Riesgo sexual en adolescentes

 

A través del tiempo se advierte en forma natural que, la conducta humana va presentando cambios en base a la amplia gama de aspectos y contextos multiculturales y económicos en todos los grupos de la población; considerando siempre a la población adolescente, como la de mayores riesgos, ante su comportamiento predominantemente instintivo sobre el racional, como víctimas de la búsqueda de la sensación de felicidad y distracción, pero sobre todo en búsqueda biológica en esa etapa, de sentir el placer y euforia de experimentar sobre lo desconocido hasta ese momento.
La aceleración del avance de tecnología en los últimos tiempos ofrece desde varios años a los adolescentes, nuevos espacios y formas para desarrollar su dinámica social, considerando las redes sociales a través del Internet un elemento indispensable para la socialización e interacción; que, además de permitir hacer pública cierta información personal, ofrece la oportunidad de mantener conversaciones privadas entre los usuarios.
Esta tendencia de conversaciones, así como el natural deseo de explorar la sexualidad, ha llevado a los jóvenes a desarrollar comportamientos que, se pueden considerar de riesgo para su desarrollo sexual, tanto a nivel emocional como biológico.
Una primera condición de riesgo, lo establece la práctica del sexting que en forma inicial solo establecía el envío de mensajes de contenido sexual entre los participantes, pero al paso del tiempo, ya incluye el envío y/o recepción de fotografías y videos de contenido sexual, tomados o grabados por el protagonista de estos, con participación voluntaria, por medio de una cámara y su difusión por redes sociales, correos, canales o dispositivos adicionales que permitan las nuevas tecnologías a una persona o grupo específico.  
En la mayoría de las comunidades de adolescentes, se considera un tipo de comunicación aceptable a sus tiempos y permite una forma experimental de desarrollo sexual seguro, para ir desarrollando sus emociones con una relación sexual futura con el efecto de barrera de seguridad, ante las funciones de confidencialidad de las redes. Su riesgo se establece por dos condiciones básicas: la primera, cuando al perder una relación afectiva particular, el aspecto privado lo trasforma uno de ellos, en público; y la segunda opción es, cuando se comparte el material del sexting en forma equivocada por error o fallas a la privacidad. Ambas formas afectan de forma dramática a nivel emocional al afectado y adicional si se agrega práctica de bullying por otros participantes a nivel público o de su grupo social, que puede condicionar sensación de acoso, depresión, inducción a drogas y/o suicidio.
Se establece que cerca del 15% de los adolescentes tienen relaciones sexuales por primera vez con alguien, después de haber enviado o recibido una foto o mensaje sexual provocativo, realizando el acto sexual sin protección y en ocasiones con sexo oral en los últimos 30 días, asociando también tener sexo mientras estaban bajo los efectos de tóxicos lícitos como alcohol o marihuana o ilícitos (cocaína o éxtasis).
Existen trabajos de investigación en donde se ha encontrado que los jóvenes que practican sexting, en comparación con sus homólogos que no lo hacen, tienen más probabilidades de consumir sustancias, experimentar ansiedad, depresión y delincuencia. Además de participar en actividades sexuales de relaciones con múltiples parejas y falta de uso de anticonceptivos, que en forma secundaria asocia con incremento de adquirir enfermedad de transmisión sexual en sus diferentes variantes que pueden incluir: SIDA, sífilis, gonorrea, clamidia, papiloma humano (cáncer cérvico uterino), tricomoniasis, herpes simple. En forma adicional por contacto con secreciones contaminantes, se agregan la hepatitis B y la amibiasis cutánea, sin faltar de señalar el embarazo no planeado.
Un riesgo adicional se establece con los peligros en línea, en especial la sextorsión, que se establece al ser chantajeados para enviar fotos de desnudos o dinero, a fin de evitar que sus fotografías se publiquen en línea o chantajearlos ante amenaza de integridad familiar.
