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Inmunodeficiencia primaria


Nuestro cuerpo tiene la capacidad de poder evitar la invasión de los microorganismos o la presencia de tejido o cuerpo extraño en su interior, a través del funcionamiento del sistema inmune, que se encarga de formar sustancias específicas de defensa y contar con células capaces de realizar funciones de destrucción.
Cuando este sistema inmune tiene deficiencia en la producción de anticuerpos o fallas en las funciones celulares, se considera que cursa con inmunodeficiencia. Ya tomando en cuenta la causa que lo condiciona, puede ser primaria cuando se tenga una alteración genética en uno o más elementos dentro del sistema inmunológico; y secundaria, cuando una enfermedad o trastorno previo –fuera del sistema inmunológico- pueda llegar a producirla (como el virus del SIDA o en desnutrición severa). Marcando para las de tipo primario en especial, que no corresponden a enfermedades contagiosas.
Las inmunodeficiencias primarias (IP) constituyen un grupo raro de enfermedades (aprox. 230) del sistema inmunitario. Éstas son habitualmente hereditarias, presentes desde el nacimiento y establecidas por alteración del material de herencia de alguno de los padres o modificado durante la formación del nuevo ser.
Su incidencia oscila entre uno por cada diez mil a cien miel de los nacidos vivos, exceptuando la deficiencia aislada de la inmunoglubina A (IgA), que se sitúa entre uno por cada doscientos a mil. Aunque estos trastornos requieren una atención muy especializada, muchas veces son los pediatras o médicos de familia quienes primero ven a estos niños, con frecuencia en repetidas ocasiones, antes de ser identificados.
Como las inmunodeficiencias primarias son trastornos desde el nacimiento (congénitos), las manifestaciones clínicas se inician, casi siempre, en algún momento de la primera infancia. Sin embargo, no es excepcional que alguna de éstas comience a manifestarse en niños mayores o incluso en adultos. Se puede sospechar su existencia desde el momento que el recién nacido manifiesta una caída del cordón umbilical más allá de la segunda semana de vida al carecer de respuesta de rechazo adecuada.
En el sistema inmunológico, un grupo especial de glóbulos blancos (linfocitos B) son responsables de la producción de anticuerpos. El tipo más común de inmunodeficiencia primaria (más de 50% de casos) implica una producción deficiente de anticuerpos. Las deficiencias primarias varían desde la ausencia completa de células B, la disminución de la inmunoglobulina sérica (Ig que produce el linfocito B), o ambas, hasta déficits aislados que incluyen respuestas inadecuadas a componentes de microorganismos.
Cuando la célula (linfocito B) no madura a su forma productora de anticuerpos, se puede presentar la alteración con poca cantidad de anticuerpos o su ausencia total. 
El espectro de la deficiencia de anticuerpos bajo esta visión se considera amplio, promoviendo pacientes que pueden estar casi sin alteraciones, a otros que tienen infecciones recurrentes o incluso con gérmenes poco frecuentes.
Las inmunodeficiencias primarias deben sospecharse en niños con “demasiadas infecciones” causadas por patógenos normales, infecciones recurrentes o crónicas difíciles de erradicar e infecciones por gérmenes oportunistas o no habituales.
El término “demasiadas infecciones” se presta sin embargo, a confusión; y la mayoría de las veces, las infecciones no se deben a causas inmunológicas. Los niños con sistema inmunitario normal tienen una media de 6-8 infecciones de vías respiratorias cada año, durante los primeros 10 años de vida y hasta 6 episodios anuales de otitis media aguda y 2 de gastroenteritis en los 2-3 primeros años.
La frecuencia de infecciones de vías respiratorias altas, es todavía mayor en los niños preescolares que asisten a guardería o cuando sus hermanos lo hacen, como consecuencia de su falta de experiencia a los agentes virales habituales y a su intensa exposición a éstos. Además, no todos los niños con infecciones respiratorias recurrentes tienen inmunodeficiencia primaria y es necesario descartar otras causas.
