Los cálculos
biliares son pequeños objetos en forma y consistencia de piedras que se producen
cuando el líquido de la vesícula biliar se endurece. La presencia de cálculos
en la vesícula biliar se le llama en términos médicos: colelitiasis.
Normalmente, el
hígado produce la bilis, la cual es enviada en la primera parte del intestino
delgado para ayudar en la digestión. Entre las comidas, se almacena en la
vesícula biliar (en espera del siguiente momento de alimentación). La bilis
contiene agua y varias sustancias disueltas: colesterol, grasas, sales,
proteínas y un pigmento que proviene de la sangre conocido como bilirrubina
(que es producto de la transformación de la hemoglobina liberada en la
destrucción de glóbulos rojos). Cuando la bilis se almacena, pueden formarse
cristales al perderse el equilibrio especial entre la sustancia líquida y las diluidas,
formando cristales que en la medida que se acumulan, crecen y pueden ir
generando cálculos biliares en forma de pequeñas piedras que, por su tamaño,
obstrucción y asociar dificultad para el riego sanguíneo, pueden causar varias
molestias.
Aunque la
enfermedad de la vesícula biliar se ha considerado tradicionalmente como una
condición adulta, la prevalencia ha aumentado en la población pediátrica.
Existen diferencias étnicas para esta alteración. La frecuencia en esquimales y
africanos es casi de 0%, mientras que en los europeos y los indios americanos
el porcentaje se refiere de 30 a 70%. En nuestro medio, los reportes establecen
una incidencia de 1-1.5% pero este dato puede ser una subestimación, ya que su
manifestación de dolor abdominal puede ser confundido y pasar por desapercibido;
pero, por otra parte, cuando se realizan estudios de ultrasonido puede tener mayor
incremento en su detección.
Las causas se
relacionan con factores predisponentes, como enfermedad hemolítica (con
destrucción de glóbulos rojos), algunas enfermedades del hígado y/o de la
vesícula, la obesidad, nutrición endovenosa prolongada, la cirugía abdominal,
traumas, la resección intestinal, la enfermedad de Crohn, la sepsis y el
embarazo (en adolescentes) pueden llevar a una mayor incidencia de cálculos
biliares. Los factores de riesgo menos prominentes incluyen insuficiencia renal
aguda, ayuno prolongado, dietas bajas en calorías, pérdida de peso rápida y el
empleo de medicamentos como hormonales (anticonceptivos) y antibióticos por
tiempo prolongado como la ceftriaxona. Otras condiciones incluyen alteraciones
congénitas, que se pueden identificar en etapas tempranas de la vida con un
pronóstico grave por la complejidad asociada.
La enfermedad
hemolítica más frecuentemente relacionada con presencia de cálculos en la
vesícula es la anemia falciforme, en donde hay gran destrucción de los glóbulos
rojos que tienen forma anormal, liberando cantidades variables de bilirrubina.
Esto puede ser el primer dato para sospechar la enfermedad hemolítica; y a su
vez, se deberá de tomar en cuenta en todo niño con anemia de células
falciformes para considerar su existencia.
Los cálculos por
su composición pueden tener diferentes colores. Los de color amarillo (por
colesterol) son el tipo de cálculo más común en el adulto y los de pigmento
negro (por bilirrubina) son los más comunes en los niños (48%) que se forman
por enfermedad sanguínea con destrucción de glóbulos rojos (hemolíticas).
Siguen en frecuencia los cálculos de carbonato de calcio (blanco-grisáceo)
hasta en un 24%, mientras que los amarillos (de colesterol) representan solo el
21% en los niños por problemas hormonales y/o de obesidad. Los cálculos de color
marrón (por bilis y bacterias) son raros (3%) con mayor localización en
conductos biliares. La porción restante de los cálculos, consisten en cálculos
dominantes de proteínas (5%).
Se aclara que, en
los reportes de estudios de ultrasonido, pueden referirse microlitos que son
cálculos biliares con un tamaño menor de 3 mm, pero que son capaces de generar
alteraciones al quedar o poder quedar incrustados en conductos pequeños. Por su
parte, el lodo biliar solo se trata de un precipitado de cristales variados que
se encuentran incrustados dentro de la mucosa biliar en forma de un
espesamiento en su fondo.
