Se establece que
la mejor forma de alimentar a un recién nacido, es proporcionando la leche de
su propia madre. En algunas ocasiones, esto no es posible llevarlo a cabo, por
circunstancias personales, sociales o laborales, iniciando bajo esos
argumentos, el aporte de leches comerciales procedentes de la leche de vaca
modificada. En su mayoría son bien aceptadas, pero estudios relacionados
establecen porcentajes variables de 2.5 a 4 % de casos de alergia a las
proteínas de la leche de vaca, condicionando a estos niños manifestar grados
variables de la enfermedad, que pueden incluir desde molestias vagas hasta
situaciones de choque anafiláctico, que puede causar su muerte.
La alergia a la
leche es la primera causa de alergia en los menores de un año y puede ser
factor que contribuya o se asocie a otro tipo de alergias alimentarias o
corporales futuras. A partir de los tres años de edad, es la tercera causa de
alergias después de los cacahuates y huevos. La incidencia de la alergia a la leche
mejora con la edad y su prevalencia en la adolescencia se estima hasta en un
0.4% por desarrollo de tolerancia.
Toda leche está
formada por diferentes componentes, que incluyen en forma general: agua, sales,
azúcar, grasas y proteínas. Estas últimas, con estructuras químicas complejas
cuando no provienen de la madre, pueden estimular la formación de un anticuerpo
(inmunoglobulina E –IgE-) o estimulación celular anómala en un sistema inmune
afectado en su función, por: edad, influencia hereditaria (padres o familiares
con alergias) o modificación ambiental (flora bacteriana, empleo de
antibióticos) dando oportunidad que el anticuerpo y/o la respuesta celular
anormal, desencadenen reacciones inflamatorias exageradas en el sistema
digestivo y/o en el resto del cuerpo, con manifestaciones variadas en
severidad.
La leche de vaca
contiene más de 40 proteínas, todas ellas pueden actuar como antígeno
(estimulante inmunológico) en la especie humana. Contienen caseínas y proteínas
del suero (lactoalbúmina y lactoglobulina) entre otras. La que no se encuentra
en la especie humana (beta lactoglobulina) es la que en la mínima cantidad en
la leche materna o en gran cantidad en las fórmulas, constituye la causa más
frecuente. Estas sustancias también pueden estar presentes, como ingredientes o
conservadores en otros productos de alimentación y deberán de considerarse con
antecedente negativo de leche de vaca.
Conviene
destacar que una madre que proporciona el seno para la alimentación a su hijo,
incluye dentro de su composición derivados proteicos de la leche de vaca, a
partir del tipo de ingesta que la madre hace de leche o de productos derivados
lácteos en sus comidas diarias. Así es posible encontrar proteínas de leche de
vaca en la leche materna como sustancias sensibilizantes, para poder
desarrollar esta enfermedad, por lo que el cuadro no solo es privativo de niños
alimentados con fórmulas industriales.
Una vez formado
el anticuerpo específico, en cada ocasión que se encuentren presentes las
proteínas de la leche de vaca, se libera este anticuerpo para estimular a
células especiales en la circulación sanguínea, liberando sustancias que
activan la respuesta inflamatoria, que de acuerdo a la intensidad de respuesta
y el sitio donde se produzca esta acción inflamatoria aguda, definirán las
manifestaciones variadas en el niño. El otro tipo de respuesta inflamatoria se
produce sin intermedio de ese anticuerpo; y se define por la respuesta
inflamatoria celular, generalmente del intestino ante la presencia de las
proteínas en su superficie. Así las manifestaciones pueden ser mediadas por la
inmunoglobulina E (anticuerpo) o sin mediación de esa inmunoglobulina.
Generalmente las
manifestaciones mediadas por acción del anticuerpo, se distinguen por ser de
aparición inmediata en los primeros minutos a dos horas después de la ingesta.
Estas reacciones pueden presentarse en la piel, garganta, sistema respiratorio,
digestivo, corazón y vasos sanguíneos. Pueden ser reacciones leves hasta
anafilaxia y muerte.
