Lactancia e inteligencia


Se conoce de forma habitual que los niños alimentados con leche materna, resultan mejor nutridos y más saludables. En forma adicional se afirma ya desde hace algunos años, que también la lactancia materna permite un mejor desarrollo intelectual.
Existe en la actualidad, el consenso de que la lactancia materna es la mejor opción para la alimentación infantil; y que conviene ofrecerla como alimento exclusivo, mientras se tenga un desarrollo neuromotor y físico proporcional adecuado, para iniciar alimentos en forma complementaria, en el momento que a cada niño requiera nutrientes esenciales para continuar su crecimiento y desarrollo normales, sin suspender la leche materna de preferencia hasta los dos años de edad., en consideración a la importancia que involucra el desarrollo cerebral durante este periodo.
Desafortunadamente esta información tan importante, no se ve avalada por una difusión adecuada por los medios masivos de comunicación. Contrasta el extremo opuesto, cuando en medios visuales al momento de ofrecer la alimentación a los menores de dos años, se ofrece en forma evidente el aporte de una fórmula industrial con biberón; y en ninguna escena, existe por lo menos la imitación de proporcionar lactancia humana.
Recordemos que la composición de la leche de cada especie de mamíferos es única, adaptada a las exigencias de las crías y que les proporciona la energía y los nutrientes que necesitan, en dependencia de las características propias de su especie.
Pese a su gran variabilidad, todas las leches persiguen el mismo objetivo: garantizar el crecimiento de los recién nacidos, hasta que sean capaces de obtener por ellos mismos, su alimentación y sobrevivir en ausencia de su madre.
Por increíble que parezca, la mayoría de la población común desconoce el origen habitual de las fórmulas industriales, llegando a considerar que se obtienen mediante procesos químicos particulares, cuando en realidad es leche de vaca modificada en su composición natural. Otros productos que no provienen de la leche, no debería ser nombrado como productos lácteos al obtenerse de fuentes vegetales como la soya o el arroz por ejemplos.
El cerebro de un mono, toro o chivo, por ejemplo, son bien diferentes. La leche de estos mamíferos, no aporta adecuadamente los nutrientes particulares que solo son patrimonio exclusivo de la leche humana, imprescindibles además para lograr los exigentes niveles de crecimiento y desarrollo del cerebro humano en relación con otras especies. Bajo esta consideración, cualquier fórmula tiene una muy mala calidad comparada con la humana.
En general, se describe que el desarrollo cerebral de los bebés se basa en factores genéticos, hereditarios y ambientales. A nivel de genes, existen dos especiales en el cromosoma 11 que son determinantes, para aprovechar las funciones de algunos elementos grasos de la leche humana, para el desarrollo cerebral.
Existen estudios variados para identificar las relaciones significativas entre la lactancia materna y el desarrollo de la inteligencia en el niño. Se ha logrado establecer que la genética, no es el determinante principal del potencial intelectual de una persona. En este sentido, se ha demostrado más importante la educación de la madre y la que transmite a su hijo, que su coeficiente intelectual personal, en relación a poder obtener mejores puntuaciones en pruebas de inteligencia del hijo. En otros estudios, incluyendo datos sobre la inteligencia materna, se demuestra que la lactancia tiene un efecto beneficioso sobre la inteligencia del niño, independientemente del cociente intelectual materno. Los estudios comparativos en pares de hermanos -para descartar el sesgo familiar-, también encuentran relación entre habilidades cognitivas y un mayor tiempo de alimentación materna.
En otros estudios, se ha observado también que una deficiente alimentación de la madre, puede ocasionar un volumen de leche  menor. No obstante, esa leche contiene la misma proporción de proteínas y lactosa, en tanto que las grasas disminuyen en forma importante y, por lo tanto, disminuye la densidad energética. Asimismo, se reduce la cantidad de algunas vitaminas. Esas deficiencias causan una reducción del tamaño cerebral, disminución del número de células cerebrales y una organización bioquímica del cerebro inmadura o incompleta.
En estudios recientes, se ha demostrado que los niños alimentados con leche materna en forma temprana y por periodos más prolongados, llegan a tener calificaciones (antes de iniciar su periodo escolar) de cociente intelectual de 15-20 puntos arriba comparativa con niños que recibieron lactancia en periodo menor de seis meses o fueron alimentados con leche industrial. En forma adicional, los estudios de imagen en actividad metabólica cerebral, mostraron también diferencia comparativa a favor de los alimentados con leche materna al tener mayores zonas de actividad con procesos de estimulación similar.
En relación con los componentes, el principal grupo de sustancias que se relaciona con este proceso de estimulación neuronal, son los ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga (L-PuFA, por sus iniciales en inglés), que se depositan especialmente en el cerebro y en la retina. Son requeridos para una adecuada neurotransmisión, además de estar involucrados en la ramificación de conexiones y la reparación neuronal posterior a una lesión celular. De esos ácidos grasos, los dos principales componentes son el ácido araquidónico (AA) y el ácido docosahexanoico (DHA), que en etapa fetal los genera la placenta pero después del nacimiento disminuyen; principalmente el DHA, que el recién nacido solo lo puede obtener de la leche materna. Interviene en los procesos de formación de neuronas y transmisión, a lo que se suma el papel protector ante oxígeno bajo y al daño celular, favoreciendo a la supervivencia celular, recordando que toda neurona que se destruye en etapas tempranas de la vida, no se sustituye.  De igual manera en algunas publicaciones, es asociado con un aumento en las capacidades visuales y en el desarrollo cognitivo de los niños que han sido lactados, dependiendo su concentración directamente con la duración y la frecuencia de la lactancia.
Otra sustancia importante es la colina, que está involucrada en transmisión de impulsos y la formación de conexiones. Tiene relación también con la memoria y el aprendizaje, por encontrarse en las células del hipocampo que se encarga de dichos procesos.
Otro grupo (gangliósidos) participan tanto en la regulación de procesos neuronales, como en la formación de la memoria. Otros esfingolípidos por su parte, influyen en el crecimiento, desarrollo y muerte neuronal.
Durante la lactancia, la madre libera hormonas que pasan al bebé para darle sensación de bienestar y estimulación al desarrollo emocional, que favorece al desarrollo cerebral adecuado. Las madres bajo situación forzada y/o ambientes emocionales inestables, liberan sustancias que en forma contraria, pueden afectar negativamente al desarrollo.  
Por estudios demostrados, se ha establecido conveniente que las madres a partir de las 28 semanas de embarazo hasta el primer año de vida, tengan consumo adicional de L-PuFA (pescados y sardinas) para tener niveles superiores de DHA en su sangre y en forma secundaria en su leche a ofrecer al bebé.
Por último, vale la pena señalar que complementario a la leche materna, el hogar y ambiente en que se desarrollan los bebés, se correlaciona con la estimulación que el infante recibe, para alcanzar el mejor desarrollo de su inteligencia.
El desarrollo de la especie mamífera representa su excelencia con el desarrollo cerebral del ser humano. Habrá que cuestionar que resultados pueden tener la futura población humana, ante el aporte nutricional con fórmulas industriales modificadas de la leche de vaca… recuerde que las leches industriales experimentan con animales de laboratorio.

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