El desarrollo de
habilidades en los niños se presenta en diferentes momentos, y son dependientes
del estado de salud y condiciones ambientales a las que se encuentren
influenciados.
Cada evento de
su desarrollo podrá tener etapas cronológicas específicas, que pueden
comprender periodos variados de algunos meses en desarrollarse, y ninguna de
ellas en particular, define su presencia de forma cronológica exacta.
De estos
señalamientos previos, podemos justificar que la mayoría de los padres pueden
tener incertidumbre, del momento más adecuado para empezar a enseñar a sus
hijos, el entrenamiento correspondiente, para que aprendan avisar e ir al baño
para eliminar su orina y/o excremento.
En forma
general, por las características del desarrollo que pueda ir alcanzando cada
niño en particular, se recomienda iniciar cuando el niño tenga entre 18 a 30
meses de edad. De forma más específica, cuando tenga en su desarrollo las
siguientes capacidades: expresar mediante gestos o palabras la necesidad de
eliminar sus excretas, entender palabras o conceptos relacionados con su orina
y evacuación, poder seguir instrucciones simples, percibir la sensación de
sucio y/o mojado, movilizar sus prendas de vestir, sentarse de forma segura en
el recipiente donde eliminará sus desechos; y de preferencia, que haya tenido
oportunidad de observar cómo realizan esos procedimiento sus hermanos mayores o
los adultos.
Como sugerencia
para poder inducir al control de la orina en el niño, se deberá de iniciar al
momento de advertir que el propio niño, manifiesta curiosidad o inquietud al
momento de sentirse mojado en su pañal; o bien, al momento de retirar su pañal
humedecido, permitir que nos acompañe a tirarlo al cesto de la basura del baño,
para que empiece a relacionar el acto de la micción con el sitio apropiado.
Pedirle que
trate de darse cuenta de la sensación de la vejiga urinaria llena, para que lo
llevemos antes al baño; o bien, reforzar la sensación que percibe en las
ocasiones que emita su orina mientras se baña. Retirar su pañal y descubrirlo
con intervalos de cada dos horas en las primeras dos semanas, para pedir que
intente orinar luego que ha pasado por lo menos media hora del consumo de
líquidos. Si logra emitir la orina bajo estas sugerencias, se le podrá reforzar
su respuesta mediante gestos o caricias agradables, para hacerlo sentir que ha
logrado algo que agrada a los familiares.
Posteriormente
se podrá estimular el tiempo de retención, llevándolo luego al baño con
intervalos de cada dos horas y media por dos semanas. Si lo consigue, se
llevará luego por otras dos semanas en intervalos de cada tres horas; y
posteriormente, en intervalos de cada 4 a 6 horas, hasta dejarlo que en forma
espontánea pueda orinar en forma libre, de acuerdo a sus actividades e ingesta
de líquidos.
Cuando se note
que ha conseguido mantenerse seco durante el transcurso del día, será el
momento de retirar el pañal durante la noche, pidiendo solamente que antes de
irse a dormir, acuda a realizar su micción. En caso de notar que se orina
durante la noche, se deberá de despertar a media noche para realizar su micción.
En caso de no
tener un control adecuado de su micción en la noche, o de tener aún
“accidentes” durante el día, se podrá recurrir a ejercicios especiales, para
estimular la contracción voluntaria del orificio en la vejiga para su micción:
mientras orina… se le pide al niño de forma súbita que deje de orinar, para que
retenga su micción de forma transitoria y para lograr el control voluntario se
le pide que vuelva a emitir su chorro de orina. Inicialmente se interrumpe una
vez durante la micción y en días siguientes hasta 2 a 3 ocasiones. Otra
alternativa, es darle de tomar líquidos en forma excesiva y pedir que aguante las
ganas de orinar lo más posible, hasta que sea inevitable su eliminación.