El dato más
relacionado son las manifestaciones de la piel, con enrojecimiento, ronchas y
piel hinchada, iniciando alrededor de la boca para extenderse después. El bebé
podrá expresar rechazo intenso a la toma de biberón con leche de vaca. Como
manifestaciones digestivas se presentan solo vómitos y/o diarrea. Como
alteraciones respiratorias podrá encontrarse tos, silbidos respiratorios y
dificultad respiratoria.
El cuadro más
grave (anafilaxia) causa dificultad respiratoria en los primeros minutos
después de la alimentación, acompañado de piel hinchada en todo el cuerpo. La
deficiencia de circulación sanguínea se instala en la primera hora de tomar la
leche, con disminución progresiva de la presión arterial, inconciencia y
muerte.
Las reacciones
no mediadas por el anticuerpo, usualmente tardan en manifestarse a partir de
las dos horas de la ingesta de la leche. Sus manifestaciones se relacionan a
datos de inflamación intestinal. Puede tener como manifestación aguda: vómitos
y diarrea en forma severa dos horas después de la alimentación, con
deshidratación secundaria, cansancio y en ocasiones: choque por la
deshidratación. En su afección crónica, se manifiesta en forma menos evidente
como regurgitación, diarreas ocasionales y falla para crecer. Si la inflamación
secundaria es más importante en alguno de los segmentos intestinales podrá
afectar generalmente después de los seis meses de vida. Cuando afecta la parte
inferior del intestino (colon y recto), se producen evacuaciones con sangre
sola o combinada con moco. Si afecta a la parte inicial del sistema digestivo
puede causar salida o escurrimiento de leche. Cuando afecta al intestino
delgado puede generar dolor de tipo cólico, que solo mejora al cambiar el tipo
de leche que consume. En raras ocasiones también puede causar estreñimiento; y
por último, pueden originar una combinación de alteraciones respiratorias con
digestivas.
También hay
cuadros que tienen participación de anticuerpo con reacciones no dependientes
del mismo. Incluyen irritación de la piel como dermatitis y la esofagitis que
puede manifestar dificultad para poder pasar el alimento al estómago, además de
dolor abdominal, vómitos, diarrea.
Esta enfermedad
por sus manifestaciones puede ser confundida con infección digestiva, alergia
no específica o mala alimentación. Notando que habrán alteraciones persistentes
cuando estos diagnósticos sean equivocados, debiendo considerar luego la
posibilidad específica de alergia a la leche. En otras ocasiones, el nombre de
la enfermedad puede ser confundido con el concepto de intolerancia a leche
(lactosa), que solo determina la deficiencia en la absorción del azúcar contenido
en su composición.
Para confirmar
la enfermedad, el médico complementará los datos de interrogatorio y
exploración, con estudios de laboratorio para comprobar la respuesta
inflamatoria alérgica en el bebé. Otra alternativa es suspender la leche
sospechosa y durante dos semanas por lo menos dar la leche adecuada, para comprobar
que con la ingesta de la leche de sospecha, nuevamente volverán a aparecer los
síntomas específicos.
El tratamiento
establece: suspender la fórmula comercial iniciada (o el seno materno por dos
semanas), para iniciar una fórmula que tenga las proteínas fragmentadas
(fórmula hidrolizada) o a base de aminoácidos (elementales), a fin de evitar la
recurrencia de la respuesta alérgica anormal. Para el caso particular de la
leche materna, durante su suspensión se deberá continuar extrayendo para eliminarse,
mientras la madre evita todo tipo de alimento lácteo o de sus derivados, para
poder ofrecer su seno al término de esas dos semanas; y cuidar durante el resto
de lactancia su dieta sin lácteos.
Como pronóstico
se establece que la mayoría de los niños con alergia a leche no mediada por
anticuerpo (IgE) toleran la leche a los dos años de edad. En los otros casos,
la tolerancia se adquiere de forma progresiva hasta en 90% a los 6 años de
edad. Todo bebé con sospecha de esta enfermedad, deberá recibir atención
especializada (pediatra o gastroenterólogo pediatra)… no lo exponga con
remedios caseros a complicarse.
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