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Alimentación en los primeros meses de vida.


La alimentación en el primer año de vida, juega un papel fundamental en el desarrollo metabólico futuro del individuo. Es a partir de las prácticas que tenemos como podemos condicionar la posibilidad en la etapa adulta o mayor de complicaciones tan especiales como infartos, coágulos, diabetes, hipertensión; y en etapas intermedias alteraciones como sobrepeso, obesidad, resistencia a la insulina, alergias, asma; y en etapas tempranas cuadros digestivos e intoxicaciones.
En nuestro medio, tenemos en particular la deficiencia en la práctica de una alimentación sana, y solo consumimos los alimentos en forma exclusiva por el sabor agradable al paladar o por su aspecto. Es raro encontrar familias en donde la preparación de una comida, sea planeada en relación al consumo calórico y la distribución de los nutrientes correspondientes.
En la medida que los conocimientos se adquieren, es posible identificar situaciones y mecanismos que anteriormente no se conocían y que su aplicación, influye para evitar las complicaciones que pueden persistir de forma habitual.
Lamentablemente en un ambiente social, las costumbres que perseveran con el tiempo, adquieren ante esta práctica, la condición de ser consideradas como leyes y el tratar de modificarlas involucra ir en contra de esa sociedad y por consecuencia, estar actuando de forma inadecuada a los principios tradicionales.
La ubicación de nuestra población infantil a nivel mundial, entre los primeros lugares de alteraciones nutricionales de sobrepeso y obesidad, es motivo de revisión en las prácticas de alimentación que se realizan desde los primeros días de vida del niño.
El tamaño del estomago puede ir creciendo desde el momento en que se continúa la alimentación a libre demanda y sin horario especial. En los primeros quince días la alimentación se indica en esta forma para favorecer la producción láctea y recuperación del peso que de forma normal pierden todos los niños en esos primeros días. El horario posterior de cada tres y luego cada cuatro horas esta relacionado al tiempo que tarda en vaciarse el estómago. Solo se deberá de cuidar en dar al recién nacido la cantidad de tiempo necesario para satisfacer su cavidad estomacal, que se define retirando de la succión al momento de disminuir la velocidad, ritmo o intensidad de la succión y no dejarlo hasta que el niño deje totalmente de succionar, ya que con esto se empieza a condicionar crecimiento de la cámara gástrica; y para aquellos casos en que se recurra a la leche artificial, se podrá calcular la cantidad de acuerdo a su peso normal para su edad (20-25ml por kilo de peso por toma) como cantidad máxima. El estomago que empieza a crecer mal en los primeros meses será desproporcionado el resto de su vida.
El inicio de otros nutrientes, se ofrecerá en el momento en que la velocidad de su desarrollo muestre que no es adecuada, y no definirlo por una fecha teórica.
El aporte de azucares en exceso, puede empezar a alterar el funcionamiento de la insulina desde esa edad. Las proteínas pueden causar reacciones que en futuro se relacionan con alergias.
Los tés no se recomiendan por riesgo de condicionar intoxicaciones con el alcaloide (químico natural) que libera la planta al hacerse hervir en el agua y que en el niño, se concentra en forma excesiva, al haberse preparado de forma general como si fuera para el adulto. El reconocimiento de las alteraciones es difícil para los padres al no tener conocimientos médicos. El té causa en los niños: incremento de la frecuencia cardiaca, irritabilidad neurológica expresada con llanto intenso y sin causa aparente e incluso convulsiones; a nivel del riñón mayor frecuencia urinaria que puede deshidratarlo; en sistema digestivo, menor frecuencia de movimientos intestinales y estreñimiento o distensión por acumulación de gases por citar algunos de los mas comunes.
La práctica de la alimentación en los niños puede ser considerado como un trabajo experimental cuyos resultados solo se pueden establecer a largo plazo. En esta definición, hasta el momento a nuestro país los resultados no son favorables y ante la evidencia del error cometido en años anteriores, en los médicos que atendemos a la alimentación de los niños, y sus familiares encargados de ofrecerla, está la responsabilidad de mejorar los resultados del futuro.