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Angustia de separación


Las despedidas llenas de llantos y rabietas son habituales en los primeros años de la vida de un niño. Cerca del primer año de vida, muchos niños desarrollan en forma natural esta angustia de separación, manifestando alteración de su comportamiento cuando el familiar de apego (o cuidador frecuente) intenta dejarlos con otra persona.
La mayoría de los bebés menores de seis meses se adapta con facilidad a que los cuiden otras personas, siempre que los satisfagan en todas sus necesidades, siendo posible que la mayoría de los padres tengan sensación de angustia de separación por dudar sobre los cuidados que se le proporcionen o el bienestar del niño.
Entre los cuatro y los siete meses de edad, los bebés desarrollan el sentido de la "permanencia de objeto". Comienzan a darse cuenta de que las cosas y las personas existen aunque ellos no las puedan ver. Los bebés aprenden que, cuando no pueden ver a mamá o a papá, significa que se han ido. No entienden el concepto del tiempo, de modo que no saben que volverán y se pueden alterar y sentir inquietos en su ausencia.
Entre los ocho meses y el año de edad, los niños se están volviendo cada vez más independientes, pero se sienten todavía más inseguros cuando se separan de sus padres. Es en esta etapa cuando se desarrolla la angustia o ansiedad de separación, y los niños se ponen nerviosos y alterados cuando uno de sus padres se intenta ir. Esta etapa del desarrollo se considera como normal dentro del proceso de maduración social que debe tener un niño y puede variar de un niño a otro. Algunos niños pueden presentarla más adelante, entre los 18 meses y los 2 años y medio de edad. Hay algunos que nunca la llegan a experimentar. La duración de la ansiedad de separación varía, dependiendo de cada niño y de cómo respondan sus padres. En algunos casos y dependiendo del temperamento del niño, la ansiedad de separación puede durar desde la primera infancia hasta los primeros años de la escuela primaria. La ansiedad por separación es normal en su desarrollo en niños pequeños hasta aproximadamente los 3-4 años de edad, cuando se presenta una leve angustia y comportamiento de apego cuando los niños se separan de sus cuidadores primarios (por ejemplo, se dejan en una guardería).
El trastorno de angustia por separación consiste en una ansiedad persistente y excesiva más allá de la esperada, para el nivel de desarrollo del niño, que se manifiesta con la separación de la figura de apego (padres o familiar de convivencia constante), con al menos, tres de las siguientes características: Angustia excesiva recurrente al anticipar o experimentar la separación del hogar o de figuras importantes de apego. Preocupación persistente y excesiva por perder figuras importantes de apego o por posibles daños a ellos, como enfermedades, lesiones, desastres o la muerte. Preocupación persistente y excesiva por experimentar un evento adverso (por ejemplo, perderse, ser secuestrado, tener un accidente, enfermarse) que causa la separación de una figura importante de apego. Renuencia o negativa persistente a salir, a ir a casa, a la escuela, al trabajo o en otro lugar por temor a la separación. Temor persistente y excesivo o renuencia a estar solo o sin figuras importantes de apego en el hogar o en otros entornos. Renuencia o negativa persistente a dormir fuera de casa o a irse a dormir sin estar cerca de una figura importante de apego. Pesadillas repetidas que involucran el tema de la separación. Quejas repetidas de síntomas físicos (dolores de cabeza, dolores de estómago, náuseas, vómitos) cuando se produce o se anticipa la separación de figuras importantes de apego.
Para cumplir con los criterios para este trastorno, debe causar un malestar o deterioro clínicamente significativo en áreas sociales, académicas, ocupacionales u otras áreas importantes de funcionamiento, y no se explica mejor por otro trastorno mental.
La angustia por separación suele ser el precursor del rechazo escolar, que ocurre en aproximadamente tres cuartos de los niños que presentan este tipo de angustia. Los ataques de pánico se asocian comúnmente con el trastorno de angustia por separación tanto en jóvenes como en los adultos. Los ataques de pánico también pueden ser una causa de rechazo escolar.
Esta alteración es uno de los trastornos de ansiedad infantil más comunes, con estimaciones de prevalencia que van del 3% al 4%. Debido a que es más frecuente antes de la pubertad, la prevalencia del trastorno parece disminuir con la edad. La duración de los síntomas de angustia por separación sin interferencia significativa es mucho mayor, y hasta el 50% de los niños de 8 años informan de estos síntomas.
La edad máxima de inicio es en la infancia media, alrededor de los 7 a 9 años de edad. El inicio puede ser tan temprano como en la edad preescolar y, por definición, puede ocurrir en cualquier momento antes de los 18 años; por lo que se ha caracterizado tradicionalmente como un trastorno exclusivo de la infancia; sin embargo, los síntomas centrales del trastorno, que implican una angustia excesiva y, a menudo, incapacitante cuando se enfrentan a una separación real o percibida de las principales figuras de apego, pueden persistir o incluso surgir durante la edad adulta.
El trastorno generalmente se manifiesta con síntomas significativos de ansiedad, como preocupaciones irreales y recurrentes sobre el daño que se produce a los seres queridos, especialmente cuando se separan o enfrentan una amenaza de separación de la figura principal de apego, junto con una angustia grave y un deterioro en el funcionamiento. La angustia severa y el deterioro en el funcionamiento pueden indicarse por los siguientes signos: Renuencia a quedarse dormido sin estar cerca de la figura de apego principal. Angustia excesiva (rabietas) cuando la separación es inminente. Pesadillas sobre temas relacionados con la separación. Nostalgia (es decir, el deseo de regresar a casa o ponerse en contacto con el cuidador principal cuando está separado). Síntomas físicos o somáticos frecuentes. Por esta parte, los síntomas físicos (especialmente frecuentes en niños mayores y adolescentes), como mareos, aturdimiento, náuseas, dolor de estómago, calambres, vómitos, dolores musculares o palpitaciones, pueden estar presentes y ser problemáticos, haciendo que el niño y la familia busquen tratamiento médico debido a la incapacidad de asistir a la escuela o cumplir con las responsabilidades sociales.
Como complicaciones, estos niños o adolescentes pueden tener deterioro en su función social o académica, que se reflejan como un deterioro significativo en sus logros de matemáticas y lectura en los siguientes cinco a seis años después. Otras complicaciones asociadas, también incluyen: ausentismo, desarrollo de otras alteraciones de comportamiento, depresión mayor y/o consumo de sustancias.
El tratamiento rápido del rechazo escolar es clave para acortar el curso del trastorno, ya que es un desafío reducir la falta de asistencia escolar. Sin tratamiento, hasta un 40-50% de estos jóvenes corren el riesgo de no terminar el bachillerato debido a la intensidad y cronicidad de su ansiedad.
Como medidas a emplear para evitar este trastorno, conviene que acuda a actividad escolar después del año y medio de edad, juegue y practique separaciones en el hogar, dele confianza en sus despedidas y cumpla con su promesa de regresar.   
A los padres, la angustia de separación les puede hacer sentir una variedad de emociones. Puede ser agradable sentir que su hijo, por fin, le corresponde con el apego que siente por usted. Pero también es posible que se sienta culpable por tomarse tiempo para sí mismo, además de las consecuencias futuras.
Conviene ofrecer una atención profesional por psicología y lograr desarrollar la seguridad en su hijo por recordar que, cuando usted se va, siempre vuelve. Esto también da a los niños la oportunidad de desarrollar habilidades de afrontamiento y en forma progresiva un poco de independencia y seguridad…