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Infecciones del cerebro

Por la inflamación relacionada se les conoce con el término de encefalitis, en consideración a la respuesta causada por la presencia de microorganismos, que se reproducen, invaden y dañan a este tejido.
El cerebro es una estructura anatómica que no se encuentra aislada, ya que mantiene contacto y continuidad con sus envolturas especiales (meninges), y con la médula espinal por donde corren las raíces nerviosas. Estas estructuras relacionadas, pueden compartir la infección y la respuesta inflamatoria, recibiendo nombres diferentes como: meningoencefalitis y encefalomielitis.
Cada una de estas enfermedades, tienen comportamientos diferentes y en forma común establecen alteraciones que pueden traer como consecuencia: la muerte del niño o su sobrevivencia, -en la mayoría de las ocasiones- con  secuelas que limitan su vida futura, condicionando a ser dependiente de cuidados especiales.
Los microorganismos que producen estas enfermedades, más frecuentemente son virus y bacterias. Estas últimas han disminuido en frecuencia, por el desarrollo y aplicación de vacunas especiales; además por la existencia de nuevos antibióticos que permiten limitar y eliminar la proliferación bacteriana en forma más eficiente.
De los virus, también algunos han disminuido como causa de sus infecciones particulares, por el desarrollo de medidas epidemiológicas y de control sanitario eficiente, como el caso de las encefalitis por rabia, sarampión, paperas (parotiditis) y polio. Quedan en posibilidades de mecanismos de contagios especiales por vectores variados (chinches, pulgas, ratones, mosquitos, conejos, venados, etc.) el desarrollo de encefalitis raras, o algunas que puedan tener comportamiento epidémico especial por su mecanismo de diseminación masivo.
La afección del cerebro con sus estructuras que la envuelven (meninges), causan el cuadro especial conocido como meningoencefalitis, que en la mayoría de las ocasiones es producido por bacterias. La forma como se produce este tipo de enfermedad, sucede por diseminación cercana (al cerebro) de un foco de infección, como las vías respiratorias superiores (oídos, anginas, sinusitis), o lesiones de la piel como abscesos o acné manipulado e infecciones dentales.
La infección del cerebro (encefalitis), se establece en forma más frecuente por invasión de virus. Entre ellos como un grupo que causa daños especiales, se refiere la familia de los Herpes; de los cuales, uno de ellos en forma habitual lo padecemos como fuegos o aftas que posterior a su aparente curación sobre la piel, queda almacenado en forma latente para el resto de la vida; y bajo condiciones especiales, puede reactivarse en otras etapas de la vida, al igual que el virus de la varicela que también pertenece a la misma familia.
Estas infecciones tienen mejor pronóstico en su evolución, cuando se detectan en forma temprana; y en particular, cuando a esa detección temprana se le asocia el tratamiento adecuado.
Mientras se distribuyen los gérmenes en la circulación sanguínea y llegan al tejido cerebral, la enfermedad ya empieza a mostrar evidencias clínicas de alteración, con el inconveniente que no son aún específicas de daño cerebral para sospecharlo de forma inmediata. Influye también en su comportamiento la edad del niño, ya que entre más pequeño (de edad) sea, tendrá manifestaciones poco evidentes. Los primeros datos incluyen manifestaciones similares a los de un catarro común; que en secuencia posterior se le agregan: disminución del apetito, cambios en su comportamiento con tendencia a la irritabilidad, variaciones del patrón de sueño con tendencia a dormir de forma profunda, dolor de cabeza, de abdomen y evacuaciones con estreñimiento que son datos que a un especialista ya le permite orientar la enfermedad.  
Se sugiere a los padres de familia que ante un niño de edad pequeña (antes de cumplir el primer año de vida), que inicia alteraciones con llanto constante (irritabilidad), mal estado general y disminución del apetito, acudan a valoración médica a fin de confirmar o descartar estas alteraciones, para dar su tratamiento en forma oportuna y poder tener resultados satisfactorios con la salud del paciente.
Una vez que ya existe inflamación del tejido cerebral, se empieza a comprimir el cerebro dentro del cráneo y se genera un daño mayor por deficiencia en la circulación sanguínea cerebral. Podemos encontrar variedad de manifestaciones de alteración nerviosa, como son las convulsiones, alteraciones del comportamiento (agresividad, llanto, miedos, etc.) modificaciones al ritmo de sueño con tendencia a la somnolencia frecuente, movimientos anormales, llanto frecuente y vómitos. El médico, con la experiencia y conocimientos previos adquiridos, además del empleo adecuado de muestras de sangre y estudios de imagen, tendrá la capacidad de comprobar e identificar el cuadro para establecer el manejo oportuno para evitar el desarrollo de las secuelas.  
A fin de evitar el desarrollo de estas enfermedades, se pueden sugerir algunas alternativas de cuidados:
Llevar un esquema completo de vacunación, que incluya la aplicación de los refuerzos, a fin de desarrollar defensas eficientes para evitar el desarrollo de enfermedades.
Ante la presencia de focos de infección; en especial, localizados en sistema respiratorio superior, se deberá de acudir a revisión para aplicar un tratamiento que evite que los gérmenes tengan oportunidad de extenderse o pasar a la circulación sanguínea cerebral, y de igual forma darle importancia a la alteración infecciosa de las piezas dentales.
Algunos insectos, pueden transmitir el virus a través de sus desechos (ratón) o picadura directa, como algunos zancudos, chinches, garrapatas, por lo que se sugiere llevar ropa protectora con mangas, pantalones largos y zapatos cerrados. Utilizar repelentes contra insectos. Evitar el contacto con personas enfermas, evitar actividades al aire libre al atardecer y al amanecer que es cuando los mosquitos muestran más actividad. Evitar la acumulación de agua estancada retirando material donde se pueda acumular. Revisar en forma frecuente a los niños y mascotas en búsqueda de garrapatas.
En promedio general, la encefalitis o meningoencefalitis llegan a tener una duración  de una semana a partir de su fase aguda (cuando las manifestaciones son muy notorias), y la recuperación con sus secuelas puede tardar en ocasiones de semanas a meses.
Ante un tratamiento adecuado y en forma temprana, la  mayoría de los niños se recuperan bien de su infección viral o bacteriana. En algunos, la inflamación cerebral puede provocar lesiones cerebrales permanentes y complicaciones duraderas, como trastornos del aprendizaje o del habla, pérdida de la memoria o problemas de control muscular.
Se sugiere buscar la atención medica en cuanto se note alguna o algunas de las siguientes alteraciones: dolor intenso de cabeza, convulsiones, rigidez del cuello, incapacidad de poder mirar a las luces de intensidad aumentada, tener visión doble o notarlo con desviación ocular, dificultad a la marcha, alteración en la deglución, trastorno en el control de alguna extremidad, cambios repentinos de personalidad, problemas de memoria, somnolencia o letargos extremos y/o  pérdida de conciencia.
El menor de tres meses, justifica acudir a valoración cuando reporten fiebre, alguna rigidez corporal, falta de apetito, llanto inconsolable, vómitos y mollera levantada con separación de las suturas craneales.
Estos niños requieren de reconocimiento y tratamientos oportunos, para darles la oportunidad de ser niños normales, si nos confiamos...las secuelas no esperan.