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Inteligencia Emocional (II parte)


El niño que tiene riesgo elevado de fracaso escolar, conducta irritable, tendencia violenta o comportamiento delictivo, puede ser debido no necesariamente a su potencial intelectual bajo; es muy posible, que tenga un control muy restringido sobre su vida emocional. En las funciones cerebrales, estos niños tienen escaso control de su función cortical (cerebro superior) sobre sus impulsos límbicos (cerebro inferior) y condicionan que su comportamiento impulsivo y ansioso, desorganizado y problemático, impide las facultades correspondientes a su inteligencia y proporciona dificultad a su aprendizaje. Son niños que en forma clásica no pueden pensar bien por expresar de forma inmediata la conducta del instinto y no del razonamiento.
Las emociones son fundamentales para el ejercicio de la razón. Entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras decisiones, trabajando con la mente racional y modificando al pensamiento mismo. Del mismo modo, el cerebro pensante desempeña un papel fundamental en nuestras emociones, exceptuando aquellos momentos en los que las emociones se desbordan y el cerebro emocional asume por completo el control de la situación. En cierto modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia emocional y nuestro funcionamiento vital está determinado por ambos.
Inteligencia Emocional. Esta puede dividirse en dos áreas: inteligencia intra-personal, como la capacidad de formar un modelo realista y preciso de uno mismo, teniendo acceso a los propios sentimientos, y usarlos como guías en la conducta. Inteligencia inter-personal, que es la capacidad de comprender a los demás; qué los motiva, cómo operan, cómo relacionarse adecuadamente. Capacidad de reconocer y reaccionar ante el humor, el temperamento y las emociones de los otros.
En el desarrollo de esta inteligencia, participan variados factores, entre los cuales, en esta ocasión proporcionamos algunas recomendaciones a considerar en su aplicación.
Tipos de padres: Autoritario, ponen normas estrictas que esperan sean obedecidas. Los niños deben mantenerse en su lugar y no los dejan expresar sus opiniones. Son padres que dirigen la familia partiendo de la tradición, poniendo énfasis en la estructura, el control y el orden, todo ello se vuelve una gran carga para el niño. Permisivo: busca la aceptación y transmitir el mayor aliento posible. No suele fijar límites, no imponen exigencias fuertes, ni metas claras a sus hijos para que se desarrollen de acuerdo a su naturaleza. Autorizado: equilibran los límites con el ambiente estimulante. Orientan sin controlar, dan explicaciones e implican a sus hijos en las decisiones. Se elogia la competencia y la independencia. Todo ello permite que los hijos crezcan con confianza en ellos mismos, independientes, sociales y con un elevado nivel de inteligencia emocional.
Principios básicos para educar con una disciplina positiva y efectiva.
Establecer límites y reglas claros y atenerse a ellos. Dar advertencias y señales al niño cuando comienza a comportarse mal. Es una manera de enseñarles autocontrol. Reforzar las buenas conductas con elogios y afecto ignorando las conductas que sólo buscan llamar la atención. Educar a los hijos conforme nuestras expectativas. Dedicar tiempo para conversar sobre los valores y las normas y por qué estos son importantes. Saber escuchar en forma activa, exige de los padres que sean capaces de ponerse en el lugar del otro para poder descifrar de manera correcta los mensajes emocionales que hay detrás de las confidencias de sus hijos. Escuchar en silencio, pero con atención permite al niño desahogar su frustración y su rabia, sin hacer el menor comentario sobre las manifestaciones emocionales. Con ello se crea una atmósfera emocional, donde el niño se siente comprendido y al mismo tiempo puede encontrar una especie de solución al problema. Cuando se transgrede alguna norma o límite puesto, imponga inmediatamente una consecuencia adecuada y proporcionada.
Por regla general los padres tratan de proteger a los hijos de los problemas. Podemos ayudarlos aún más si decimos la verdad por muy dolorosa que esta pueda ser. Cuando explicamos la situación y detallamos los hechos, ellos aprenden que tenemos la fuerza emocional para examinar y enfrentarnos a las situaciones que sean más o menos difíciles, aprendiendo así mismo que ellos también lo pueden hacer. Es importante y no debemos olvidar lo siguiente: no ocultar los sentimientos, no ocultar los errores, y no temer decirles la verdad.
Una de las cosas más importantes que podemos hacer los padres es alentar al niño a resolver problemas por sí solo. La capacidad de pensar va precedida por la capacidad de resolver problemas eficazmente. El niño aprende esta estrategia por el método clásico, el de la prueba y el error, y con él obtiene experiencia.
En el proceso educativo, los conocimientos no se trasladan de una máquina a otra, como ocurre en las redes de computación. Se traslada, como es obvio, de una persona a otra. Y cada persona es una entidad que tiene un cuerpo y una mente. En esa mente, se producen operaciones intelectuales, pero también hay movimientos emocionales y afectivos, y éstos contribuyen -o perjudican- a la adquisición de conocimientos. Así, el aprendizaje se da no sólo en una dimensión intelectual, sino también en una emocional, afectiva y de relación.
No se puede obligar a aprender, y por eso, motivar es un arte que cubre el espacio que existe entre la capacidad y el aprendizaje, y así si nuestra capacidad es motivada (estimulada) para conseguir un determinado objetivo, se produce el aprendizaje. Sin embargo, si a pesar de poseer capacidad, no recibimos ninguna motivación, bien de nosotros mismos ó bien de otras personas, lo más probable es que no se consiga nada. Entre las formas de motivación, está la del desarrollo personal en donde, a través de la ley del efecto,  se considera que adquieren y recuerdan las respuestas que conducen a la satisfacción después de los efectos o resultados. Una respuesta alabada será retenida por más tiempo que una no apreciada o considerada errónea. Otra alternativa a considerar es el ambiente de la clase, con aplicación de cambios en la forma de enseñar y aprender. Con metodologías variadas se hace más ameno y fácil el proceso de formación. Los cambios innovadores, evitan la rutina y aumentan la dedicación al aprendizaje, La tendencia a la rutina, tanto en la enseñanza como en el aprendizaje, aburre, desmotiva y reduce el clima de aprendizaje, y en forma secundaria a la pasividad del alumnado y el aprendizaje memorístico. Entre esos cambios es interesante la participación, que fortalece la posibilidad de alcanzar resultados positivos en el aprendizaje. Por lo tanto, un profesor que se propone alcanzar la excelencia en su desempeño, debe dominar el arte de estimular la participación: ‘dime, y olvidaré. Muéstrame, y tal vez recuerde. Involúcrame, y aprenderé’.
Hasta aquí solo se han señalado algunos puntos a considerarse en el desarrollo de la inteligencia emocional, pero no debemos dejar de considerar que el desempeño de un niño es dependiente de la relación que existe entre el alumno, familia y la escuela (profesores y compañeros de grupo). Ninguno de estos tres factores, por sí solos, puede garantizar el éxito académico. Pero de particular importancia es la relación que establecen -entre sí- estos tres factores: la relación alumno-profesor, la relación alumno-padres y la relación padres-profesores.
Si el tema ha despertado interés, pueden consultar a su médico o pediatra de confianza, y mejor de ser posible, la orientación por parte del psicólogo.