Mostrando entradas con la etiqueta COQUELUCHE. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta COQUELUCHE. Mostrar todas las entradas

Tosferina (coqueluche)

Es una enfermedad respiratoria altamente contagiosa, que se caracteriza por la presencia de accesos de tos súbitos, violentos, intensos e incontrolables, acompañados de un estridor o ruido respiratorio parecido al sonido de un gallo, con duración prolongada que incluye hasta dos a tres meses de persistencia.
La enfermedad tiene distribución mundial. Por ciclos variables de años, tiene brotes mayores en diferentes países afectando a la población susceptible.
La causa específica de la tosferina es una bacteria conocida como Bordetella Pertussis, que es capaz de liberar sustancias tóxicas, que afectan al tejido respiratorio hasta que son eliminadas de su fijación. Otros microorganismos pueden ser causantes de accesos de tos prolongados e intensos parecidos a la tosferina, pero por ser diferentes, al cuadro que producen se le conoce como síndrome coqueluchoide.
Su localización de los gérmenes se ubica en la boca, nariz y garganta de las personas enfermas, y su transmisión se realiza a través de pequeñas gotas que salen de ellas hacia las demás, al momento de hablar, estornudar, soplar o toser.
En las personas que padecen la enfermedad o se vacunan, tienen la capacidad de formar inmunidad para quedar protegidos contra la tosferina. Pero esta defensa al ser temporal, va disminuyendo con el tiempo por lo que se puede volver a padecer la enfermedad posteriormente.
El recién nacido es susceptible, ya que los anticuerpos de la madre no son protectores y la incidencia aumenta desde los primeros meses de la vida conforme la edad avanza.
En medios mal saneados, se observa un número mayor de casos en edades tempranas: recién nacidos y lactantes. La posibilidad de muerte es mayor cuando se tiene menor edad y suele ser por complicaciones secundarias como sangrados cerebrales, complicaciones cardiacas o respiratorias.
Antes de la utilización de la vacuna, la edad de mayor incidencia era entre 2-5 años. Ahora es más frecuente en niños menores de 1 año y ha aumentado entre adolescentes y adultos. Los hermanos mayores que pueden ser portadores de la bacteria en la nariz y en la garganta, pueden traer la enfermedad a casa e infectar a los bebés o hermanos más pequeños.
La tos ferina puede ocurrir a cualquier edad. Los niños que son demasiado pequeños para recibir todas las vacunas, o aquellos que no han completado la serie de vacunación primaria, se encuentran en mayor riesgo de contraer la versión más severa de esta enfermedad.
Posterior al contagio, la enfermedad puede tardar en desarrollarse de siete a diez días como mínimo, y hasta seis semanas posteriores como máximo, y su forma de desarrollarse se puede describir en diferentes periodos:
Cuadro catarral. Con manifestaciones que lo hacen confundirse con un catarro común a base de estornudos, escurrimiento nasal, lagrimeo, elevación de temperatura, tos leve seca e irritativa que se va haciendo cada vez más intensa, en predominio nocturno y puede provocar vómitos. La tos comienza a ser en accesos causados por estímulos mínimos. Puede durar de una a dos semanas. Hay confusión fácil con cuadros gripales.  
Si no recibe tratamiento, una persona puede transmitir la tos ferina desde el inicio de los síntomas hasta tres semanas después del inicio de los episodios de tos. El período de contagio se reduce a cinco días después del tratamiento con antibióticos.
