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Conductas maternas


El desarrollo del ser humano en su comportamiento, se influye desde su gestación por el apego a la madre que en forma directa, es quien proporciona estimulación emocional y la alimentación para asegurar su supervivencia.
Las experiencias con los cuidadores durante la primera infancia, niñez y adolescencia, son los determinantes principales para el desarrollo adecuado de la personalidad y la conducta del individuo. De la calidad de dicha interacción entre madre e hijo, depende el establecimiento o no, de una base segura para el niño que le permita explorar el mundo.
De forma instintiva y dentro de la evolución de las especies, es natural, considerar que todas las madres tienen la capacidad de reaccionar al llanto infantil y acudir de forma inmediata ante su expresión, para consolar al niño y/o evitar algún daño potencial, y en forma progresiva, en su desarrollo del niño le van enseñando a cuidarse para cuando estén solos.
El niño va formando toda una serie de esquemas mentales que se hace de sí mismo y del mundo. Así si perciben como seguras las relaciones de apego, desarrollarán patrones de seguridad y confianza en sí mismo y en los otros. Si no  se establece esta base segura los patrones serán de evitación, ambivalente o desorganizado.
El apego seguro se relaciona con la inteligencia, el rendimiento académico, la autoestima, el comportamiento pro social, la expresión de emociones positivas, la habilidad para la solución de conflictos, el establecimiento y mantenimiento de amistades, la conducta escolar, la calidad de la futura relación de pareja que establezca... El apego inseguro se relaciona con problemas como la ansiedad, depresión, retraimiento social, conductas agresivas…
Se genera un problema en el desarrollo de la relación madre-hijo, cuando la madre teme que su hijo sea muy susceptible a enfermarse físicamente o ser dañado a nivel emocional de forma muy intensa, ante diferentes circunstancias; y en respuesta, empieza a tomar conductas de sobreprotección, evitando como consecuencia, que su hijo pueda entrar en contacto o tener experiencias directas con situaciones potencialmente desfavorables, y al no tener esa experiencia de forma más directa el niño, no desarrollará condiciones físicas o emocionales protectores, para esos estímulos negativos y podrá entonces desarrollar una condición física enfermiza, o a nivel emocional: inseguridad y dependencia por la conducta materna exagerada.
Esa actitud sobreprotectora de la madre, tiene mucho que ver con las angustias personales y en particular con su papel biológico de saberse útil en los cuidados de sus hijos, que las condiciona a solo estar pendientes de dirigir de forma constante y prolongada la vida de sus hijos, a fin de evitar que les ocurra algún daño. En otras ocasiones, la actitud sobreprotectora deriva de una condición física anormal del recién nacido por alguna enfermedad, deficiencia o defecto; y en otras situaciones, es inducida por su ambiente social que la rodea, donde sus familiares o tradiciones la hacen sentirse obligada a cuidar de todo lo que pueda acontecerle a sus hijos.
Todas las personas tendemos a exigir de alguna u otra forma, a los seres con los que vivimos o con quienes más tiempo pasamos. Pueden ser demandas que no incomodan al otro, hasta aquellas que generan frustración y malestar en el ser que queremos.
Cuando una madre exigente, en lugar de celebrar los pequeños o grandes logros de sus hijos simplemente los cuestionan para finalmente decir “pudiste hacerlo mejor”, suele impregnar en su hijo sentimientos de frustración y resentimiento, pues el niño o adolescente siente que no hace nada que llene de orgullo a su mamá, que todo el tiempo le están reclamando y llamando la atención, por aquello que no hizo o que pudo hacerlo de otra forma. A veces así sea el hijo un alumno superior al promedio, educado y vaya acorde a los niños de su edad, es muy posible que ella no se encuentre contenta con el hijo que ha creado, y toman al hijo como un objeto que debe satisfacer sus necesidades de plenitud, de brillo y reconocimiento, sometiéndolo a las exigencias más absurdas, y esas voces de las mamás acompañarán a los niños por el resto de sus vidas, lesionando su criterio y concepto de autovaloración. En un futuro se tornan personas altamente angustiadas, incapaces de reconocer sus logros y convencidos que no tienen derecho a ser felices ni plenos con lo que son y además no encuentran el camino para serlo.
Las madres controladoras se empeñan en que sea el niño quien se adapte a ellas y a su forma de hacer las cosas. Los niños perciben a sus madres con rechazo y avasalladoras. Estos niños están seguros de la indisponibilidad de su madre para cuando necesitan consuelo. Son madres más humillantes, inflexibles, avasalladoras, e interesadas en la construcción de una imagen social impecable. Desvalorizan, critican de una forma excesiva, siempre están insatisfechas con el rendimiento del hijo. Los niños crecen con la sensación de rechazo por parte de sus padres. Los adultos con una madre a la que perciben como devaluadora son más antisociales, narcisistas y paranoides, con mayor tendencia al consumo de drogas.
Un problema adicional, se agrega cuando se proyecta en los hijos las limitaciones o frustraciones que tienen los padres, y buscan que sus hijos logren cumplir las expectativas que no pudieron conseguir para ellos. Bajo esa condición, notamos como algunos hijos son obligados a participar, en algunas actividades recreativas que no lo disfrutan ellos y donde los padres quieren presionarlos a que incluso destaquen. Esto se nota en rendimientos académicos o deportivos que los padres no lograron, dándole solo importancia a un número específico de calificación o una medalla o reconocimiento particular, sin permitir que sea el niño que en realidad viva su infancia en felicidad. Bajo estas conductas obsesivas les exigen a los niños responsabilidades, ponen el énfasis  en la perfección y  el orden con menos calidez emocional, y esperan que el niño que sea un adulto en miniatura. Como consecuencia el niño tiene la sensación de inadecuación y temen desviarse del camino recto. Puede llegar a ser adulto obsesivo-compulsivo.
 Cuando los padres son los encargados en todo momento de resolverle los conflictos a sus hijos, les van creando una dependencia anormal llegando incluso a prohibir el inicio o continuidad de alguna actividad si alguno de ellos no están presentes. Cuando el niño no logra separarse de esa dependencia, su angustia se hace cada vez mayor, se siente inseguro y en lugar de encarar las situaciones difíciles, mejor empieza a evitarlas o resolverlas hasta que tenga a alguno de los padres que le resuelvan el conflicto, prolongado de esa forma el círculo vicioso.
En esta escuela de la vida, es necesario que haya ensayos recurrentes con errores iniciales y aciertos posteriores, pero es necesario que los niños afronten desafíos y exigencias para desarrollar su voluntad propia, seguridad e independencia, que serán en el transcurso del tiempo cada vez más exigentes en su vida futura. Con esto, se ayuda a fortalecer la seguridad y autoestima en el niño en cualquier ambiente, y se dará cuenta que tiene la capacidad para poder enfrentar cualquier dificultad, para conseguir finalmente seguridad y confianza en sí mismo.
Efectivamente, madre solo hay una… pero la conducta humana es variada y puede generar consecuencias, y para mejorar puede buscarse la ayuda psicológica.