Mostrando entradas con la etiqueta BABEO EN EL NIÑO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta BABEO EN EL NIÑO. Mostrar todas las entradas

Babeo en el niño

Se establece cuando existe una expulsión no intencionada de la saliva a través de la boca. En términos médicos recibe el nombre de sialorrea.
Aunque esta salivación puede estar presente en forma transitoria en niños sanos, su manifestación persistente o súbita, puede estar relacionado con diferentes condiciones anormales en edades específicas. Su relación habitual se establece con niños que tienen deficiencia en el desarrollo neurológico; y de forma secundaria, puede establecer un señalamiento social de marginación, que se influye por cuestiones higiénicas, cosméticas, complicaciones médicas y consecuencias psicosociales
En su desarrollo, se pueden involucrar diferentes procesos que pueden actuar en forma aislada o en combinación, que incluyen: una producción excesiva de saliva, incapacidad para poder contenerla y/o una deficiencia en el mecanismo para poder tragar la saliva. De forma específica cada uno de los factores mencionados puede tener origen variado, de los cuales haremos referencia en esta ocasión, para orientar de forma apropiada a su identificación y mejor tratamiento.
La saliva normalmente se produce principalmente de tres pares de glándulas, que ubicadas de acuerdo a su nombre, son: las sublinguales, submaxilares y parótidas, que se localizan por debajo y delante del lóbulo del lóbulo de la oreja (por dentro de la parte vertical del maxilar inferior). Cada una de estas estructuras produce cantidades y composiciones variadas. Las parótidas, producen cerca del 20 a 25% de la saliva total y en su composición incluyen secreciones acuosas, que son importantes para realizar la masticación y efectuar la deglución. Las submaxilares, generan una saliva acuosa que humedece el interior de la boca, en forma continua y es responsable del 65 a 70% de la producción total. Las sublinguales, son las que producen menor cantidad, pero su composición es más gruesa y sirve para cubrir y proteger los dientes. Otras glándulas en el paladar, mucosa de la boca y de la lengua, producen menor cantidad. Se calcula que un niño de seis kilogramos puede producir 90 ml de saliva al día, uno de seis años: medio litro al día y uno con peso de 50 kg es capaz de generar un litro al día. Por estimulación adicional, la producción de saliva puede llegar a incrementar hasta seis veces el valor normal, a partir de una mayor generación por las parótidas.
De manera natural la producción de saliva por las glándulas señaladas, se incrementa a partir del tercer al quinto mes de vida. Durante este periodo es normal la aparición de salivación excesiva, que se modifica por la capacidad de producción, deficiencia en la integridad anatómica de factores de contención como ausencia de dientes, e inmadurez del mecanismo de la deglución de esta saliva, que se hace diferente al mecanismo de ingesta de leche, que se precede con los movimientos de la succión o por su cantidad ofrecida en una postura determinada, mediante dispositivos como cuchara, jeringa o vasito. Así, mientras un adulto tiene la capacidad de estar deglutiendo su saliva de forma inconsciente, en promedio de cada cuatro a seis minutos en el día y de cada siete a ocho minutos por las noches, los bebés solo tienen capacidad para realizar su deglución, en promedio de cada quince a veinte minutos, por lo que toda la saliva que no traga, es natural que salga y escurra de su boquita.
El babeo involuntario en los niños se considera en periodo normal hasta los dos años de edad, en que sus piezas dentales podrán efectuar mecanismo de contención; y por otra parte, se cuenta ya con un mecanismo de deglución de la saliva ya bien desarrollado. La exacerbación del babeo durante este periodo, se puede considerar como normal, al generarse principalmente por la estimulación sensitiva, por el brote dental y estímulos sensitivos de la lengua, pero al paso del tiempo con la eficiencia oclusiva entre los maxilares se dará la remisión espontánea.

