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Los berrinches


Durante el desarrollo del comportamiento de los niños, hay momentos en que se enfrentan a situaciones donde no se sienten satisfechos, cómodos o complacidos; y muestran ante ello, actitudes variables para expresarlo de forma impulsiva, dominante y exigente, en una serie de actos que se identifican finalmente por cualquier persona como berrinches o rabietas.
Los berrinches forman parte de una fase el aprendizaje de los niños en su comportamiento, para poder enfrentarse a las frustraciones que se le forman en el ambiente donde se relacionan, y que en la medida que dominan establecen la formación de su auto control emocional.
Generalmente, los niños manifiestan los berrinches porque quieren que se les compre algo, porque no quieren seguir las reglas que sus padres les están dando, porque  quieren comer algo en particular, y porque han entendido el significado de la palabra “no”, por lo tanto comienzan a utilizar esta palabra siempre que quieren hacer valer su opinión. A  edades tempranas (1 a 2 años) es cuando se hacen más visibles estas conductas. No son normales si se educa y enseña adecuadamente a los niños.
Cuando vemos a un niño mayor de dos años de edad haciendo un tremendo berrinche, y los vemos que son sumamente voluntariosos, pensamos habitualmente: es un niño consentido, mal educado y que está manipulando a sus padres.
Lamentablemente en muchos casos esa es la razón por la que el niño está haciendo berrinches: porque la poca o nula educación y disciplina es lo que refleja ese estado de conducta.
Cuando un niño manifiesta su berrinche y alguno de los padres cede a la exigencia del niño para calmarlo, se le refuerza al niño esa actitud, ya que para el queda la evidencia que mediante esos berrinches puede conseguir todo lo que quiera.
Cuando el niño empieza a hacer berrinches, muchos padres de familia empiezan a actuar de una manera muy extraña. Pareciera que se trata de un asunto en donde no hay un adulto presente. Muchos padres no saben cómo enfrentar esto, y actúan de una forma poco adecuada.
Parece curioso pero cuando los niños empiezan a hacer berrinches, los padres hacen su propio berrinche y parece una competencia, por un lado el niño llora y patalea y por otro el padre grita y le da nalgadas, y no sabes a quién irle, pareciera una competencia. Al final va a ganar el niño verdadero.
Mucho influye el comportamiento mismo que los padres han tenido previamente con los hijos y la actitud que se manifiesta al momento de las rabietas. Debemos recordar que los mismos padres sirven como ejemplo de conducta para el niño, y ante una actitud de desesperación de los padres, se les enseña a comportarse de forma similar. Por eso, se recomienda de preferencia que en esos momentos de desesperación de los niños, se deberá de mantener una actitud, calmada, consistente, consciente y en control evidente para señalarle al niño la capacidad de poder dominar las emociones, ya que la angustia y el enojo de los adultos, solo conseguirá enseñar e incrementar los que el niño ya tenga.
La clave para responder a los berrinches infantiles son la comprensión, la acción y la orientación.      
Para comprenderlos, se debe tomar en cuenta que los niños están más propensos a los berrinches cuando se sienten cansados, enfermos, aburridos, excitados, temerosos ó hambrientos y esto permite siempre recapacitar en las condiciones que vivieron antes de manifestar el berrinche para considerarlos. Cuando reconocemos y respondemos al estado de ánimo de nuestros niños, podemos prevenir y manejar los berrinches más efectivamente.
Los berrinches de los niños pueden ser voluntarios o involuntarios. Cuando comprendemos qué tipo de berrinche estamos presenciando, podemos manejarlos mejor.
Los berrinches voluntarios tienen el propósito de llamar nuestra atención o manipular nuestra decisión. Respondamos a éstos demostrando que la rabieta no ha de funcionar como desearían. Podemos distraerlos, ignorarlos durante la rabieta y atenderlos en cuanto se tranquilicen, o implementar aislamiento, separándonos de ellos (no encerrándolos) y dejarlos solos en proporción de la edad de ellos en minutos (3 años de edad, tres minutos sin que los acompañemos). No recompensemos estos berrinches ofreciéndoles atención, aunque sea negativa, ni cediendo ante los pedidos o reclamos, por más inconveniente o desagradable que le resulte la rabieta. Comuniquemos mensajes como:“Cuando te calmes, te atenderé,” “Te escucharé cuando hables sin gritar.”
Los berrinches involuntarios demuestran que el niño no puede regular, manejar, o verbalizar sus emociones efectivamente. Son más comunes en niños en las etapas tempranas de su desarrollo, especialmente si no pueden expresarse con palabras. Respondamos a éstos ofreciéndoles consuelo, ayuda, y ejemplos de cómo expresar sus sentimientos y hablar sobre la situación. Abrazarlos, mecerlos, y cantarles suavemente puede ayudarles. Comuniquemos mensajes como: “Parece que te sientes frustrado y quiero ayudarte; dime lo que necesitas,” “Estoy aquí, cuéntame qué pasa y cómo te sientes.”
Para prevenir berrinches, evitemos la prisa, el desorden, y situaciones que tienden a precipitar rabietas, tales como ir a tiendas muy llamativas o llevar a los niños a mandados aburridos. Preparémonos para los períodos de espera con juguetes, libros, meriendas, y siestas. Formemos normas claras de conducta, estableciendo incentivos para motivar a los niños, y consecuencias positivas y negativas según los comportamientos.
Durante el berrinche, evitemos que los niños se lastimen a sí mismos, a otros, o que destruyan objetos. Digámosles lo que vamos a hacer. Pidamos ayuda si necesario. Después del berrinche, discutamos el incidente y planifiquemos para situaciones similares futuras. Implementemos consistentemente las consecuencias acordadas. Seamos claros en la información y actuemos de forma objetiva relacionada: “si no me obedeces, no te haré caso de ninguna de tus palabras” (y actuar de forma relacionada cumpliendo la advertencia para que la entienda).
Reconozca, celebre, y premie al niño cada vez que éste responda sin berrinches y rabietas en ocasiones que tienden a precipitarlas.
Al final, considere que cada niño es muestra de lo que aprende en el ambiente familiar y si desde el principio se limitan de forma adecuada sus acciones, no se dará oportunidad a hacer crecer sus decepciones iniciales. Enséñele al niño que puede tener capacidad para resolver sus propios problemas buscando siempre alternativas y le dará herramientas para su vida futura más estable emocional.