Cuadro paroxístico. Los accesos de tos (o quintas) son súbitos, a golpes, ininterrumpida y atropellada que dificulta la respiración y hace que el niño estire la cara y el pecho hacia delante, saca la lengua, se va poniendo colorado o hasta morado, con ojos llorosos y tiene una gran sensación de angustia. Al terminar la crisis aparece una inspiración ruidosa, que es lo que se llama “gallo de la tosferina”, eliminando al final en ocasiones, una escasa secreción blanquecina y en muchas otras vómitos, dejando al niño con aspecto de agotado. Por la intensidad de los accesos de tos y su esfuerzo secundario, la cara del niño se modifica apareciendo los párpados hinchados, cara abotagada y puntos hemorrágicos en la parte central de la cara. Como complicaciones en esta fase puede haber pérdida del conocimiento (por falta de respiración adecuada), lesión del frenillo de la lengua (por golpear con los dientes), incontinencia de orina, salida del recto o sangrado nasal. Los niños o personas con inmunidad previa (ya disminuida) pueden tener accesos menos intensos y no manifestarán el ruido respiratorio (gallo). Los recién nacidos y lactantes son más propensos a tener ausencia de respiración (apneas) -que establece su condición como grave- y en ellos, son frecuentes las complicaciones cerebrales y respiratorias que puedan causar su muerte, ante lo cual justifican siempre su atención a nivel hospitalario. En el adulto, se manifiesta solo tos irritativa de predominio nocturno, además de sensación de opresión en su pecho. En este periodo no hay cambios de temperatura y puede durar de cuatro a seis semanas.
Convalecencia. La frecuencia e intensidad de la tos disminuye hasta desaparecer en las siguientes dos a cuatro semanas, con recurrencia de accesos de tos similares a los previos ante infecciones respiratorias agudas asociadas, llegando a durar hasta tres meses o “cien días” en total el cuadro de esta enfermedad.
El tratamiento para establecer en esos pacientes deberá de adecuarse a las condiciones que requiera; en especial los menores de dos años, que pueden tener complicaciones mortales, y se sospecharán simplemente con accesos súbitos e intensos de tos.
El empleo del antibiótico se justifica para poder limitar la diseminación de las bacterias, en todas aquellas personas que se sospechen como portadoras o que padezcan el cuadro, para evitar mayor contagio a otras con quienes establezcan contacto. El antibiótico no tiene efecto sobre las toxinas que son las desencadenantes del cuadro paroxístico.
Esta enfermedad, es posible que se reactive en la siguiente temporada de frío en nuestra comunidad; y lo adecuado para prevenir su adquisición, es evitar ambientes públicos cerrados, y de ser posible, iniciar manejo antibiótico específico, si hay la seguridad del antecedente en haber tenido contacto con una persona que desarrolló manifestaciones de tosferina, para limitar la reproducción de bacterias y la intensidad del cuadro.
En el esquema nacional de vacunación se incluye su prevención, con la aplicación de la vacuna que se aplica a los dos, cuatro y seis meses junto con otros biológicos como difteria, tétanos, haemophilus, hepatitis B, y polio. Sus dosis de refuerzo (tosferina y tétanos) a los 18 meses y los seis años.
Ni la vacunación, ni la infección natural de tosferina, garantizan que la persona estará inmunizada de por vida contra ella. Dado que la inmunidad disminuye después de cinco a diez años después de la última dosis contra esta enfermedad, los niños mayores, los adolescentes y adultos están en riesgo de contraerla, y necesitan ser vacunados. Se aplicará refuerzo a los once o doce años, o a más tardar a los 18 años. En la población adulta con intervalos de cada diez años, a reserva de tratar con recién nacidos no inmunizados o ser personal de salud, en donde se aplicará cada dos años.

Las vacunas contra la tos ferina son muy eficaces para proteger contra la enfermedad; sin embargo, ninguna vacuna es 100% eficaz. Si la tos ferina está circulando en una comunidad, existe la posibilidad de que una persona de cualquier edad, que esté al día con sus vacunas, contraiga esta enfermedad tan contagiosa. Si usted está vacunado, la infección suele ser menos fuerte. Si usted o su hijo se resfrían y tienen una tos fuerte o una tos que dura mucho tiempo, puede que sea tos ferina. La mejor manera de saberlo es consultando a su médico.