Falla de medro

 

Es un término común para describir en general, la falta de aumento de peso adecuado en el proceso del desarrollo infantil. En forma más concreta de acuerdo con los datos de control de desarrollo físico, se asocia como: un peso para la edad, inferior a la última curva de peso mínimo, una disminución progresiva que rebasa más de dos curvas de su habitual, o menos del 80% del peso medio para su altura, que generalmente son datos fáciles de notar cuando se cuentan con las gráficas y registro médico correspondiente en los primeros meses de vida.
Se propone recientemente, cambiar de falla de medro, fracaso para progresar y otros, a falta de peso (FP), considerando que el aumento de peso deficiente con el tiempo está asociado con una ingesta inadecuada de nutrientes para satisfacer las demandas del cuerpo, para retirar el término fracaso o falla, que puede ser demasiado crítico para los familiares involucrados.
Su detección temprana es fundamental, al establecer que una pérdida de peso es un factor de riesgo importante de desnutrición. Por lo tanto, es esencial reconocer y evaluar los hallazgos de una FP optimizando la nutrición y tratando cualquier causa médica subyacente. Si no se trata, la FP puede provocar un retraso en el crecimiento y se ha asociado con retrasos en el desarrollo y otros efectos importantes a largo plazo en el niño en desarrollo. 
Múltiples estudios han demostrado que los efectos de la mala nutrición en el desarrollo cognitivo son más profundos en pacientes más jóvenes, especialmente aquellos menores de 2 años y aquellos con desnutrición más prolongada. La FP se asoció además de deficiencia de estatura, con una disminución del coeficiente intelectual, un aumento de los desafíos neurocognitivos o conductuales, como el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), problemas de aprendizaje y problemas de comunicación.
Para determinar su causa, se toman en cuenta si hay una afección médica orgánica subyacente, una disminución de la ingesta calórica por una causa inorgánica o ambas. La causa más común, asocia una ingesta calórica inadecuada para respaldar el aumento de peso por causas inorgánica. Los ejemplos podrían incluir mezcla inadecuada de fórmulas infantiles, suministro inadecuado de leche materna o dificultad con la transferencia de leche al pecho, falta de conocimiento de los padres sobre volúmenes de alimentación adecuados, rechazo de la alimentación o alimentación selectiva del paciente u otros comportamientos alimentarios desadaptativos, inseguridad alimentaria y, con menos frecuencia, problemas de los padres. abuso o negligencia.
Después de considerar las etiologías orgánicas contra las   inorgánicas y cómo podrían superponerse, el segundo marco útil es pensar en tres grandes categorías de por qué un paciente puede no ser capaz de satisfacer las necesidades calóricas de su cuerpo: ingesta calórica inadecuada, aumento de las pérdidas calóricas y/o aumento de las demandas.
La ingesta disminuida puede ser secundaria a causas materiales u orgánicas, dejando como ejemplos orgánicos a bebés con malformaciones o limitaciones digestivas (reflujo, píloro hipertrófico, etc.) En el aumento de las pérdidas se incluyen los trastornos de absorción intestinal como alergias a proteínas de leche, fibrosis quística, inflamación intestinal, déficit de absorción de proteínas; y ya como aumento a las demandas metabólicas se refieren en especial, enfermedades crónicas cardiacas, renales, anemias, tumores, infecciones, etc.
La pérdida de peso puede afectar a niños de todas las edades, géneros y etnias. Sin embargo, se diagnostica con mayor frecuencia en niños menores de 2 años. Su incidencia está entre el 5% y el 10% de los niños evaluados en países con buenos recursos. En cambio, en los entornos de menores recursos, la incidencia de la FP puede ser mucho mayor; algunas estimaciones oscilan entre el 20% y el 30% de los pacientes pediátricos. 
La mayoría (hasta el 86% de los casos) de FP se atribuyen a una ingesta calórica inadecuada, la mayoría de los cuales están relacionados con causas inorgánicas. Los casos restantes se atribuyen a afecciones médicas orgánicas subyacentes con enfermedades agudas, trastornos gastrointestinales, endocrinos, genéticos y otros trastornos inflamatorios sistémicos como causas más comunes, por lo que es importante contar con orientación nutricional adecuada.
Si bien la FP puede afectar a cualquier niño, ciertos pacientes corren un mayor riesgo y tienen mayor probabilidad de padecerla: pacientes con antecedentes de prematuridad, bajo peso al nacer, retrasos en el desarrollo, anomalías congénitas y/o enfermedades crónicas/sistémicas.
En todos los casos de FP en su estudio, debe considerarse siempre una evaluación adicional para determinar la etiología asociada que, causa el aumento de peso inadecuado y evaluar el riesgo potencial de desnutrición.
Al evaluar las posibles etiologías subyacentes que contribuyen a que un paciente tenga FP, es importante reconocer el aspecto multifactorial de esta afección y la posibilidad de superposición entre etiologías inorgánicas y orgánicas. Se recabarán datos como referencia de alimentación, donde aparte de las características de los alimentos, también se describan datos sociales, culturales, religiosos o particulares (familiares) que puedan influir a la ingesta. Se deben proporcionar datos de las características del material digestivo eliminado ya que podrá informar sobre alguna posible alteración orgánica, condiciones del nacimiento, desarrollo y antecedentes médicos que, junto a referencia anormal en funciones de sistemas comprometidos, pueden establecer una enfermedad posible asociada. Incluir también los antecedentes familiares médicos y condiciones especiales sociales, para identificar la dinámica familiar, maltrato, exposiciones ambientales, medicamentos, etc.
Ya con los elementos anteriores conocidos por el médico, la revisión corporal del paciente le permitirá tener sospecha de alguna posible afección orgánica particular para revisar, además de no descuidar el resto de la exploración que pueda ofrecer datos adicionales a su estudio.
La evaluación de la deficiencia de peso emplea el registro adecuado de diferentes mediciones corporales para integrar el diagnóstico de una forma más completa y poder establecer con eso un manejo más específico.
Ya enfocado al estudio de alguna enfermedad orgánica particular, se realizarán  estudios de laboratorio y/o gabinete que mejor considere el médico responsable -luego de la revisión del paciente-, para poder definir alguna causa presuntiva específica, que puede enfocarse a un órgano o sistema afectado (digestivo, urinario, sanguíneo, etc.) que pueda afectar al empleo de las calorías ingeridas o su incorporación orgánica, para que al determinar todos los factores involucrados, permita establecer el mejor plan terapéutico a fin de tener un buen resultado.
Esta detección debe realizarse en los primeros meses de vida para evitar que la deficiencia de peso no afecte su desarrollo posterior y, ante un tratamiento más temprano, la recuperación de su salud podrá evitar deficiencias funcionales o secuelas específicas.
No es raro pensar que las causas inorgánicas sean el resultado de negligencia o incluso abuso de los padres, pero es más frecuente una falta de educación de los padres, malas habilidades de alimentación u otros comportamientos alimentarios infantiles desadaptativos y la falta de recursos (de los padres) para apoyar una alimentación adecuada. Solo se deberá considerar la negligencia, en los casos en los que se especifica que el tratamiento recomendado beneficia al paciente, supera los riesgos conocidos del tratamiento y que el cuidador comprende y tiene acceso a la recomendación, pero decide no actuar, para que en siguiente ocasión se recurra a áreas de servicio social o aviso a autoridades asociadas.
Es muy importante el control adecuado mensual en el primer año de vida, para verificar este desarrollo de peso y ante su deficiencia, contar con la evaluación y respuesta inmediata.

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