Los cálculos y
microlitos son capaces de producir alteraciones cuando causan irritación
del interior (mucosa) de la vesícula biliar, con inflamación y dolor intenso
secundario.
Si un cálculo
biliar obstruye el conducto que da salida a la vesícula (cístico), produce
distensión e inflamación de la pared de la vesícula biliar (colecistitis
aguda), posible necrosis y perforación con derrame de bilis. Si los
cálculos biliares migran desde la vesícula biliar hacia el conducto cístico y
el sistema ductal biliar principal (en su trayecto hacia el intestino y/o el
páncreas), pueden ocurrir complicaciones adicionales, con mayor inflamación
biliar y pancreatitis (colangitis y pancreatitis biliar).
Contrasta la
referencia de alteraciones en el adulto con cálculos biliares, en donde una
gran proporción (80%) no refieren síntoma alguno, mientras que la población infantil
solo el 35-40% también están sin síntomas. La molestia más habitual en el grupo
sintomático dominante es el dolor en la parte superior derecha del abdomen,
especialmente después de las comidas, que suele estar acompañado de sensación
de náuseas y vómitos, que en forma habitual por los familiares y algunos
médicos son menospreciados, para considerar solo como infección digestiva o
trastorno transitorio.
Es difícil para
los niños más pequeños indicar claramente su dolor. Sin embargo, algunos niños
mayores pueden describir su dolor como: centrado en la parte superior derecha o
superior media del abdomen, extendiéndose a la espalda, de carácter agudo, tipo
calambre o leve, que va y luego regresa (recurrente). Que ocurre justo después
de comer y empeora después de comer alimentos ricos en grasas. Si un cálculo
biliar bloquea un conducto, el niño también puede tener algunos o todos estos
síntomas: náuseas, vómito, fiebre, escalofríos o sudores e ictericia con una
coloración amarillenta en piel y ojos con posibilidad de orina más concentrada
u oscura.
Deben considerarse
cálculos biliares cuando junto con el dolor abdominal referido, se asocien
factores de riesgo, como: enfermedad sanguínea, obesidad,
enfermedad crónica intestinal, antecedentes familiares de cálculos biliares
infantiles, nutrición parenteral, medicamentos y ayuno prolongado.
Ante la sospecha
de cálculos, el médico podrá considerar la realización de estudio de imagen
mediante ultrasonido que define su tamaño, ubicación y respuesta inflamatoria
asociada. Por el tipo de enfermedad asociada o considerando las complicaciones,
se establece la necesidad de retirar la vesícula biliar con técnica abierta o
mediante procedimiento laparoscópico, ambos bajo anestesia general. Bajo circunstancias
especiales, puede ser suficiente tratar el problema que lo condiciona sin
realizar cirugía.
La prevención
puede ser establecida en el paciente con sobrepeso o con obesidad, disminuyendo
el consumo de alimentos en alto contenido graso y la reducción progresiva de
peso, mediante realización de ejercicio apropiado y dieta específica. En
estudios específicos se ha encontrado que un aumento en el ejercicio reduce los
cálculos biliares sintomáticos en mujeres y hombres en aproximadamente un 20%.
Para aquellos
niños que se les encuentran cálculos en la vesícula y no tienen alteraciones,
requieren solo de una evaluación clínica periódica y control ecográfico. Si un
niño comienza a tener síntomas, o si se presentan complicaciones por cálculos
biliares, se justifica su evaluación por cirujano pediatra para su tratamiento
quirúrgico.
Si un niño
requiere extirpación de su vesícula biliar, por lo general no tiene ningún
efecto permanente en la calidad de vida del niño. La bilis simplemente va a
fluir desde el hígado directamente al intestino después de cada alimento.
Considere usted la
posibilidad que su hijo pueda tener un cálculo en la vesícula, si reúne algunos
de los datos descritos y acuda a la brevedad posible a su evaluación médica
para definir o descartar su tratamiento quirúrgico… puede orientar a otra
enfermedad.