Alteración del desarrollo de la coordinación


La coordinación motora, es el producto de un conjunto complejo de interacción entre los procesos mentales y actividades físicas, para lograr un movimiento propositivo con la precisión adecuada, que a menudo se dan por natural en los niños que se desarrollan en forma normal. Como parte del desarrollo es un proceso gradual que inicia y se perfecciona al paso del tiempo, en momentos diferentes a cada segmento corporal.  
Los movimientos suaves, específicos y precisos, tanto brutos como finos, requieren el funcionamiento armonioso de la información sensorial, el procesamiento central de esta información en el cerebro y la coordinación con las funciones cerebrales ejecutivas altas (p. Ej., Volición, motivación y planificación motora de un actividad). Es obvio que también se requiere el rendimiento normal del patrón muscular y esquelético. Todos estos elementos deben funcionar de manera coordinada y rápida para permitir movimientos complejos que involucren diferentes partes del cuerpo.
Cuando el proceso de la actividad motora del niño no va adquiriendo la coordinación adecuada y específica, al paso de tiempo habitual para cada segmento corporal, se podrá establecer sospecha en el desarrollo de su coordinación. Así, la persistencia de torpeza del movimiento establecerá una condición importante a detectar como anormalidad en el desarrollo de la infancia.
El desarrollo de la coordinación se realiza en la medida de la maduración nerviosa. En la primera etapa hay una actividad motora bruta y errática que no requiere información sensorial para su iniciación u orientación, que en su repetición estimula a otros centros (visión, reactividad, equilibrio, etc.) para una segunda etapa donde factores sensoriales y motores interactúan, dando como resultado patrones de contracción muscular específicos y complejos que caracterizan el movimiento fino, coordinado y dirigido a un objetivo control más apropiado. Participa de forma asociada la integridad y función muscular además de órganos de los sentidos para su realización normal.
Como causas se establecen en forma importante los antecedentes de ingesta de tóxicos durante el embarazo (alcohol, mariguana, tabaco, etc.) y en especial la prematurez.
Las alteraciones se hacen notorias durante la etapa preescolar, en donde habrá alteraciones motoras gruesas (músculos grandes) atrapar, correr, caminar, etc. o bien, motoras finas (músculos pequeños) en rasgos faciales, escribir, dibujar, etc.  
Durante el siglo pasado, se han usado muchos términos para describir a niños con comportamiento motor torpe. La amplia variación en el etiquetado ha dependido en gran medida de los antecedentes culturales o profesionales. Por ejemplo, los profesionales médicos usan términos médicos (p. Ej., Síndrome del niño torpe, apraxias o disfunción cerebral mínima), mientras que los profesionales educativos usan términos educativos (Ej., mal coordinados, problemas de destrezas de movimiento o incomodidad física).
Los niños con múltiples afecciones tienen el mayor riesgo de desarrollar dificultades de comportamiento con el tiempo. Estas dificultades de hecho tienden a persistir si no se lleva a cabo ninguna intervención. La intervención puede ser beneficiosa si se inicia durante los primeros años de vida, mientras el cerebro está cambiando dramáticamente y se están adquiriendo nuevas conexiones y habilidades. Así la detección no solo es importante, ya que una buena asesoría, es significativa en el pronóstico funcional futuro.
Los datos disponibles actualmente son insuficientes para permitir una definición clara de los parámetros de las dificultades de coordinación motora en los niños. Parecen existir varios grados de severidad y asociación con otras enfermedades. Algunos niños tienen solo una forma relativamente menor de descoordinación motora, mientras que otros tienen otras dificultades asociadas de aprendizaje, de atención y otras.
Para evitar confusiones, a nivel internacional un grupo especializado ha establecido los criterios que deben considerarse para definir a estos niños, que pueden incluir:
La adquisición y ejecución de habilidades motoras coordinadas que están por debajo de lo que se esperaría en una edad cronológica dada y la oportunidad para el aprendizaje y uso de habilidades; Las dificultades se manifiestan como torpeza (por ejemplo, caerse o chocar con objetos) y como lentitud e inexactitud en el rendimiento de las habilidades motoras (por ejemplo, atrapar un objeto, usar tijeras, escribir a mano, andar en bicicleta o participar en deportes).
Otro dato establece el déficit de habilidades motoras que interfiere de manera significativa o persistente con las actividades de la vida diaria apropiadas para la edad cronológica (p. Ej., Autocuidado y mantenimiento personal) e impacta la productividad académica y vocacionales, el ocio y el juego.
Es requisito que también la aparición de las alteraciones se encuentra en el período de desarrollo temprano del niño (no que se manifiesten posterior a un desarrollo normal).
Y, por último, que los déficits de habilidades motoras no puedan explicarse mejor por discapacidad intelectual o discapacidad visual y no son atribuibles a una enfermedad neurológica que afecte el movimiento (por ejemplo, parálisis cerebral, distrofia muscular o un trastorno degenerativo).
Esta alteración suele detectarse durante las visitas de control al médico -primeros tres años- en donde se valoran logros variados a diferentes edades, debiendo señalarse por el médico. En etapa preescolar, se sospecha con la referencia del niño que expresa su inconformidad a tareas específicas (ej. odio escribir, dibujar, bailar) o se notan torpezas especiales en actividades recreativas o domésticas específicas.
En ausencia de intervención, los niños con trastorno de coordinación motora tienden a tener síntomas que persisten desde la adolescencia hasta la edad adulta. Los niños que tienen problemas motores pueden tener más probabilidades de verse involucrados en accidentes, debido a la torpeza asociada; Sin embargo, no se ha demostrado que esta torpeza aumente la mortalidad.
Es posible que, junto con esta alteración se puede encontrar asociación con trastorno del habla y el lenguaje, trastorno de aprendizaje específico (especialmente lectura y escritura), problemas de falta de atención, incluido el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), desorden del espectro autista, problemas de conducta disruptiva y emocionales además síndrome de hipermovilidad articular (muy elásticos).
Algunos niños con trastorno de la coordinación se desmoralizan, desarrollan una baja autoestima y se retiran de las actividades diarias, incluidas las que involucran tareas motoras (por ejemplo, dibujar o escribir). Pueden desarrollar una sensación de ser diferentes. En algunos casos, se cree erróneamente que los niños que muestran conductas de abstinencia están mal motivados, son flojos o no están dispuestos a hacer el esfuerzo de hacer un buen trabajo.
Los familiares de estos niños y los médicos encargados de su evaluación deben estar alertas y ser sensibles a los signos y síntomas de abstinencia emocional que surgen del miedo al fracaso y la sensación de desesperanza del niño, para considerar esta afección.
Los niños que tienen baja autoestima y que aceptan la premisa de que son vagos, incapaces o tontos, requieren la intervención de un profesional de la salud mental (paidopsiquiatra). Los niños que continúan teniendo estos sentimientos y no reciben ayuda a menudo muestran mal funcionamiento social y desarrollo emocional alterado.
Reconocer estas limitaciones y ayudar a los niños a comprender que este problema no es voluntario de su parte y que no se debe a la falta de esfuerzo o habilidad intelectual es importante. Se requiere la atención con rehabilitación, psicología y paidopsiquiatría.
Un niño con algunas torpezas puede recuperar su autoestima si la ayuda es la correcta…  

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