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Esclerodermia juvenil

Es una enfermedad que se presenta en los menores de 16 años, que se caracteriza por producir un engrosamiento y adherencia de la piel a los planos más profundos, disminuyendo su capacidad funcional y de elasticidad.
Incluye una serie diversa de variantes, que para fines de simplificación, se dividen en dos grupos principales. Las llamadas localizadas o morfeas, afectan exclusivamente a algún segmento de la piel y no incluyen otros órganos del cuerpo. Esta variante de la enfermedad es la más frecuente en los niños; y por otra parte, la esclerosis sistémica que además de afectar a la piel, llega a alterar a otros órganos internos; y ocurre con menos frecuencia en la infancia.
De la esclerosis sistémica hay formas especiales, que se identifican de acuerdo a la localización de las zonas dérmicas incluidas; o bien, de los órganos internos afectados, que en especial incluyen del sistema digestivo al esófago, intestino delgado y grueso; pulmón, riñón, corazón y menos frecuente: el hígado.
La aparición de esta enfermedad no está condicionada por un factor específico. Tiene causas múltiples que actuando sobre factores genéticos desde antes del embarazo y de forma recurrente, llegan a  modificar la respuesta inmunológica, que alterada, es capaz de producir reacciones inflamatorias especiales en algunos tejidos, que pierden sus condiciones biológicas previas, por exceso de material de cicatrización.
El factor de riesgo más importante para padecer la esclerodermia sistémica, es tener un familiar que sufra la enfermedad. Con esta condición, el riesgo se incrementa de 13 a 15 veces sobre la población general.
La esclerodermia localizada, se identifica principalmente por la existencia de una zona endurecida de la piel (morfea), descolorida, que cuando afecta a las articulaciones puede producir rigidez y tensión evidente. De acuerdo a sus características puede considerar diferentes variantes.
La morfea en placas, se presenta como una placa de coloración rosa azulada, que se va extendiendo en forma excéntrica, dejando la parte central endurecida y que progresivamente va tomando una coloración nacarada. En tiempo de evolución más avanzado, se nota una zona dura no dolorosa, redondeada de color porcelana, rodeada de un margen violáceo.
En forma de gotas, son pequeñas manchas redondeadas deprimidas, de color blanco nacarado, con diámetros con superficie lisa y brillante, que no superan 1 cm. Más frecuentes en cuello, hombros y parte alta del pecho.
Morfea generalizada, que se constituye por múltiples placas, grandes y numerosas, con mayor predominio en el tronco corporal, abdomen y los muslos.
Otras variantes de morfeas, son las de tipo lineal o en forma de bandas, que en general son unilaterales y sin evidencia del anillo violáceo a su alrededor. Pueden seguir un trayecto transverso al tronco o longitudinal a la extremidad. Una forma especial en la cara, se extiende por la frente desde el cuero cabelludo a la ceja, en forma triangular en color marrón y en ocasiones con alteraciones asociadas a los elementos incluidos: atrofia de la piel, hundimiento óseo, cambio de coloración, pérdida de cejas o pestañas, canas en mechones o alteraciones oculares.
Una forma especial muy agresiva puede presentarse durante la infancia, es la morfea esclerosante que llega a producir gran rigidez e impotencia funcional de la región afectada en alguna extremidad. Puede formar úlceras.
La esclerodermia sistémica puede provocar la formación de cicatrices en la piel, articulaciones y de órganos internos. Los síntomas pueden ocurrir un poco diferente en cada niño y pueden incluir: dedos hinchados (como salchichas) y después pálidos y adelgazados que pueden mostrarse entumecidos cuando se exponen al frío del ambiente o durante una situación de alteración emocional. Inician con palidez progresiva en las partes más alejadas de los dedos, cambiando luego a coloración morada. Piel tensa, brillante, más oscura en áreas grandes, que puedan causar malestar con el movimiento. Dolor en las articulaciones, endurecimientos en prominencias óseas. Dedos, muñecas o codos inmovilizados y aspecto congelado por el engrosamiento de la piel. Llagas o úlceras presentes en los dedos y nudillos de las manos. Ruidos como de raspado por los tejidos inflamados de la piel o mucosas internas, rechinado articular cuando los tejidos inflamados se desplazan. Cicatriz del esófago, que en forma progresiva puede causar dificultad a la deglución; y por último, alteraciones pulmonares que pueden limitar su capacidad respiratoria y en otras ocasiones insuficiencia cardiaca o del riñón.
La variante sistémica es menos frecuente que se pueda presentar en edades pediátricas. Puede tener manifestaciones similares a las formas adultas pero existen diferencias que son significativas para su pronóstico en comparación con los adultos: al momento de su confirmación diagnóstica, no hay afección a muchos órganos, con excepción de la alteración articular. En las formas juveniles son menos frecuentes la afección a los riñones, presión arterial, pulmones y la movilidad articular. En cambio, la afección cardíaca es más frecuente que en el adulto.
Se estima que solo el 10% de las esclerosis sistémicas en general, se inician antes de los 16 años de edad, pero el 50% de esos pacientes tienen sus manifestaciones antes de los diez años de edad. El predominio de la enfermedad, es femenino en proporción 3:1 después de los ocho años.
Para considerar la presencia de esta forma sistémica, se debe completar criterios médicos específicos, donde se tiene que incluir en forma primordial el endurecimiento de la piel en una zona corporal relacionada con el tronco o próximo al mismo, con sensación de sequedad o de comezón, con dos alteraciones al menos de afección sistémica, que pueden incluir: endurecimiento de los dedos, disminución de la apertura de la boca, cambios de coloración en dedos, dificultad a la deglución, reflujo gástrico, hipertensión arterial, dolor renal, dificultad respiratoria, debilidad cardíaca, limitación articular, dolores musculares, alteraciones de la sensibilidad o funciones motoras de nervios,  estudios de laboratorio específicos que sean positivos, además de la revisión de los vasos muy pequeños de la circulación (capilares). Las complicaciones pueden incluir en forma posterior: convulsiones, deficiencias de aprendizaje, alteraciones visuales y en pronostico malo: alteraciones respiratorias y cardiacas.  
Como medidas generales en su tratamiento, se recomienda mantener una buena hidratación de la piel, evitando todas aquellas condiciones que resequen la piel como el frío, la exposición solar prolongada, lavados de manos o duchas repetidas. Aplicar cremas con alto contenido en lanolinas, glicerina y urea, geles de aloe vera al 100% o geles de baño a base de avena. Otra medida a considerar es la terapia física a realizar para evitar limitaciones articulares o afecciones cutáneas, incluyen: ejercicios respiratorios, ejercicios con las manos o dedos y/o de apertura bucal a evitar estenosis.
Por la naturaleza de la enfermedad, este cuadro puede ser detectado por el médico general o el pediatra, pero debe tener manejo específico con el reumatólogo pediatra, a fin de poder emplear medicamentos que controlen y eviten la actividad autoinmune, que desencadena y mantiene la evolución progresiva de la enfermedad y que disminuya el endurecimiento de los tejidos. Se pueden asociar a su manejo el dermatólogo, traumatólogo, especialistas en imagen (ultrasonido, radiólogo, endoscopía) nefrología, gastroenterología, cardiología, neurología, psicólogo y nutriólogo de acuerdo a los órganos involucrados de forma específica.

Es una enfermedad no habitual, pero conocerla puede ayudar a evitar complicaciones…