El consumo de sustancias que modifican los mecanismos de comportamiento tiene influencia particular en las relaciones sexuales de adolescentes. En forma elemental, con el consumo de alcohol en algunas de sus reuniones grupales, el grado de intoxicación alcanzado, desinhibe su comportamiento limitante predisponiendo de forma fácil a la relación sexual; en especial, sin atención concreta para los mecanismos de protección elemental (condón), por lo que el embarazo no deseado y la adquisición de alguna enfermedad, son los riesgos secundarios para considerar.
El empleo de marihuana y de drogas ilícitas, suelen proponerse entre los participantes a relaciones sexuales entre adolescentes, con el propósito de incrementar su sensación de placer, pero lamentablemente quienes hacen uso de esta práctica, además de no tener precaución de no utilizar preservativos, tienen mayor riesgo de haber tenido mayor cantidad de parejas sexuales, ser portador o padecer de alguna enfermedad de transmisión sexual y poder tener efectos secundarios en su conducta con actos agresivos o desafiantes, que llegan a afectar de forma física y/o emocional a sus parejas; además de incluir que, ante esa experiencia el recién iniciado se transformará en adicto al consumo.
Bajo la influencia de algunas sustancias tóxicas o simplemente por experimentar otro tipo de relaciones sexuales, es posible que se efectúen prácticas sexuales no tan comunes como son las relaciones anales de tipo oral o genital. Esta región por su localización también es una zona de alta sensibilidad y la percepción particular cerebral, de acuerdo con el estado emocional del individuo, le permitirá registrarla como placentera o dolorosa.
La región anal es parte final del sistema digestivo, por lo que no cuenta con un sistema especial de lubricación que facilite desplazamientos con un cuerpo extraño. Su sistema de cierre se establece por la existencia de dos tejidos musculares, donde uno de ellos puede abrir y cerrar bajo control voluntario y, tanto el conducto anal (primeros 2-4 cm) junto con el recto, tienen una superficie mucosa que puede lastimarse fácilmente ante mecanismos agresivos de fricción. Por su naturaleza, tiene alta capacidad de absorción que ante gérmenes nocivos facilita su vía de entrada y de igual forma, puede representar una zona donde algunas bacterias y/o parásitos especiales (amibas), pueden representar un riesgo para alguna enfermedad agresiva a los tejidos afectados, con destrucción importante cuando se contagia a nivel genital o en labios y mucosa de la boca, por lo que se recomienda ante su posible práctica, que siempre amerita el empleo de preservativos gruesos para evitar afección genital, limpieza intestinal previa y no haber consumido alimentos al menos tres horas antes (para evitar la defecación), así como un proceso de dilatación progresiva, con intención de disminuir la tensión de los músculos del esfínter. Pero si las circunstancias son ignoradas y/o el momento de excitación es imperante, es natural que se producirán consecuencias con daños locales a la mucosa intestinal, que pueden ser desgarros internos (de mucosa), formación de abscesos rectales (por material contaminante ubicado en sus criptas anales) o, presencia de fístulas (ante la salida de pus hacia el exterior a partir del absceso interno), irritación perianal, hemorroides (previas) sangrantes, úlceras rectales por sífilis y herpes y/o la incontinencia anal. De las infecciones sexuales, en esta parte involucrada se asocian con mayor frecuencia adquisición de VIH, hepatitis B, papilomas rectales. En los genitales de la persona activa el riesgo son desarrollo de papilomas y/o destrucción de tejido ante amibiasis cutánea.
En general, la población de mayor riesgo, con los que se tiene que hablar de forma temprana de estos riesgos, son los adolescente de menor edad ante la curiosidad natural que pueden experimentar en sus primeros años, que pueden ser manipulados más fácil por individuos mayores y lamentablemente no suelen referir sus primeros signos de la enfermedad, ante el temor que todavía representan sus familiares adultos, con la consecuencia secundaria que sus enfermedades -en la mayoría de las ocasiones-, se detectan en procesos ya más avanzados o manifiestos de formas más evidentes.  

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