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Rubéola

Es una enfermedad aguda, contagiosa producida por un virus, que afecta principalmente a niños y adultos jóvenes, con manifestaciones leves en su mayoría a base de: malestar general, cuadro gripal, manchas corporales rosadas, crecimientos ganglionares y en ocasiones dolores articulares. Sin embargo, la infección por rubéola en las mujeres embarazadas, puede causar la muerte del feto o generar defectos congénitos, en la forma especial conocida como síndrome de rubéola congénita.
Es una enfermedad de presentación mundial con distribución estacional. Su pico de incidencia de presentación, es al final del invierno y al inicio de la primavera. Existe un incremento de casos cada cuatro a diez años, con grandes epidemias de cada diez a veinte años. En poblaciones susceptibles, el pico de infección se establece entre los cinco y nueve años de edad, con un 25 a 50% de casos asintomáticos.
El único reservorio del virus es el ser humano, por lo que su mecanismo de transmisión es en forma directa de persona a persona con las secreciones respiratorias de la persona enferma cuando habla, estornuda o tose; o bien, por el contacto indirecto de la saliva de las personas enfermas (al compartir dulces, utensilios de cocina, etc.). En la congénita, la transmisión se realiza por paso del virus de la madre en su sangre a la placenta.
A partir de la disponibilidad de la vacuna (desde 1969), las epidemias y la incidencia de casos han disminuido hasta en un 99%, persistiendo aún algunos registros de rubéola congénita, que se pueden disminuir más si la información es proporcionada a la comunidad en forma anticipada y con campañas eficientes antes del embarazo.
El tiempo para poder adquirir la enfermedad, se relaciona con la presencia del virus en el cuerpo del enfermo. Es posible que la persona que se encuentra en fase del desarrollo de la enfermedad, puedan transmitirla desde una semana antes que aparezca la erupción o los datos compatibles, hasta una a dos semanas después que la enfermedad ha desaparecido. Los bebés infectados antes del nacimiento, son diferentes ya que eliminan el virus por la nariz, evacuaciones y orina hasta por doce meses después del nacimiento.
Cada niño que padece la enfermedad, o bien, por efecto de la administración de la vacuna, tiene la capacidad de desarrollar anticuerpos (defensas) específicos, para evitar volver a padecer el cuadro en el resto de su vida. Bajo circunstancias especiales, en algunos adultos la producción de los anticuerpos puede alterarse y serán susceptibles de padecer el cuadro. Esta condición es viable al inicio del embarazo, en que se modifica la respuesta inmunológica de la madre para favorecer el desarrollo del nuevo ser. En caso de coincidir este momento con el contagio de rubéola, de forma inevitable se tendrá infección en el embrión, con efectos dañinos en la formación de algunos órganos.
Los niños y adultos que bajo decisiones especiales de sus padres, nunca fueron vacunados contra la rubéola, pueden contraer esta infección en cualquier tiempo futuro. En la actualidad, la mayoría de los casos de rubéola se manifiestan en adolescentes o adultos jóvenes, con una estimación de susceptibilidad mayor al 10% que los niños, asociando un riesgo mayor si se desarrolla durante un embarazo.
La forma como se desarrolla la enfermedad incluye una etapa de reproducción viral en el sistema respiratorio superior, para pasar a la sangre y ahí ser capturados por el sistema linfático generalizado, donde hacen una segunda multiplicación y de nueva cuenta circulan a la sangre, donde ahora se destruyen por mecanismos de defensa celular especiales, con manifestaciones variadas pero clásica en la piel.
Las manifestaciones de la enfermedad relacionadas a la forma de producirse este cuadro, incluyen: síntomas similares a cuadro gripal en la primera multiplicación, malestar general y crecimientos ganglionares (bolitas) en la parte superior del cuello. Como manifestación de la segunda multiplicación viral, se tienen tres datos clásicos de la enfermedad, con aparición súbita de: fiebre, salpullido (exantema) y crecimiento de ganglios en todas las zonas accesibles de su palpación. La fiebre puede alcanzar valores hasta de 39 grados, pero en ocasiones puede ser leve o incluso nula. El exantema en forma especial para diferenciarlo de otras enfermedades virales, inicia su aparición por detrás de las orejas y en la cara, extendiéndose luego al tronco y de ahí a las extremidades, más evidente en zonas de extensión de pliegues y donde la ropa hace presión. Son manchas de forma circular u oval, en tono de rosado a rojo leve, que deja zonas de piel normal entre las manchas, con duración máxima de tres días, seguidas de una descamación fina en forma progresiva similar a su aparición. Los aumentos de volumen son persistentes, llegando durar hasta seis semanas después de haber desaparecido el salpullido.
Existe la posibilidad que en personal sanitario sin conocimiento y/o experiencia en este cuadro, sea confundido con un cuadro respiratorio para ser tratado con antibióticos y ante el desarrollo de las manchas corporales, se argumente reacción alérgica, generando con esto confusión a familiares para el empleo futuro del medicamento, al que se piensa alérgico y sin identificar el cuadro como rubéola en especial.
En el cuadro de la rubeola congénita, la circulación del virus desde la placenta materna produce su diseminación al nuevo ser, distribuyéndose por todos sus tejidos. La frecuencia de casos de infección es variable, según el momento en que se produce la infección. Cuando ocurre en las primeras ocho semanas del embarazo se eleva al 80%, disminuyendo en forma proporcional al 16% entre la semana 13 y 20 y sin riesgo de presentarse a partir de las 20 semanas, por el desarrollo de la competencia inmunológica de la madre (disminuida al inicio del embarazo) y de la maduración de las células fetales. Cuando la infección se desarrolla en los primeros tres meses del embarazo, se afecta de forma secundaria la respuesta inmunitaria del bebé, que permite la infección fetal crónica, con eliminación del virus durante un año.
Los bebés afectados por la rubéola congénita, manifiestan dos tipos de alteraciones según el momento de la infección: malformaciones congénitas y/o alteraciones viscerales. De las malformaciones congénitas las más frecuentes asocian formación de cataratas, cabeza chica (microcefalia), sordera y enfermedades del corazón, relacionadas en ese orden por el momento de la infección (etapas iniciales a tardías de los primeros tres meses). Como manifestaciones viscerales de la rubéola se pueden presentar: retraso del crecimiento, hepatitis, alteraciones vasculares con sangrados variables, infección del cerebro, inflamación cardíaca, infección pulmonar, alteraciones de globos oculares y alteraciones en desarrollo de los huesos.
A todo paciente con sospecha de rubéola o rubéola congénita, se le deben efectuar estudios para verificar la existencia de la enfermedad. Su tratamiento es variado de acuerdo a la variedad confirmada. La de adquisición congénita requiere de atención múltiple por varios especialistas, para modificar y tratar de limitar el daño o corregir las alteraciones orgánicas. La de adquisición en la infancia y otras etapas de la vida, es de tipo sintomático con un pronóstico favorable a excepción de su complicación cerebral.

La prevención se realiza con vacunación (vacuna triple: sarampión, rubéola, parotiditis) al año de edad, que permite desarrollar inmunidad permanente que requiere después comprobarse el estado inmunológico con determinación de anticuerpos séricos, para que en caso de ausencia, se justifique su administración en particular a la población femenina adolescente o en etapa prematrimonial, para evitar la forma congénita. En casos de brotes epidémicos, aislar a la embarazada de todo posible contagio durante los primeros meses de gestación. En caso de sospecha de contagio y embarazo temprano, acudir a aplicación de tratamiento específico en forma inmediata, para evitar la diseminación del virus… las malformaciones y daños son para toda su vida.