Síndrome metabólico

La palabra síndrome hace referencia al conjunto de manifestaciones alteradas, que como síntomas nos refiere un paciente o el familiar de un niño, asociando a una serie de anormalidades corporales en forma de signos, con una causa común que los originan.
Luego, el síndrome metabólico no es más que un grupo de factores de riesgo del sistema cardiovascular, asociados con alteración en el metabolismo del nutriente más habitual (glucosa), acompañado ​​por factores adicionales, que incluyen: obesidad visceral, inflamación crónica generalizada y disfunción celular. Estos, son riesgos que comienzan cada vez más en la niñez y la adolescencia, a partir de un empleo excesivo de la acción de la insulina, ante el aporte abundante y frecuente del azúcar presente en la mayoría de los almidones y azúcares, que incrementan de forma directa el riesgo a desarrollar enfermedades crónicas en edades tempranas con un mal pronóstico.
Su desarrollo se establece a partir del exceso en el aporte de azúcar que, en forma secundaria, forza a la insulina a introducir al metabolismo celular en forma adicional o forzada. La célula, empieza en forma progresiva a ofrecer resistencia al efecto de la insulina y no acepta el ingreso de esa azúcar que, en esa forma, empieza a incrementar su concentración en la sangre, y para regularla, el metabolismo la acumula en otra estructura química alterna (en forma de grasas) que, por circulación sanguínea empieza a acumularse en células (adipocitos) alrededor de los órganos contenidos en el abdomen y tórax. Sus componentes celulares que los contienen empiezan a liberar en forma posterior, sustancias proinflamatorias que afectan a la función celular, produciendo mayor liberación de sustancias grasas dañinas, que afectan la función de estructuras celulares (mitocondrias) relacionadas con empleo de oxígeno a nivel celular, produciendo daño celular progresivo. Esta respuesta inflamatoria y daño respiratorio celular asocian luego predisposición a resistencia de los vasos sanguíneos, con hipertensión secundaria y disfunción celular con mayor afección a nivel hepático que, en tiempo prolongado, son factores predisponentes para enfermedades cardiacas, vasculares, hepáticas y del metabolismo (diabetes, anormalidades en niveles de grasas).
En edades tempranas el síndrome metabólico manifiesta cambios orgánicos de forma anticipada que, en tiempo posterior, terminarán causando posibles alteraciones graves e irreversibles en la persona afectada, como: diabetes, infartos, hipertensión arterial, coágulos, insuficiencia hepática y renal. Por lo que hallar alteraciones correspondientes al síndrome metabólico en etapa temprana, puede influir a corregir la evolución hacia esas enfermedades graves, considerando que se asocia y desarrolla durante el proceso de sobrepeso y la obesidad.
Sus criterios específicos se aplican por el desarrollo corporal del individuo, a partir de los diez años de su edad y toma en cuenta los factores que, al alterarse, ya pueden considerar el desarrollo de manifestaciones de afectación a la función celular y, posible inicio de daño orgánico a tejidos específicos, bajo la alteración de síndrome metabólico. 
Se incluyen: índice de masa corporal, la circunferencia del perímetro abdominal, datos de resistencia a la insulina, cifras de presión arterial y niveles de grasas séricas Se considera viable de síndrome metabólico, a quien cumple con tres de estas alteraciones.
El índice de masa corporal es la relación que considera el peso de una persona en kilogramos, dividido por el cuadrado de la estatura en metros, que no debe rebasar un límite definido por edad y sexo específicos, a fin de mantener la proporción de su grasa con relación al desarrollo corporal. Sus valores anormales, sirven para establecer la condición de desnutrición, sobrepeso, obesidad y como valor excesivo, estará la obesidad mórbida, que ya está relacionada con enfermedades crónicas metabólicas o incluso, con riesgo potencial de fallecimiento ante eventos cardiovasculares súbitos.
