiezan a interferir con el desempeño diario del individuo.
Hay diferentes tipos de trastorno de ansiedad, con diferentes manifestaciones, pero todos comparten la condición común, de: establecer una preocupación intensa y prolongada, que no guarda proporción con relación a la causa que la genera, afectando el desempeño de la vida diaria y la estabilidad de la persona que la padece. Las manifestaciones, pueden presentarse en forma gradual o repentina y se mantienen en forma persistente. Los niños que la padecen, puede que ni siquiera sepan o sospechen del factor particular que le causa estas sensaciones, emociones y preocupaciones; que por extensión, también establece que no lo identifiquen de forma específica los padres.
Como manifestaciones referidas por los familiares o profesores, se pueden reportar: alteraciones corporales, como dolor de cabeza, estómago o cuadros dramáticos de dolor en otras partes corporales. Problemas de sueño, con dificultad para poder dormir y/o despertarse por las noches. Desempeño escolar deficiente, con falta de atención en la clase y dificultades para completar exámenes en el tiempo establecido. Inhibición, evitando acudir a actividades sociales, familiares o evitando tener amigos. Necesidad excesiva de afecto, buscando maniobras de protección exageradas al momento de dormir, tormentas, temporada escolar, mencionando temor específico a que sucedan cosas malas. Conducta explosiva y/o de oposición, de aparición súbita con una causa aparente que no tiene gran significado en sus juegos o en rendimiento escolar. Problemas de alimentación, comiendo en forma insuficiente o en exceso para hacer frente a la ansiedad, también los que tienen alimentación muy selectiva constante.
Los síntomas de ansiedad pueden estar presentes en todo momento y lugar; pero en ocasiones, se manifiestan en forma alternativa, presentándose en algunos ambientes y situaciones específicos y no en otros. Así los trastornos específicos de ansiedad, podrán identificarse por la naturaleza de la causa que los motiva, sus manifestaciones asociadas y el comportamiento que generan, de acuerdo a los siguientes grupos:
Trastorno de ansiedad generalizada. El niño se preocupa en forma excesiva por muchos motivos, como: escuela, familiares, futuro, seguridad global, pensando siempre que puede suceder lo peor. La preocupación a menudo se manifiesta en el perfeccionismo y cuando fallan a ese concepto, se sienten que no son buenos. Tienden a centrarse más en sus errores cometidos, en lugar de los éxitos logrados.
Trastorno de ansiedad social. Se manifiesta con temor de decir o actuar de forma incorrecta, en situaciones de convivencia individual con otras personas. Se preocupan más en lo que otras personas piensan de ellos, en lugar de sus personales percepciones de rendimiento. Son incapaces de establecer contacto visual, tienen actitud retraída o tímida durante entrevistas de evaluación, dando respuestas muy limitadas.
Trastorno de pánico. Se manifiesta con momentos súbitos de miedo intenso, que se originan sin una causa evidente. Puede manifestarse con síntomas súbitos e intensos de  algunos problemas físicos, como hormigueos, dolor, palpitaciones, mareo.
Agorafobia. Desarrolla un miedo pronunciado en ambientes o situaciones particulares, tales como grandes espacios abiertos, lugares llenos de gente, transportes públicos o generalmente fuera del hogar y especialmente solo. Mejoran con una persona “segura”.
Fobias específicas. El temor a condiciones particulares, genera  una interferencia social e impide la adquisición de la seguridad. Para la etapa infantil, no es requisito que su temor sea irrazonable o excesivo para establecer fobia específica, como en los adultos.
Ansiedad de separación. Se observa cuando hay dificultad para que el niño pueda despegarse de sus padres en la entrevista. Suelen dormir acompañado por uno de ellos. Tienen sensación de apego intenso y muestran inseguridad ante su separación.
Mutismo selectivo. El niño rechaza o dificulta la entrevista con personas diferentes a su ambiente cotidiano, pero tienen lenguaje fluido en su hogar o personas conocidas.
Trastorno de estrés postraumático. Es una actitud de temor que se presenta posterior a una experiencia traumática física, verbal o moral previa. Los síntomas incluyen miedo, recuerdos, pesadillas y evitan las circunstancias que relacionen la causa que la originó.
Cuando no se ofrece el tratamiento, en consecuencia puede haber bajo rendimiento escolar, riesgo mayor de depresión, abuso y dependencia de sustancias y el suicidio.
Si alguno de estos datos coincide en el cambio de comportamiento de su niño o adolescente, conviene buscar la ayuda de un profesional en conducta infantil, como el paidopsiquiatra, pediatra, psicólogo y/o psicoterapeuta especializados, para que se le proporcione manejo individual a fin de ayudar a su hijo a superar este conflicto.
En forma preventiva, considere que el niño crece aprendiendo de lo que observa en su hogar. Crecer en una familia en la que alguno de sus integrantes sea temeroso o ansioso, le puede permitir un visión donde el mundo lo perciba como un lugar de peligro y puede aprender a ser miedoso. Para su corrección, influye mucho la seguridad y muestras de superación, que puedan mostrar los familiares para poder vencer sus adversidades.

El tratamiento principal, le ayuda a aprender nuevas formas de pensar y actuar en las situaciones que le causan ansiedad, a manejar y superar sus temores, para desarrollar una mejor autoestima y motivación, pero debe incluir como requisito… el contar con padres pacientes y positivos que le ayuden a conseguir su seguridad. 

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