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Miedo a la fiebre


Es común que uno de los primeros signos de enfermedad que afectan a los niños, se exprese por la fiebre, y sea el motivo de su presencia particular o bien acompañada ya con otros datos de malestar, para justificar su asistencia a la revisión médica.
Por la forma como se expresa, inquieta a la mayoría de los padres a encontrar un tratamiento que la combata de forma directa, y la suprima a fin de recuperar el aspecto normal al niño. Se le tiene temor en particular a la que se presenta en niños menores de cinco años, por riesgo de causar convulsiones; que se manifiestan por coloración morada de la piel, sacudidas corporales, alteraciones en el ritmo respiratorio y pérdida de conocimiento, asociado con desviación ocular y falta de respuesta al medio donde se encuentra el niño, por la posibilidad de una lesión permanente cerebral; o en particular, por la sensación de percibir riesgo de muerte inminente con las alteraciones anteriores descritas. También se le tiene temor, por la forma como el niño expresa su malestar de la fiebre en ocasiones con apatía e indiferencia al medio, y en el otro extremo con llanto constante.
Pero la fiebre en su aparición tiene una justificación biológica natural. Aparece como parte de un proceso de defensa del organismo ante la invasión de microbios  o agresión por sustancias tóxicas que dañan a nuestro cuerpo; y por tanto, forma parte de la respuesta inflamatoria que elimina invasores, repone tejidos dañados y forma defensas contra agresiones futuras.  
Un niño se entiende que es un ser humano en desarrollo, y que si de igual forma va adquiriendo su habilidad progresiva en diferentes aspectos como el hablar, caminar o pensar; también el desarrollo del sistema de defensas (inmunológico), lo va adquiriendo al enfrentar sus infecciones iniciales que se expresan en formas variadas como sus primeras enfermedades en los años tempranos de su vida, y de la forma como sean tratados estos padecimientos, el desarrollo del sistema inmunológico irá adquiriendo capacidad variada de respuesta. 
Durante la enfermedad o infección en donde está la fiebre, ella le ayuda a frenar la capacidad reproductora de las bacterias y tener mejor funcionamiento de nuestras células de defensa, limita el daño evitando su propagación, favorece a la acción de diferentes sustancias que se encargan de destruir al invasor o bien de neutralizar algunas toxinas que los gérmenes liberan, contribuye a la estimulación de la reparación de los tejidos, ayuda a destruir a las células dañadas o invadidas por los microorganismos para evitar dañar a otras células cercanas, regula la actividad de una sustancia para frenar la reproducción de células normales cuando se alcanza el número adecuado para ser sustituidas, y de manera más evidente le hace consciente a la persona o niño, que se tiene una alteración orgánica que requiere de reposo de sus actividades habituales, para su recuperación.
Desafortunadamente en la mayoría de las ocasiones, se identifica de forma tardía cuando la temperatura ya ha alcanzado valores muy elevados y el niño acusa con malestar notorio su elevación. Es posible sospechar el inicio de la fiebre cuando un niño empieza por mostrar cambio en su comportamiento habitual y ante esto, una medida primaria adecuada de los padres de familia, sería  tomar el registro mediante un termómetro, y no de forma empírica a través de lo que perciben por la palma de su mano, tocando la frente o las extremidades del niño para saber si están calientes, ya que el niño en particular mientras es mas pequeño, tiene una distribución diferente de temperatura, y por tanto, se sentirá en temperatura aparente normal. Toda  temperatura normal de un niño tiene valores de 36 grados. El registro de 37 ya nos indica que hay incremento de la temperatura y es necesario continuar revisando de forma periódica para darle un mejor manejo. Se acepta como definición de fiebre, al registro de temperatura corporal externo en 38 grados o mayor.
