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Molusco contagioso


Es una erupción especial de la piel que se presenta durante la infancia, condicionando tratamientos variados, ante el desconocimiento de la enfermedad por los padres y algunos médicos, que lo pueden confundir con otras alteraciones.
Es una infección viral que afecta la parte superficial de la piel, como erupción leve que consta de uno o más globitos de tamaño reducido con un aspecto muy similar al de las verrugas, que suelen ser de color rosa, blanco o del color de la piel del niño afectado. Suelen ser de consistencia blanda y suave al tacto, con tamaños que miden de dos a cinco milímetros de diámetro, con forma redondeada (como cúpulas o pequeñas conchas, que de ahí toman nombre por el aspecto parecido a un molusco), presentan una depresión central de color más claro en forma de un pequeño tapón (como un ombligo).
Esta infección es más frecuente en los niños de entre uno a doce años de edad, pero también puede presentarse en adolescentes y adultos (que no lo hayan padecido), algunos atletas o adolescentes que practican deportes de contacto o exposición de la piel como natación, gimnasia y lucha; además, de personas que tengan su inmunidad debilitada, como: SIDA,  tratamientos inmunosupresores y/o cáncer.
Por el término adicional de contagioso, se adelanta su fácil adquisición y extensión de lesiones, ya que se puede diseminar en el cuerpo del niño afectado, por el simple rascado y se le puede pegar a la persona en contacto estrecho con el paciente; sin identificar bien durante cuánto tiempo puede contagiarse la erupción en el mismo paciente o el virus a otras personas.
El causante de la enfermedad es un virus que se reproduce en climas cálidos y húmedos, donde la gente tenga condiciones de hacinamiento. Penetra al cuerpo humano a través de pequeñas heridas en la piel, por contacto con personas infectadas o con objetos contaminados, como equipos de gimnasio, bancos, piscinas, toallas de baño, esponjas. Afecta con mayor frecuencia al sexo masculino. Es raro en los menores de un año de edad, debido a la inmunidad pasiva proporcionada por la leche materna y también por su largo periodo de incubación. La mayor incidencia es en niños menores de cinco años y en adultos jóvenes.
Generalmente es una infección benigna y autolimitada, desafortunadamente se asocia a complicaciones por el empleo de tratamientos que causan otras alteraciones. La mayoría de las lesiones se resuelven sin defecto residual permanente de la piel y en ocasiones pueden dejar solo alguna cicatriz ligeramente deprimida. Pueden dejar cicatrices cuando se complicaron con un cuadro de infección bacteriana o reacción inflamatoria excesiva.
El virus llega al interior de la célula y se multiplica en el espacio que guarda sus diferentes componentes (citoplasma), produciendo inclusiones que agrandan las células infectadas, localizadas en inicio en las partes más bajas de la piel, en un periodo de incubación que suele ser de dos a siete semanas y con periodo de latencia de hasta seis meses. Con la multiplicación natural de las células de la piel, los virus producen crecimientos en forma lobulada y en su parte central, causan una mayor destrucción de células infectadas, que se nota como una zona de depresión central (ombligo). Los componentes del virus no permiten la destrucción espontanea (apoptosis) de las células infectadas (que justifica su duración persistente) y evita la acción del sistema inmune por lo que no se produce una formación inmediata y adecuada de anticuerpos. Produce también otra sustancia que evita a la célula el daño por la luz ultravioleta y  oxidación.   
Las lesiones suelen presentarse en el pecho, brazos, piernas, tronco y la cara. Pueden presentarse en menor frecuencia en las membranas mucosas del labio, la lengua o la mucosa bucal. Las palmas se salvan. Se podrá sospechar la presencia de esta enfermedad, en el momento que los padres noten en alguno de sus hijos: la presencia de pequeñas protuberancias, de forma redonda y del color la piel, rosa o blanco en la superficie. Estas protuberancias tienen la parte central de color blanco y ceroso, siendo posible que brillen y que tengan un aspecto perlado.
Los moluscos empiezan como granos diminutos, aproximadamente del tamaño de una cabeza de alfiler, y luego crecen a lo largo de varias semanas, convirtiéndose en protuberancias de mayor tamaño que pueden alcanzar el volumen de un guisante grande. A menudo se forma una pequeña hendidura (u hoyuelo) en la parte superior del nódulo, dando apariencia de un ombligo.
Los moluscos pueden aparecer de forma aislada, como una sola protuberancia, o en grupos, racimos o filas. Se pueden dar en casi cualquier parte de la piel, pero en los niños suelen aparecer en el pecho, el estómago, los brazos (incluyendo las axilas), las piernas, la ingle, el área genital y la cara.  
Cuando un niño contrae el molusco contagioso, esta infección se puede extender por su cuerpo si el niño se rasca o frota las protuberancias y luego se toca otra parte del cuerpo. Aquellos pacientes que tienen asociado problema de dermatitis pueden desarrollar un mayor número de lesiones.
Otras variantes pueden presentarse en niños con afección de su sistema inmunológico, que manifestarán formas generalizadas, persistentes y con presentaciones fuera de lo habitual. Los adultos también pueden resultar afectados cuando no tuvieron esta enfermedad durante sus años previos. En ellos el contagio se produce más frecuente como enfermedad de transmisión sexual y las lesiones se relacionan con área genital.
Para su evaluación y tratamiento se deberá de acudir a la revisión por personal experto (dermatólogo pediatra, dermatólogo o pediatra) que de acuerdo a su experiencia puede ser suficiente con la visualización de las lesiones para identificarlas. En raras ocasiones, ante la incertidumbre podrá emplearse la revisión al microscopio de una muestra.
Esta infección que se considera autolimitada, puede tardar de seis meses hasta cinco años en que desaparezcan las lesiones, aunque en promedio se considera que la mayoría desaparece en dos años. Las lesiones solitarias pueden permanecer por más tiempo. Durante todo este periodo de permanencia, pueden ser motivo de tratamientos empíricos o no adecuados por confundirse la enfermedad con otras alteraciones, entre las que pueden confundirse, se incluyen: sarna humana, verrugas vulgares, tumores.
Para su tratamiento, existen diferentes modalidades que deben ser seleccionadas por la experiencia del especialista, que dependerá en cada caso particular por la edad del paciente, la localización de las lesiones y la destreza especial del médico.
Las variantes del tratamiento incluyen: extracción del centro contagioso exprimiendo el nódulo con un escalpelo o unas pinzas. El curetaje que consiste en extirpar la protuberancia con un instrumento afilado mediante proceso de raspado. La crioterapia que aplica congelación a la zona alterada para causar desvitalización. Empleo de sustancias abrasivas como benzoilo o ácido salicílico. Láser, para destruir el sitio donde se acumulan más partículas virales. Medicamentos inmunomoduladores para favorecer a una respuesta inmune en forma más rápida. Entre estas modalidades, se define que el curetaje es más eficaz y con tasa más baja de efectos adversos. Pero es dependiente de la experiencia y habilidad del médico tratante.
Aunque estos tratamientos a veces ayudan a que la enfermedad desaparezca más de prisa, la mayoría no los utilizan porque, aparte de que pueden ser dolorosos, pueden quemar, manchar o dejar ampollas y cicatrices en la piel. El hecho de que el especialista (dermatólogo pediatra o dermatólogo) decida tratar el molusco contagioso, dependerá de la evaluación apropiada de su ubicación y de la cantidad de lesiones.
Para evitar la diseminación del virus, al niño se deberá mantener con uñas cortas y no rascar las lesiones, que deberán mantenerse cubiertas y no compartir objetos personales.