Cualquier lactante o niño con una otitis media aguda, al mes debe ser evaluado desde el punto de vista inmunológico, especialmente si existe supuración frecuente o crónica. Las infecciones de las vías respiratorias bajas, son una de las manifestaciones clínicas más importantes de los pacientes con inmunodeficiencia. Más de dos neumonías en un año, hacen necesario descartar un déficit inmunológico. Las infecciones oportunistas son otras de las manifestaciones de los pacientes con inmunodeficiencia primaria.
En general, puede considerarse la posibilidad de padecer una enfermedad de deficiencia inmunológica, cuando se presentan alguna o varias de las alteraciones siguientes: antecedente de familiares con infecciones recurrentes o con defunción secundaria a una de ellas, infecciones respiratorias frecuentes, deficiencia en el peso y estatura, recurrencia de abscesos (bolsas con pus) en la piel o en órganos profundos, presencia de infecciones con gérmenes de tipo oportunistas (infecciones raras), respuestas alteradas a la aplicación de algunas vacunas, infecciones recurrentes con el mismo tipo de germen, tejidos o partes corporales hinchados (edema) en forma recurrente, enfermedades autoinmunes y datos de alteración inflamatoria, como: caída tardía de ombligo, heridas con dificultad para cicatrizar, fiebre escasa o recurrente. En la medida que se tenga mayoría de datos, la inmunodeficiencia puede ser más significativa. El comportamiento de las infecciones también permite considerar su existencia, cuando: su evolución denote progreso en deterioro, respuesta deficiente al empleo de antibióticos habituales y recurrencia en tiempo breve posterior a su remisión. 
Existen otras enfermedades que pueden proporcionar datos similares a los referidos previos, que pueden confundir la identificación de esta enfermedad. El médico ante la incertidumbre, realizará estudios de laboratorio y de imagen especiales, o lo enviará con el especialista adicional (inmunólogo, hematólogo, reumatólogo, alergólogo pediátrico) para definir el tipo de deficiencia inmunológica. De acuerdo a la experiencia que tenga el especialista sobre estas enfermedades, es posible que los vaya relacionando con los antecedentes que 2se reporten y los hallazgos en su exploración inicial.
Una vez que se sospecha la existencia de IP, el médico debe evitar actitudes peligrosas para el paciente e instaurar medidas preventivas, que varían dependiendo del tipo de inmunodeficiencia. Es vital establecer tempranamente la prevención frente a las infecciones mediante medidas de aislamiento y ambiente estéril (según el tipo de IP), y prevención con medicamentos específicos. Se evitará la aplicación de vacunas que incluyan virus vivos atenuados. En su tratamiento, pueden requerir de trasfusión de algunos elementos sanguíneos que de preferencia, deben ser obtenidos de familiares cercanos para evitar sensibilización futura en caso de manejo con trasplante.
El tratamiento con inmunoglobulinas es el tratamiento más importante para estas IP, ya que ayuda a proteger contra una amplia gama de infecciones y a reducir los síntomas autoinmunes, se administran por vía venosa o inyección subcutánea. Otro tratamiento, es el trasplante de células progenitoras que son extraídas de la médula ósea o de la sangre del cordón umbilical de un donante sano, que se administra a algunos pacientes con determinadas IP, cuando sus células inmunológicas están ausentes o no funcionan correctamente. Las células progenitoras son células inmaduras, que se pueden dividir y madurar hasta convertirse en varios tipos diferentes de células inmunológicas. También pueden emplearse factores estimulantes de desarrollo de algunos glóbulos blancos.
Ante la sospecha que su hijo tenga alguna inmunodeficiencia primaria, es importante su estudio específico. La identificación del problema le permitirá llevar un tratamiento y prevención más integral, que podrá establecer una expectativa más favorable a su vida futura. Las infecciones deben ser bien valoradas siempre… para considerar este cuadro.