Cuando se detecta a un niño con incremento de su temperatura pero sin fiebre, la mejor conducta para empezar a controlarla, es descubrir al niño de sus prendas, dejándolo en un lugar fresco, y continuar revisando la temperatura para comprobar su mejoría con regularidad de tiempo en cinco o diez minutos, y además ofrecerle una mayor cantidad de líquidos para que el agua en su interior funcione también como un regulador térmico.
Otra alternativa física para controlar la temperatura es el baño con agua tibia (22-26g), que se deberá de aplicar a todo su cuerpo el tiempo necesario hasta que su temperatura corporal sea menor de 37 grados, no dejándose influir por la referencia del niño de sentirse con frío y la manifestación de calosfríos, ya que son respuestas del centro regulador de la temperatura al detectar que se está perdiendo calor y el retirar al niño de este baño, le condicionará entonces mayor incremento de temperatura, sobre todo si seca y cubre con prendas gruesas ante la sensación de frío que expresa el niño, quedando entonces la idea que el baño con agua tibia no sirve. La aplicación de compresas húmedas en la frente solo le disminuirá la temperatura en esa superficie, pero el resto continuará con temperatura elevada (esa escena queda bien para eventos dramáticos como novelas, o películas, pero en la vida real, el manejo deberá de ser  adecuado).  
El empleo de medicamentos para la fiebre en los niños tiene el propósito de evitar que suba en forma excesiva y cause más molestias, además de evitar la complicación de la convulsión por fiebre en los menores de cinco años. Este tratamiento deberá permitir que la fiebre no tenga mucha elevación y que lleve a cabo sus funciones en las que interviene de forma favorable.
Algunos medicamentos para la fiebre, actúan de forma muy potente y la temperatura pueda bajar demasiado, y con ello la acción de la fiebre para limitar la enfermedad desaparece y esto puede condicionar que algunos cuadros aparentemente mejoren en sus manifestaciones iniciales, pero terminan complicándose con cuadros más severos, como ejemplo un cuadro de infección en la garganta termina complicándose con infección en los pulmones, o bien una infección del oído termina complicándose con infección del cerebro, siendo el tratamiento un factor adicional a otros que puedan motivar a esta evolución. En cambio, si se permite la acción de la fiebre por algunos momentos y en valores tolerables para el niño, el cuadro dará molestias en los primeros tres días como máximo y posteriormente la recuperación e obtiene de forma progresiva sin complicaciones. Esto es importante que lo conozcan y entiendan los familiares de niños para evitar que tomen iniciativas para complicarlos y que manejen la fiebre de forma adecuada.
El manejo de la enfermedad febril con el tratamiento indicado por el médico; hace lucir en algunos medicamentos, la leyenda de advertencia por el laboratorio fabricante de evitar su empleo en menores de dos o de un año, por no tenerse comprobación experimental de los efectos que se pueden tener en el desarrollo inmune y tumoral de estos niños en el futuro. La asociación de los medicamentos para la fiebre con otros  deben ser entendidos por los familiares ya que toda fiebre no necesariamente requiere de antibióticos al ser la causa en la mayoría de las infecciones, las causas virales (microorganismos mas pequeños que las bacterias que se desarrollan dentro de la célula, mientras que las bacterias se multiplican sin necesitar de la célula y generalmente terminan invadiendo los sitios donde se encuentran las células o bien las destruyen).
¿El niño que presenta convulsiones por fiebre puede tener consecuencias futuras? La mayoría de los niños que tienen características normales de desarrollo, tienen buen pronóstico para las convulsiones febriles y generalmente no tienen consecuencias en su desarrollo neurológico y salud mental futura. Quedan solo en riesgo los niños que tienen antecedente familiar de epilepsia, los que tuvieron falta de oxígeno al nacer, niños con malformaciones congénitas (desde el nacimiento), aquellos con antecedente recurrente de convulsiones por fiebre que deberán de requerir supervisión especializada.
Su médico le informará sobre la evolución natural de la enfermedad, y se deberá de comprobar su evolución hacia la mejoría con las medidas indicadas y el tratamiento correspondiente.