La medición del perímetro abdominal es importante, como indicador del contenido de grasa en las vísceras abdominales; ya que a partir de ella, se liberan mayores cantidades de ácidos grasos libres y sustancias específicas, que favorecen la respuesta inflamatoria en forma más significativa, comparativa a la grasa subcutánea de otras partes corporales, por lo que la acumulación de este grasa, expresada en especial por el diámetro de cintura con valores diferentes para talla, edad y sexo, puede ser un mejor predictor de los futuros factores de riesgo vascular.
Como datos de resistencia a la insulina y de incremento de ella, se podrán encontrar cambios en la piel por proliferación celular en zonas de pliegues, a partir del estímulo hormonal que modifica también su coloración, generando placas obscuras simétricas de aspecto aterciopelado, principalmente en cuello y axilas. Con estas lesiones, justifica comprobar los niveles sanguíneos de sustancias específicas, como: glucosa e insulina, que, con valores elevados establecen la confirmación de esta condición.
Otro criterio para considerar son las cifras de presión arterial, que se modifican por la acción de la insulina sobre el sistema nervioso y efectos a nivel renal, generando valores elevados, que se consideran como compatibles, cuando algunas de las cifras de presión arterial son mayores al valor ubicado hasta en el 90% de la población específica para sexo, edad y estatura, en tablas de registro especiales.
Los niveles sanguíneos de grasas ante su acumulación corporal y trastorno en la química celular alterada, establecerá que son compatibles para asociar con síndrome metabólico, cuando el colesterol y los triglicéridos alcanzan un valor elevado y hay una disminución importante de las lipoproteínas de alta densidad a valores específicos de edad y sexo.
Otros datos adicionales, para considerar ya como los efectos secundario al proceso inflamatorio crónico establecido por el síndrome metabólico, se valoran a nivel del hígado, en donde producen una respuesta inflamatoria crónica que se expresa con elevación en sus pruebas de función hepática; y que, al paso del tiempo puede generar atrofia e insuficiencia. A nivel hormonal en las mujeres, asocia el desarrollo de síndrome de ovarios poliquísticos. Es natural que los marcadores inflamatorios sanguíneos se notarán con elevación de su reporte de concentración sanguínea.
Así ante todo niño o adolescente con datos de sobrepeso y/o de obesidad, se deberán considerar estos parámetros para integrar la posibilidad del desarrollo de síndrome metabólico, a fin de establecer medidas que puedan remitirlo y evitar el desarrollo de las enfermedades cardiovasculares y/o hormonales señaladas, que afectarán su pronóstico.
Cabe señalar, que la mejor manera de reducir la prevalencia del síndrome metabólico, en el futuro, es prevenir la aparición de obesidad entre niños y adolescentes. Esto incluye esfuerzos para fomentar un estilo de vida activo desde una edad temprana y, preservar los niveles de actividad física entre los niños más pequeños (antes de la disminución habitual de la actividad durante la adolescencia). También incluye mantener el consumo de alimentos frescos y evitar los alimentos excedidos de calorías.
En cuanto a su tratamiento, las intervenciones se han centrado en modificar las elecciones dietéticas, aumentar la actividad física y una combinación de ambos. El objetivo de estos es disminuir la proporción de energía ingerida, contra la energía gastada, principalmente para reducir el grado de obesidad central, que impulsa las anomalías metabólicas. En la dieta se sugiere un aumento en el consumo de frutas y verduras y una ingesta reducida de grasas saturadas en lugar de grasas insaturadas. (p. ej., aceite de oliva y otros aceites vegetales), así como una reducción en la ingesta de azúcar. Los aumentos de actividad física sirven para mantener o aumentar el gasto energético total ante una ingesta calórica reducida, recomendando al menos 60 minutos de actividad física de moderada a vigorosa entre niños y adolescentes en edad escolar y de preferencia …siempre bajo la asesoría médica y orientación nutricional específica.


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