Cataratas

El cristalino es un componente anatómico del ojo ubicado por detrás de la pupila (anillo que define el color de referencia general), que tiene características similares a las de un lente transparente, gracias a su composición  por proteínas y liquido especial. En ocasiones por alteración en sus componentes, puede causar cambios que modifican su transparencia produciendo una opacidad conocida como catarata, que condiciona deficiencia en la percepción visual en proporción a la opacidad y zona de afectación.
Así de acuerdo a la causa que determine la modificación, puede tener aparición durante el embarazo o posterior al mismo; por otra parte, puede tener afección a toda la estructura del cristalino o en alguna parte en especial, y por último, puede tener aparición en diferentes zonas (periférica, central, anterior o posterior).
Por su momento de aparición, se pueden considerar de tipo congénito (presente desde el nacimiento) o adquiridas (desarrolladas) posterior al nacimiento y en cualquier momento de su vida. En cuanto a su causa, ambas pueden ser condicionadas por factores metabólicos y/o infecciosos; mientras que en las congénitas se agregan las alteraciones genéticas, en las adquiridas se agrega la causa de origen traumático (lesiones oculares).
Aproximadamente tres niños por cada diez mil tienen el desarrollo de cataratas. Las cataratas de aparición congénita constituyen la segunda causa de ceguera, precedidas en el primer lugar por el daño a la retina (retinopatía) en los prematuros.
Durante el embarazo, algunas madres pueden desarrollar infecciones que pueden pasar por el filtro placentario, para causar daño a sus bebés en formación en diferentes estructuras corporales. La rubéola congénita, es una enfermedad que puede causar alteraciones oculares en el 30 a 60% de todos los afectados de infecciones durante el embarazo. La catarata es el resultado de la infección antes de la novena semana. Puede afectar a ambos ojos y en ocasiones se observa desde el nacimiento. Se distingue como una opacidad central blanca, densa y una opacidad menor en la corteza periférica. Otras alteraciones oculares que puede causar la rubéola son el glaucoma y deficiencia en la integridad ocular. Su prevención se establece con reactivación de la vacuna contra la rubéola durante la adolescencia o de preferencia antes de definir el primer embarazo.  
Como alteraciones del metabolismo, existe una en especial (galactosemia), que tiene alteración en la disponibilidad de una azúcar derivada de la leche (galactosa), por deficiencia en la producción de la enzima (galactasa) que en consecuencia favorece a que se acumule como sustancia tóxica (galactitiol) en algunos tejidos corporales; y en especial, afecta la composición del cristalino causando la catarata. Su afección a otros tejidos puede causar retardo mental, déficit de crecimiento y alteración en las funciones del hígado. Su desarrollo se presenta posterior al nacimiento, con la ingesta de leche materna o productos que contengan lactosa. En su tratamiento se establece suspender todo tipo de leche y ofrecer alimentación libre de ese tipo de azúcar. Otras alteraciones metabólicas que pueden causar cataratas, incluyen: la disminución del azúcar (hipoglucemia) en la etapa de recién nacidos y en especial con los niños prematuros.
Algunas enfermedades genéticas o cromosómicas asocian también esta alteración, entre sus diferentes malformaciones. Por citar como ejemplos: condrodisplasia, trisomías 21 y 13, displasia ectodérmica, Lowe, Pierre-Robin.
En otras ocasiones se relacionan por factores durante el embarazo, como: ingesta materna de esteroides o sulfonamidas, rayos X durante los primeros tres meses del embarazo, deficiencia vitamínica (A, B1, C, D) o deficiencia de ácido fólico.
En el caso de las cataratas adquiridas, pueden ser secundarias a infecciones especiales o problemas metabólicos en que el daño se efectúa de forma progresiva. Las causas traumáticas se producen ya sea por un trauma contuso o penetrante, que daña al cristalino en su integridad o compromiso en el aporte de sus nutrientes, causando que la catarata se forma de una manera muy rápida después del trauma, o bien, que tarde hasta meses o años en desarrollarse la presencia de la mancha blanca, que se va incrementando de forma progresiva, comprometiendo la percepción visual de forma similar.
El sistema visual o la ruta de comunicación entre el ojo y el cerebro, se desarrollan hasta alrededor de los 7 años de edad. Durante este periodo los ojos necesitan producir una imagen clara de los objetos para que el sistema se desarrolle completamente normal.
Si un ojo está enviando imágenes desenfocadas y no muy claras al cerebro, el cerebro aprenderá a ignorar estas imágenes, para favorecer las imágenes que envía el “ojo bueno”.  Esto impide que el sistema visual se desarrolle adecuadamente en el “ojo enfermo”. A esto es a lo que se le llama “ambliopía” u “ojo flojo”. La ambliopía puede dar como resultado una pérdida de la visión total de un ojo. Con las cataratas congénitas unilaterales, el cerebro tiende a confiarse en el ojo que está sano y aprende a “cerrarse” del ojo que le manda una visión reducida. En estos casos, puede ser muy difícil estimular al sistema visual para que se desarrolle también en el ojo con la catarata. Si un bebé tiene cataratas bilaterales, el sistema visual se desarrollará, pero quedará limitado y puede dar como resultado una pérdida de visión permanente. Las cataratas bilaterales pueden ser causa de disminución visual en ambos ojos o incluso de ceguera.
Para establecer que un niño al nacimiento o en sus primeras semanas de vida, pueda tener esta alteración, se le notará: un color blanquecino en la zona que habitualmente tiene coloración negra de la pupila (en el centro del iris). La madre puede notarlo al momento de darle el seno cuando establece su contacto visual. Otra manifestación que puede hacer sospechar este cuadro, es la falta de fijación y seguimiento a la iluminación o a un objeto cercano, que en forma habitual, puede realizar un niño de dos meses; o en etapa posterior, con la presencia de un movimiento de vaivén ocular, en forma de oscilaciones rítmicas repetidas de sus ojos (nistagmus). Cuando la catarata no es total, usualmente no están presentes estas alteraciones y se pueden encontrar cuando el médico realiza una exploración ocular, dentro de su valoración integral.
Cuando la catarata se presenta en ambos ojos, el bebé parece no estar visualmente consciente del mundo a su alrededor. También suele detectarse ante la falta del brillo habitual de “ojo rojo” al proyectar la luz o en algunas tomas fotográficas.
Cuando el niño ya es mayor, puede referir como manifestaciones: la pérdida progresiva de la visión, señalando que tiene la visión nublada, desenfocada, como si mirara a través de un velo; y esta alteración, no se modifica con la colocación de lentes en graduación variable o con filtros específicos. La pérdida de la visión se refiere en inicio bajo condiciones variables de iluminación, pudiendo relacionarse con poca iluminación o en zonas de luz solar intensa. También se señala como datos de alteración, la pérdida de tono en los colores.

Esta alteración ante su sospecha, deberá ser valorada de forma inmediata por el especialista en oftalmología (de preferencia pediátrico), para considerar si requiere su extracción quirúrgica o si puede mantener solo vigilancia con tratamiento específico. Cuando se extrae la catarata puede emplearse en forma transitoria lentes para corregir la graduación o aplicar lentes intraoculares. La revisión de rutina por oftalmología debe ser al nacimiento, al año, tres años y medio y a los cinco años. No sospechar este cuadro, puede condicionar limitación visual y deficiencia en el aprendizaje de su hijo…   

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