De forma natural, la salivación también se incrementa ante la presencia de alimentos agradables al paladar, olores de alimentos atractivos, sensaciones placenteras y también en forma anticipada a procesos de dolor. Incluso, basta solo el recordar el sabor agrio del limón, para que de inmediato se incremente la salivación como mecanismo reflejo.
El babeo anormal en un niño puede presentarse por diferentes causas, que en forma general podemos señalar por incremento en la producción de la saliva: como efecto secundario debido a alimentos específicos, medicamentos, tóxicos, alcaloides, abuso de sustancias y condiciones emocionales. Por defectos en el mecanismo de la deglución: alteraciones musculares y del sistema nervioso, retardo mental, lesiones de boca o garganta, alteraciones esofágicas, reflujo gastroesofágico y condiciones genéticas.
Existen algunos datos relacionados, que permiten sospechar la causa particular de la salivación excesiva en un niño particular. Si su presencia se nota desde el nacimiento, se le relaciona con alteración obstructiva del esófago, o bien, con posible abuso de sustancias de la madre durante el embarazo. Si se desarrolla en un momento específico y se mantiene por un periodo prolongado, se deberá de sospechar de alguna infección bucal o efecto secundario al consumo de algún medicamento, drogas o toxinas. El babeo de larga evolución y presente desde los primeros tres meses de vida, podrá considerar alteraciones neuromusculares o retardo mental. Cuando se sospecha de algún alimento especial, se podrá comprobar al observar su respuesta cuando se ofrece en su consumo.
Algunas enfermedades asocian manifestaciones particulares, para llegar a sospechar el cuadro de origen. Se sospechará asociado con la inflamación respiratoria (epiglotitis) al notar al niño con ronquera, dificultad respiratoria y ruido de esfuerzo al introducir el aire. Cuando hay dificultad para poder tragar y dolor intenso de la garganta, además de fiebre muy elevada, se podrá considerar acumulación de pus en anginas o herpes. Si se refiere asociado con tos, sensación de atragantamiento, arcadas, vómitos y dificultad respiratoria, se podrá pensar la existencia de un cuerpo extraño en el conducto hacia el estómago. Cuando se manifiesta desde la época de sus primeros dos años, relacionado con regurgitación de leche o alimento, tos y deficiencia en su desarrollo físico, podrá suponer como causa la enfermedad por reflujo. Cuando se acompaña de lagrimeo, sudoración, dolor de cabeza, mareos y calambres, se podrá considerar una posible intoxicación con venenos raticidas o algunos hongos venenosos. Al asociarse con dificultades durante la alimentación, sudoración excesiva, desmayos, insensibilidad al dolor, lenguaje con palabras arrastradas, podrá corresponder a una enfermedad de tipo familiar por alteración de función neurológica. Si manifiesta movimientos repetitivos, alteraciones respiratorias con momentos de incremento y en otros de ausencia, estreñimiento, pérdida de peso, chuparse o morderse el dedo y tos nocturna, podrá corresponder a un tipo particular de epilepsia. Cuando se asocia con deficiencia en el desarrollo de habilidades motoras y sociales se considera el retraso mental.
Al momento de acudir a la revisión médica, se determinarán los datos anteriores y se buscará en la exploración física al paciente, datos específicos para considerar la causa. Una vez establecida la condición posible, se podrán justificar auxiliares de diagnóstico con estudios de laboratorio, gabinete o evaluación por otras subespecialidades de ser necesarios, para definir el tratamiento que a cada caso corresponde.
Las consecuencias que trae este cuadro, involucran: el rechazo social por su aspecto, mayor ansiedad al paciente, cuidados higiénicos adicionales y constantes, para evitar mal olor y la posibilidad de maceración de los tejidos cercanos e infección secundaria.

Identificando la causa y con la experiencia del especialista asociado, es posible mejorar y controlar el cuadro, que le puede ofrecer mejor aspecto y estabilidad al paciente, ya que la angustia y el estado emocional lábil del paciente puede incrementar la salivación.