Mostrando entradas con la etiqueta TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO. Mostrar todas las entradas

Trastorno obsesivo compulsivo

Es una alteración del comportamiento que se inicia en la etapa escolar o adolescente, y se caracteriza por ser un trastorno de ansiedad; en donde a menudo, los niños no pueden dejar de preocuparse por diferentes circunstancias, sin importar lo mucho que quieren tener esa preocupación. Su inquietud con frecuencia los obliga a comportarse de manera repetitiva.
Es frecuente para los niños que padecen el trastorno obsesivo compulsivo, que alguna situación especial puedan percibirla como perjudicial, dañina, mala, sucia y en general: como un concepto negativo de los principios inculcados en ambiente familiar o social. Se altera su pensamiento, y se llena de imágenes que causan miedo y/o preocupación constante, a pesar de su deseo natural de no querer pensar en ellos de forma obligada, desencadenando fuertes deseos de realizar algunas maniobras repetitivas, con la finalidad de evitar alguna consecuencia (imaginaria) negativa, o con el propósito de lograr un objetivo más seguro o limpio.
Se le considera como obsesión a toda idea, impulso, imagen o pensamiento recurrente que no son generados de forma voluntaria, y se refieren como conceptos que invaden la conciencia y son vividos como repugnantes o sin sentido.
Las compulsiones son conductas repetitivas, que se realizan bajo una secuencia similar con el propósito aparente de poder lograr un fin especial. El acto compulsivo se realiza con la sensación obligada de tener que realizarlo, a pesar de la resistencia propia que se presenta en su inicio.
Las obsesiones más habituales que experimentan los escolares y adolescentes son: la necesidad de mantener los objetos de su ambiente bajo un orden, precisión o configuración simétrica específica; miedo a la contaminación o adquisición de enfermedades, gérmenes y/o suciedad; preocupación por los desechos corporales, cuestiones relacionadas a la buena y mala suerte, preocupación por enfermedad de familiares, angustia ante estímulos sensitivos especiales, inquietud extrema por su aspecto corporal, cuestiones religiosas detalladas o extremas.
De las compulsiones derivadas de sus obsesiones, se pueden encontrar como asociadas: ordenar y arreglar los objetos de forma frecuente en lugares específicos, rituales de aseo frecuentes e intensos como bañarse varias veces al día, lavarse las manos a cada instante, acudir frecuentemente al baño para eliminar excretas, conductas estrictas para evitar la mala suerte y adquisición de amuletos o secuencias especiales para tener buena suerte, estar pendiente de acciones que puedan causar enfermedades en los familiares, evitar su asistencia a lugares donde se generen estímulos especiales (ejemplo: empleo de gafas oscuras), cambios frecuentes de ropa y no emplear si un detalle mínimo es inconveniente, asistir de forma exagerada a eventos religiosos o realizar confesiones por cualquier situación, no tan meritoria de considerarse falta a su iglesia.   
Cuando se les pregunta su justificación para tener ese comportamiento, no proporcionan alguna explicación apropiada, y solo se concretan en señalar “porque sí”. Solo bajo esos pensamientos o actos logran tener relativa tranquilidad.
Esta alteración hace difícil la vida de los escolares o adolescentes, al igual que a sus familiares, ya que sus comportamientos ocupan a menudo una gran cantidad de tiempo y energía que no les permite poder realizar de forma adecuada sus actividades en la escuela o las tareas en su casa.
Los pacientes pueden sentirse con una autoestima baja, tener sentimientos de culpa o de frustración, al darse cuenta que son incapaces de poder controlar sus propios pensamientos, o acciones repetitivas que ante los ojos de sus demás compañeros o familiares puede generar burlas y sensación de vergüenza, por los actos que realizan o los pensamientos que tienen de forma involuntaria, al darse cuenta que sus temores y sus actos obsesivos no son realistas, al no impedir que se desarrollen los acontecimientos temidos. Se sienten presionados por el tiempo, ya que sus actos le hacen perder (tiempo) en completarlos de acuerdo a todo su ritual completo compulsivo.
Esta alteración -hasta donde se conoce en forma médica-, no depende en particular de una iniciativa voluntaria del comportamiento de los niños o adolescentes. Está vinculada a una deficiencia en una sustancia, que sirve como mediador de la estimulación nerviosa (neurotransmisor) de forma específica. Cuando existe el bloqueo en el flujo de la estimulación (por la deficiencia del transmisor), el cerebro reacciona de forma anormal e interpreta la información de forma equivocada, enviando falsas alarmas de peligro; y el cerebro en lugar de eliminar esas falsas alarmas, hace que se detenga a considerarla con más atención, generando que el niño o el adolescente experimente incertidumbre y un miedo basado en algo no real.
Esta trastorno suele compartirlo uno o más miembros familiares del afectado, por lo que se considera que existe una predisposición hereditaria para desarrollarlo. La predisposición a su vez, puede ser desencadenada por situaciones sociales o familiares especiales. Se entiende luego, que este trastorno no es algo que el niño pueda detener o controlar por más que se esfuerce, y al igual que otros trastornos como el asma o una alergia, no es algo que ellos mismos sean capaces de iniciarlo o de poder controlar, ya que se trata de una enfermedad con predisposición genética.
Suele comenzar a manifestarse desde los siete a los diez años de edad. Puede progresar hasta la vida adulta, en donde el trastorno se vuelve más complejo en sus manifestaciones y en la respuesta al tratamiento. Se establece en forma estadística que cerca de la tercera parte de los adultos con este trastorno lo iniciaron durante su infancia. El inconveniente para detectarla en etapas tempranas, radica que el niño puede mantener oculto los síntomas a la familia, o al contrario, que la misma familia menosprecie este comportamiento, atribuyéndolo a su condición de “comportamiento infantil” que –según los padres-, al paso del tiempo se irá componiendo.
Se deberá de considerar que el niño tiene el trastorno, cuando las obsesiones y compulsiones tienen una duración mayor de una hora diaria, provocan angustia en el paciente e interfieren con sus actividades habituales.
Podrá usted sospechar que alguien tiene esta alteración, cuando exprese que tiene: preocupaciones, pensamientos, sentimientos, ideas o imágenes que le sean molestas. Cuando se lave las manos de forma muy frecuente, revise cosas en varias ocasiones, cuente hasta un número específico algunas actividades, coleccione cosas que los demás suelen tirar (botes, juguetes viejos, uñas, etc.), revisar que las cosas mantengan un orden especial, asegurar siempre que las puertas se mantengan bien cerradas y supervisarlas en varias ocasiones, evitar tocar objetos posiblemente infectados, tener ideas negativas frecuentes, y todas esas actividades, en donde si alguien participa modificando el ritual o la obsesión genere angustia, intranquilidad, frustración o molestia de forma excesiva.
Esta alteración disminuye el rendimiento académico durante la formación escolar, y en la etapa adulta condiciona alteraciones de comportamiento y de relación con el resto de la sociedad, por lo que es importante establecer el manejo en etapa temprana para tener un mejor resultado en su solución.
Se recomienda que la atención de este cuadro, sea realizado por el especialista en alteraciones de comportamiento infantil (paidopsiquiatra), psicólogo y/o neurólogo, como partes importantes de la atención multidisciplinaria, asociando terapeutas y pedagogos de acuerdo a las alteraciones de cada afectado. El tratamiento temprano dará mejores resultados…