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Laringotraqueitis


“Todo comenzó por la mañana como cualquier otro catarro, con algunos estornudos y luego escurrimiento de la nariz, de un moco transparente en cantidad parecida a la de otras ocasiones de gripa. Por la tarde noté que el niño de tres años, empezaba a hablar con una voz ronca, y hasta me pareció divertido oírlo hablar en esa forma, por ratos parecía tener sus ojitos rojos, y fue suficiente motivo para que recurriera al mejor de mis medios de tomar la temperatura, y le colocara el dorso de mi mano en su frentecita, que solamente se sentía un poco calientita. En ese momento lo oí toser por primera ocasión, y me llamó la atención oírle una tos diferente a la de otras ocasiones, por notarse ahora con un sonido más grueso, pero como fue un acceso muy corto, no le di la importancia necesaria. Seguí las labores que tenía que realizar en la casa y al momento de llegar a cenar con la familia, me di cuenta que ahora el niño tenía dificultad para poder hablar y se le escuchaba poco su voz, lo cual me inquieto en un momento, pero sabiendo que era ya de noche, me propuse llevarlo por la mañana muy temprano a la consulta con el doctor. Cenamos y el niño solo probó algunos bocados y volvió a toser pero ahora con una tos parecida a la de un perro, lo cual me acabó por convencer que para mañana era muy importante llevarlo a la consulta, pero para no ser tan confiado volví a tocar su frente que ahora ya tenía un poco de mas temperatura y mejor decidí a darle aquellas gotas que siempre me han recomendado para cuando el niño tiene fiebre y nos fuimos a dormir. Apenas teníamos tres horas de habernos acostado, y hasta nuestro cuarto se empezó a oír los accesos de tos cada vez más frecuentes e intensos del niño, pero junto con ellos se agregaba otro ruido adicional, que era señal que ya le costaba trabajo meter el aire a sus pulmones y en la medida que pasaba el tiempo, se hacía más constante e intenso; ya algo asustado por todos esos datos, procuré revisarlo algo que pudiera distinguir o tratar de mejorar para ayudarlo; pero al verle su pecho, se le conocía que tenía dificultad para respirar por hundirse sus espacios entre las costillas. No lo pensé más y en ese momento decidí irme a buscar atención médica al primer servicio de urgencias público o privado que encontrara en el camino, sin importarme ya la cantidad que pudiera gastar en recuperar su salud, porque en ese momento ya le notaba al niño, su mirada desesperada y hasta un poco de color morado en su boquita, que junto con los ruidos que se hacían más frecuentes e intensos, fueron haciendo crecer mi angustia por la incertidumbre de poder perder a mi hijo. Encontré en poca distancia el servicio de urgencias, en donde puse al tanto a la enfermera que nos recibió y de inmediato mandó llamar al médico, mientras empezaba a revisar los signos vitales de mi hijo. Luego de un interrogatorio breve y revisión rápida, el médico me informó que mi hijo tenía inflamación en las cuerdas vocales y regiones cercanas a ellas, que tienen importancia por ser la zona por donde el aire pasa hacia los pulmones, pero por lo hinchado que ya estaba esa parte era necesario, ponerle una inyección de inmediato para evitar que se siguiera hinchando más y de esa forma favorecer el paso del aire a los pulmones por esa vía que se estaba haciendo muy angosta, y también me dijo que era necesario ponerlo a respirar un poco de aire frío por medio de un aparato especial para poder llevar ese tipo de humedad fría a esa parte del cuerpo, con el propósito de hacer que los vasos de la sangre que estaban muy abiertos y dejaban salir algo de líquido a los tejidos y causaban mas inflamación, con el aire frío se disminuyeran de calibre y favorecer de esa forma que empezara a disminuir lo hinchado de esa parte. Confié en todo eso y luego de la inyección y la respiración de ese aire frío, fui notando como poco a poco iban disminuyendo de intensidad y frecuencia los ruidos anormales de su respiración, y las costillas volvían a tomar sus movimientos habituales, la voz mejoraba y con el amanecer también llegaba a mi ser la tranquilidad de haber logrado evitar, una evolución fatal para esta enfermedad…”
Este relato previo, nos da la idea de cómo se comporta la enfermedad conocida como laringotraqueitis, que es una inflamación progresiva, causada por una variedad de virus o de algunas bacterias donde  generalmente su evolución es de forma más rápida, y que potencialmente puede causar la muerte de un niño, al momento que causa el cierre de las vías respiratorias a nivel de las cuerdas vocales y de sus partes cercanas. Es una enfermedad con mayor incidencia durante el final del otoño y en los comienzos de invierno, en la cual es muy importante comprobar la forma cómo evoluciona, ya que cuando se asocia con fiebre elevada, progresión muy rápida (horas) y amenaza para la vida, hace sospechar en la causa bacteriana que obliga a la aplicación de antibiótico ante  el riesgo de progresar la enfermedad en el paciente; y el otro, de diseminar la enfermedad en la comunidad en donde convive, y evitar que tengan relación con otros para evitar la diseminación de la enfermedad. En los casos de causa viral el comportamiento es un poco más lento (uno a dos días) pero en etapas finales también con riesgo de comprometer la respiración natural.
En su convalecencia es normal que persistan algunos datos respiratorios como tos de menor intensidad o escurrimiento nasal hasta por una semana. Puede causar recurrencias de acuerdo a otros virus que lo pueden hacer repetir hasta los cinco a seis años de edad.
Esta enfermedad puede también mejorar en parte, al momento de que el niño es llevado a consulta en la madrugada y tiene oportunidad de respirar el aire frío por periodo prolongado; o en su casa, al respirar el aire por arriba de un recipiente que tenga hielos.
Es conveniente no exceder en confianza y preferible llevar a la atención temprana de los síntomas respiratorios de los niños en temporada de frío.