Según la Encuesta Nacional de Salud y
Nutrición, en nuestro país la tasa de embarazos durante la adolescencia se
encuentra establecida en proporción de 79 por cada mil mujeres. En forma
comparativa a estadísticas previas, hay avances en la salud sexual y
reproductiva, pero aun es elevado el número de embarazos no planeados que
ocurren en la población adolescente, que representa un desafío para nuestra
sociedad.
La mayoría de embarazos en adolescentes,
son no deseados, precipitados o sorpresivos. Sus consecuencias son múltiples:
afectando a los futuros padres sus expectativas de vida planeadas en forma
previa, y generando alteraciones físicas o emocionales para el producto de esa
gestación.
La adolescencia es definida por la
Organización Mundial de Salud, como el periodo de vida entre los 10 y 19 años
de edad, que se caracteriza por una serie de cambios orgánicos (pubertad), así
como por la integración de funciones de carácter reproductivo (ciclo menstrual
en las mujeres y eyaculación de espermatozoides en el hombre), acompañados de
profundos cambios neurológicos y psicosociales de ajuste, a un ambiente social
y cultural cambiante y en ocasiones hostil.
Durante la adolescencia, los jóvenes se
identifican más claramente con su sexo y consolidan su identidad de género, al
observar los roles que desempeñan los adultos como hombre o mujer. Esta
identificación incluye comprender y aceptar la propia existencia como hombre o
mujer así como los roles, valores, deberes y responsabilidades propios de ser
hombre o mujer. Nuevas relaciones sociales se establecen entre los propios
jóvenes y con los adultos, tanto dentro como fuera de la familia. Así mismo,
surge la capacidad de pensamiento abstracto, la atracción sexual, la respuesta
sexual, los sentimientos eróticos y amorosos propios de los adultos, se define
la preferencia sexual y se inicia la búsqueda de pareja.
Durante el desarrollo de la adolescencia
se presentan dos tipos de pensamiento: uno ideal, con el que intenta controlar
y cambiar al mundo a partir de todas las fantasías que son del agrado del
adolescente; y el otro, más objetivo en donde actúan todas las variantes
reales. De esta forma, durante la adolescencia se combinan pensamientos
condicionados por su experiencia infantil -que fueron modulados por la
orientación de familiares-, con su mundo ideal, y en la medida que progresa en
su adolescencia, obtendrán al final pensamientos más reales con experiencias
adicionales que le permitirán obtener su confianza y autonomía.
Durante la infancia se desarrollan los
vínculos afectivos con los padres. El inicio de la pubertad condiciona
incorporación de la sexualidad genital a las emociones. Estos adolescentes -por
condiciones sociales y de reproducción-, no pueden satisfacer sus necesidades
genitales con sus padres; por tanto, es normal que busquen la satisfacción sexual
externa. La exploración y manipulación de sus genitales, le permiten obtener
las primeras experiencias, que pueden ser permitidas mientras no interfieran a
sus actividades restantes y se realicen en la intimidad conveniente, señalando
al adolescente que puede ser una experiencia inicial, hacia objetivos
posteriores durante el desarrollo de su adolescencia o vida futura.
En la actualidad, el comportamiento
sexual y reproductivo de nuestros adolescentes, tiende al inicio de las
relaciones sexo-genitales a más temprana edad; y en la mayoría de las
ocasiones, desprovistos de la información objetiva, oportuna y veraz acerca de:
el manejo de la sexualidad, de las responsabilidades que involucra la
maternidad y paternidad en edad temprana, y del uso correcto de los métodos
anticonceptivos. Estas situaciones los exponen a mayores riesgos de que se
produzca un embarazo no planeado, abortos provocados, suicidios e infecciones
de transmisión sexual.
A partir de la etapa de fantasías, los
adolescentes se empiezan a involucrar con situaciones ideales soñando con “su
príncipe azul” o con “su princesa encantada” y ante la primera persona que identifican
con alguna cualidad soñada, son capaces de dedicarse a ellas perdiendo la
proporción a otras situaciones diferentes e importantes como: estudios,
deporte, familia, etc., bajo su justificación que “el amor es ciego”. En su
anhelo de sentirse amados y reconocidos son capaces de “bajar el cielo y las
estrellas” con la finalidad de irse afirmando en su identificación sexual,
hasta pretender obtener las relaciones sexuales, como la evidencia final “de la
prueba máxima de amor” para incorporar la sexualidad genital a la condicional
sentimental inicial.
Durante la adolescencia, la búsqueda de
experiencias afectivas o sexuales puede verse influida por el pensamiento ideal
de su omnipotencia, que los lleva a pensar en forma clásica: “a mí nunca me va
a pasar eso” y con esa mentalidad menosprecian los riesgos personales, entre
estos se pueden presentar las relaciones sexuales sin protección, que causarán
el contagio de enfermedades de transmisión sexual o el embarazo no deseado.
El conseguir su primera experiencia
sexual, puede motivar –en los hombres- buscarse experiencias con otras mujeres;
o bien, justificar “su hombría” a los modelos presentes en la sociedad que exaltan
los cambios frecuentes de parejas. Las muchachas en cambio, pueden sentirse
señaladas en forma especial por la sociedad, ante condiciones similares.
Cuando la experiencia condiciona el
contagio de alguna enfermedad o el embarazo, los adolescentes tienen que confrontar
en forma súbita su realidad y hasta ese momento pueden percibir las
consecuencias con la limitación en sus expectativas para la vida futura. Se
sienten abandonados y deprimidos por las responsabilidades por venir.
Bajo estas condiciones, resulta siempre
más conveniente educar a los hijos para evitar esta consecuencia, para analizar
de forma objetiva a sus potenciales parejas reflexionando sobre sus metas
futuras y poder desarrollar un pensamiento reflexivo adecuado. La orientación
sobre estas relaciones y los diferentes métodos de planificación, puede
plantearse ante su médico de confianza.
La ayuda que necesitan los adolescentes
varía de acuerdo a sus características particulares, recordando que existen
adolescentes tempranos, intermedios y tardíos; adolescentes urbanos, rurales e
indígenas; escolarizados y no escolarizados y en diferentes contextos
socioculturales.
El embarazo durante la adolescencia es
un problema generalizado de la población, que incluye: desde la mala calidad de
la educación sexual a partir del ambiente familiar, hasta la falta de recursos
públicos orientados a la población más joven del país, comprendiendo la pobre
importancia que se le otorga a la sexualidad responsable, en las instituciones
educativas y el apego a instituciones morales (religiosas) de cada grupo
familiar.
Los adolescentes necesitan programas que
den cuenta de la necesidad que tienen de ser escuchados, de contar con
servicios de salud que protejan su intimidad e identidad, que estén dispuestos
a abordar cualquier tema, que ganen su confianza, vayan a donde ellos van y
hablen su mismo lenguaje. Programas en los cuales se eliminen los obstáculos
burocráticos y la ineficiencia; y además, estimule la atención empática y
anónima.
Las relaciones sexuales, se podrán
realizar al final de la adolescencia, al contar con una maduración neurológica
adecuada que permita un comportamiento razonado y actitudes responsables, con
desarrollo emocional adecuado a fin de condicionarlas como experiencias más
vinculadas con emociones humanas y no solo como instintos primitivos.
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