Para el control
de las evacuaciones, se sugiere: iniciar enseñando el material que elimina y
ensucia su pañal, haciendo descripción de sus características como
desagradables (relacionando con gestos y tonos de voz), para tirarlo en el
recipiente del baño haciendo “que despida” su evacuación. Se repite el proceso
durante cinco a diez días, en los que se aconsejará que avise al momento de
darse cuenta, primero: que está eliminando su evacuación; posteriormente, al
momento de percibir movimientos intestinales o “ganas” de evacuar.
Cuando se note,
que está en el momento justo de eliminar su evacuación -mediante maniobras de
distracción-, se le acomodará en el recipiente del baño donde se le pedirá que
deje caer la evacuación, para “despedirla” más rápido de su cuerpo, reforzando
el logro conseguido mediante palabras, gestos o caricias agradables. En forma
más apropiada se reforzará el aspecto emocional, cuando avise: al momento de
sentir “las ganas” y realice la eliminación total en el baño.
Se puede ir
formando el hábito de la evacuación, a horas específicas que sean adecuadas
para su vida futura. Se sugiere de preferencia que se induzca a acudir a su
evacuación al terminar su cena o comida, para no interferir en actividades
escolares o laborales.
Para lograr el
control de los esfínteres de forma adecuada, se les insiste a los padres que
deben de tener confianza y paciencia a sus hijos, para ir consiguiendo el resultado
adecuado; en especial, sin presionar al niño o sin sentirse decepcionados por
comparar su desarrollo con otros niños. No es nada conveniente presionar al
niño para que adquiera el hábito; y mucho menos: ridiculizarlo, obligarlo o
pegarle, ya que esto causará que el acto lo relacione a condiciones de angustia
o temor. El dispositivo para este aprendizaje tendrá una altura que le brinde
confianza, y la ropa que debe emplear en esta fase será fácil de movilizar.
Conviene que permitan al niño, ver la forma como hacen estos actos los mayores -para
que por imitación-, se sientan confiados a repetirlo.
La motivación es
el factor decisivo en el aprendizaje, y puede generarse con expresiones de
júbilo o agradables para el niño. Cuando el proceso no consigue un buen
resultado, es suficiente con mostrar primero, una expresión seria o incluso
hasta de relativa tristeza, seguido de animar al niño en tratar de lograrlo en
la siguiente ocasión.
Como medidas
adicionales en la formación de estos hábitos, se deberá acostumbrar a los niños
a: tocar la puerta antes para saber si está ocupado el baño y respetar el
tiempo de quien lo ocupe, cerrar la puerta cuando lo utilice y al salir, permanecer
el tiempo necesario para una eliminación total del contenido, orinar o defecar
sin mojar o mancharse, emplear de forma adecuada el papel para la limpieza y su
eliminación adecuada, vaciar de forma adecuada el depósito de agua en tiempo
más prolongado para eliminar el excremento y en tiempo menor con la presencia
de orina.
Como medidas
higiénicas adicionales, se insistirá siempre: que antes de eliminar sus
excretas, de preferencia se laven las manos para evitar manipulaciones sucias
que puedan causar infección. Los niños levantarán el aro de la tasa, y
procurarán hacer caer el chorro de orina en su interior y evitarán las salpicaduras.
De ser posible, las niñas aprenderán a orinar con las rodillas lo más separadas
posible (o incluso de frente al depósito), para evitar escurrimientos al final
de la micción sobre sus genitales, y al emplear el papel higiénico cuidar que
no se queden residuos del mismo entre sus partes íntimas, ya que es factor para
producir flujos o infecciones.
Cuando al paso
del tiempo se note que no hay desarrollo adecuado en este control, es posible
considerar que exista una enfermedad primaria que los motive, y con esa
sospecha, se podrá acudir a la valoración correspondiente para su
identificación. De forma similar, cuando un niño ya ha tenido control adecuado
y de repente tiene deficiencia en su control, puede tratarse de una infección,
enfermedad o alteración de su condición emocional, que requerirá también de la
valoración correspondiente.
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