Deshidratación

El ser humano se encuentra constituido en su mayor parte por agua, que difiere en proporción de acuerdo a la edad: existiendo una mayor cantidad a una edad menor, y perdiendo su proporción en la medida que se tiene una edad más avanzada.
El contenido corporal total de agua, se encuentra equilibrado entre la cantidad que se consume y la que se pierde por diferentes vías corporales.
Cuando existe una alteración en el equilibrio anterior, y se incrementan las pérdidas y/o no se consumen las cantidades suficientes para su reposición, se tiene en consecuencia una condición anormal en nuestro cuerpo que se llama deshidratación.
La deshidratación en caso de no detectarse, ser progresiva o de no tratarse; en forma inevitable, conduce al individuo hacia la muerte, y en los niños de una edad menor suele ser más acelerado ese proceso.
Las funciones del agua en nuestro cuerpo establece: el transporte de nutrientes a las células, contribuye a regular la temperatura corporal, es el medio de disolución de sustancias y facilita los procesos de digestión. Cuando su cantidad se disminuye, estas funciones se alteran y traen manifestaciones variadas.
El consumo de agua, se establece por la cantidad de agua libre y la que viene disuelta en los alimentos adicionales, que ingerimos por la acción del estímulo de la sed, que se origina en una parte especial del cerebro.
En nuestro organismo, existen receptores muy sensibles para detectar los cambios de volumen por el agua contenida en el cuerpo; y en especial, por el volumen que se moviliza por nuestros vasos sanguíneos. El riñón es el órgano que controla de forma más importante la cantidad de agua presente en nuestro organismo.
Cuando se incrementa el volumen, se estimula al riñón a permitir su filtración y eliminación en forma instantánea. De forma contraria, cuando el volumen se encuentra disminuido, impide que el riñón elimine la mayor cantidad de la sangre filtrada y establece una reabsorción de los líquidos que se reincorporan a la circulación.
Existen otras vías de eliminación corporal que intervienen para favorecer a las funciones del agua en nuestro interior. En especial, para poder regular nuestra generación y cantidad de calor, en nuestra piel se disponen de millones de glándulas que liberan agua a fin de poder evaporar y regular la temperatura de la piel superficial. Por otra parte, el agua que participa en la humidificación del aire respiratorio, establece una pérdida fija de agua en cada respiración. A nivel digestivo, también existe una cantidad habitual que se elimina para poder disolver y eliminar a las sustancias de desecho.
Bajo condiciones especiales para mantener el equilibrio, se deberá de consumir una mayor cantidad de líquidos cuando se incrementen las pérdidas por situaciones del medio ambiente o por enfermedades.
La deshidratación entonces, es posible que se presente sin la necesidad de alguna enfermedad primaria. Así se podrá deshidratar el niño recién nacido que está expuesto al calor ambiental y que se encuentra demasiado cubierto de ropas o prendas (chalecos, suéter, cobijas, etc.), sin recibir en forma equitativa una mayor cantidad de líquidos para reponer lo que se pierde  por su piel, (que no es evidente al no poderse formar las clásicas gotas de sudor, por evaporarse rápido el agua liberada). Los niños mayorcitos que hacen ejercicios o juegan durante el calor intenso y no consumen líquidos pueden deshidratarse también.
Algunas enfermedades en especial las digestivas en la infancia, pueden establecer la deshidratación al condicionar pérdida de agua con las evacuaciones diarreicas e impedir la ingesta de líquidos por asociar la presencia de vómitos inmediatos.
Cuando el niño sufre de alguna de esas alteraciones, la deshidratación se puede considerar ante alguna de las siguientes alteraciones: ausencia o disminución de lágrimas al llanto, boca seca o lengua pegajosa, ojos hundidos, disminución de la cantidad de orina eliminada ya sea en frecuencia o volumen habitual, piel con pérdida de su elasticidad (al jalarla no regresa de inmediato), sensación de cansancio, alteración del estado reactivo con tendencia al llanto constante o somnolencia intensa.
De forma especial (entre la población general) cuando el niño es muy pequeño, es temida la evidencia de la mollera (fontanela) caída, por relacionar (en otras épocas de la medicina) este hallazgo con la evolución inevitable hacia el fallecimiento. Así es posible que algunas personas tomen iniciativas para “levantar la mollera” que pueden ser de riesgo al niño, por poder romper el paladar y con ello causar una hemorragia importante que no se controla; o bien, en su descenso que le cause ahogamiento. Ese hundimiento se corrige al mejorar la hidratación, y no requiere de ninguna maniobra para “levantarla”.
El paciente con deshidratación, es frecuente que asocie incremento de la temperatura, al no contar con la cantidad de agua que regularice la producción del calor corporal.
Ante condiciones ambientales o de actividad física del niño, la deshidratación se previene y mejora, con el consumo espontaneo de agua o de sueros especiales. Cuando se trata de pérdidas de agua por ejercicio o calor, se deberá preferir el consumo de suero oral disuelto a la mitad de la recomendación habitual, a fin de ser mejor tolerado y no necesitar mucho de las sales disueltas en su contenido. A nivel comercial, de preferencia se rehidrataran con soluciones tipo SR 45.
Cuando la deshidratación se produce por infecciones digestivas, se recomienda determinar en primer lugar si el niño se encuentra o no deshidratado para dar tratamiento diferente a cada caso en especial.
Conviene siempre emplear el suero vida oral (SR90) a diferencia de los preparados comerciales, que por promover un sabor diferente (incluso tipo cervezas), le agregan endulzantes y colorantes que no permiten la recuperación de la función digestiva. El suero vida oral, por la cantidad de sales incluidas tiene un sabor natural salado, que es bien aceptado cuando el niño tiene deficiencia de esos nutrientes.  
Cuando el niño tiene sus vómitos o diarrea iniciales y no manifiesta los signos de la deshidratación, el manejo de la misma es de tipo preventivo, por lo que se deberá de ofrecer la solución de “vida suero oral” en cantidad de media taza (75ml) por cada evacuación abundante o vómito que presente el menor de un año.  En niños mayores de un año la cantidad a ofrecer será de una taza (150ml).
Cuando el niño luzca datos de deshidratación, de preferencia deberá de acudir a la valoración médica correspondiente, para establecer la cantidad precisa que requiere el niño, en cada una de las siguientes cuatro horas para volver a hidratarlo.
Cuando los vómitos se asocian como complicación al cuadro infeccioso y a los planes de hidratación, el secreto de la rehidratación consiste en: ofrecer el líquido mediante cantidades pequeñas, compatibles a tomas de 5-10 ml para ofrecer por intervalos de 3, 5 o hasta por diez minutos, a fin de evitar estimulación en el interior del estómago, con volúmenes mayores que motiven de inmediato la presencia del vómito.
Si a pesar de ofrecer con cucharadas hay vómitos frecuentes, el médico podrá optar por administrar el suero mediante sonda; y en casos excepcionales, se podrá incluir el tratamiento mediante sueros endovenosos.
Cuando un niño manifiesta pérdida de líquidos y no hay capacidad de poder compensar con líquidos ingeridos, se deberá de buscar asesoría médica para evitar que la deshidratación se incremente, y el riesgo de mortalidad se mantenga presente. Al niño bajo estas condiciones, se le cuida y no se le complace... 

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