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Linfoma


La palabra linfoma hace referencia a los cánceres que se originan en el sistema linfático del organismo. Este es el sistema del cuerpo responsable de combatir las infecciones y mantenerlo sano. Está formado por las anginas (amígdalas), adenoides, el bazo, la médula ósea y las cadenas de ganglios linfáticos (masas redondeadas de tejido que se encuentran en todo el cuerpo). Si bien muchos tipos de cáncer pueden propagarse al sistema linfático, el linfoma en realidad comienza en las células del sistema linfático propiamente dicho. Su manejo corresponde al oncólogo y hematólogo pediatra.
Los linfomas se dividen en dos grandes categorías, en función del aspecto de sus células cancerosas (malignas). Estos dos grupos son el linfoma de Hodgkin (o enfermedad de Hodgkin) y el linfoma no Hodgkin. Juntos, representan el tercer tipo de cáncer más frecuente en la población infantil.
El de Hodgkin se define por la presencia de unas células malignas específicas, en los ganglios linfáticos o en otro tipo de tejido linfático. El síntoma inicial más común de este linfoma, es un agrandamiento indoloro de los ganglios linfáticos ubicados en el cuello, la axila o la ingle. Afecta de forma más frecuente en los primeros años de la vida adulta (adolescentes y jóvenes).
Si el cáncer afecta a los ganglios linfáticos ubicados en el centro del pecho, la presión asociada a la inflamación de estas glándulas puede provocar una tos persistente e inexplicable, falta de aliento, problemas de circulación sanguínea entre el corazón y el resto del cuerpo. Aproximadamente un tercio de los pacientes presenta otros síntomas inespecíficos, como cansancio, falta de apetito, comezón o urticaria.  Son frecuentes también la fiebre de origen desconocido, sudoración nocturna y la pérdida de peso.
El linfoma no Hodgkin puede aparecer a cualquier edad durante la infancia, pero es inusual en niños menores de tres años. Tiene una frecuencia ligeramente mayor que el linfoma de Hodgkin en los niños menores de 15 años. En este tipo de linfoma la célula maligna es un tipo específico de glóbulo blanco (linfocito) que se concentra en los ganglios linfáticos y en ocasiones puede confundir su cuadro con una leucemia llamada linfocítica, siendo la diferencia la forma como se afecta la médula ósea; en el linfoma la médula ósea suele verse muy poco afectada o no afectada en absoluto, mientras que en quienes padecen leucemia, la médula ósea resulta extensivamente afectada.
Estos dos tipos de linfomas suelen ocurrir con más frecuencia en personas que padecen ciertas deficiencias graves de su sistema inmunológico que pueden ser heredades desde el nacimiento o adquiridas por un virus (como el VIH) o que han recibido tratamiento para suprimir el sistema inmunológico como en los pacientes que se han trasplantado de algún órgano. También sin hallar una relación evidente se consideran en posibilidad, los niños que han recibido tratamiento de radio o quimioterapia para desarrollar linfomas en una etapa posterior.
En la mayoría de los casos, ni los padres ni los niños pueden controlar en absoluto los factores que causan linfomas. La mayoría de los linfomas se deben a cambios (mutaciones) no hereditarios (errores) en los genes de las células sanguíneas en proceso de crecimiento. No se atribuyen en forma directa a condiciones ambientales.
Para detectarlo o sospechar, se establece que en una consulta de revisión del desarrollo del niño, o ya con síntomas referidos, es posible que el médico perciba los ganglios linfáticos agrandados; y en forma adicional, otros signos por la extensión de la afección. Ante esa posibilidad se deberá revisar en forma intencionada el pecho, utilizando un estetoscopio para detectar alteración de ruidos respiratorios, la palpación del abdomen podrá establecer si hay dolor abdominal o agrandamiento de algunas estructuras en su interior y establecer si hay líquido acumulado.
En forma más habitual, los ganglios se encuentran aumentados de tamaño en respuesta secundaria a la mayoría de las infecciones; y de acuerdo a su causa específica, puede ameritar manejo con antibiótico y/o antiinflamatorio. Al ceder el cuadro, el ganglio en forma progresiva disminuirá a su tamaño normal.
Se podrá sospechar de alteración en el ganglio, cuando al paso de dos meses no haya disminución del tamaño; y mucho más, si hay incremento mayor o se asocia con otros ganglios en crecimiento en ese periodo de tiempo. Ante esta evolución, el médico puede plantear el estudio del tejido mediante el proceso de biopsia, que se puede hacer mediante una punción por aspiración por medio de una aguja hueca, o extraerlo por una pequeña incisión bajo anestesia.
La revisión de este tejido por el especialista (patólogo) establece el diagnóstico definitivo. En caso de comprobarse compatible a linfoma, se realizaran estudios adicionales para verificar su clasificación específica, extensión y alteraciones asociadas, a fin de determinar su tratamiento adecuado. Estos estudios incluyen muestras de sangre, tejidos adicionales o estudios de imagen, para establecer la magnitud de la enfermedad. En base a estos hallazgos, se podrá definir el tratamiento individual.
En su tratamiento se emplean medicamentos especiales (quimioterapia), que tienen por función: destruir de preferencia las células cancerosas sin afectar a las células normales. Estos medicamentos pueden causar efectos secundarios por la destrucción, eliminación de células cancerosas o por modificar funciones químicas normales en el organismo. Además de la quimioterapia también se puede recurrir a la radioterapia, que consiste en el uso de radiaciones de gran potencia, para reducir los tumores e impedir el crecimiento de las células cancerosas, que se aplican de acuerdo a las características del linfoma.
Estos recursos terapéuticos no están exentos de riesgos y efectos secundarios. La quimioterapia intensiva para tratar los linfomas, afecta a la médula ósea, lo que provoca anemia y problemas hemorrágicos, así como un incremento del riesgo de padecer infecciones graves. Tanto la quimio como la radioterapia tienen muchos otros efectos secundarios, algunos a corto plazo (como caída del cabello, cambios en el color de la piel, mayor riesgo de contraer infecciones, náuseas y vómitos) y otros a largo plazo (como lesiones cardíacas y renales, problemas reproductores y tiroideos o el desarrollo de otro cáncer en una etapa posterior de la vida), que siempre se deberán comentar con los padres del niño.
A pesar de que la mayoría de los niños se recuperan del linfoma, algunos que padecen un linfoma muy grave, presentan recidivas (reaparición del cáncer). En estos casos, los trasplantes de médula ósea y de células se suelen encontrar entre las opciones de tratamiento desarrolladas más recientemente.
Durante un trasplante de médula ósea o de células madre, se administra quimioterapia intensiva con o sin radioterapia para destruir las células cancerosas residuales. A continuación se introduce médula ósea o células madre sanas en el organismo, con la esperanza de que este empiece a fabricar glóbulos blancos ya normales, que ayudarán al niño a combatir las infecciones.
Con la evolución de la medicina, se están desarrollando nuevos y prometedores tratamientos del linfoma infantil, que incluyen varios tipos diferentes de inmunoterapia, concretamente el uso de anticuerpos para administrar los medicamentos de la quimioterapia o las sustancias químicas radioactivas directamente en las células del linfoma. Este ataque directo a las células del linfoma es posible que evite, los efectos secundarios tóxicos que se presentan cuando la quimio y la radioterapia que se utilizan en la actualidad dañan los tejidos normales y no cancerosos del organismo.
Tome en cuenta la posibilidad de esta alteración, si hay crecimientos ganglionares…