Las infecciones durante la infancia son el motivo más frecuente de atención médica. Cuando estos cuadros se presentan de forma secuencial en un corto periodo de tiempo, puede llegar a alertar sobre alguna condición o factores específicos que pueden estar influyendo para dar un pronóstico adverso en el desarrollo de un niño.
Es difícil
establecer por número de infecciones en un periodo específico de tiempo (por
ejemplo, en un año), la relación apropiada para ser considerado a un niño con
infección recurrente. Por su etapa de desarrollo (inmunológico) de defensas y
el inicio de su convivencia más frecuente con el ambiente fuera de su casa, es
posible que el periodo de edad entre los dos a cinco años sea el momento que,
de forma natural, los niños tengan cuadros recurrentes de infecciones, en donde
participa de forma significativa las condiciones ambientales y sociales, para
poder generar un promedio de 10 a 12 infecciones en el transcurso del año a
nivel respiratorio y/o digestivo.
En forma normal,
los microbios están limitados a causar daño en el organismo por la existencia
de un sistema inmune normal, que incluye a un conjunto de mecanismos complejos,
con adecuada interacción entre sus componentes, que incluye en primer lugar la
integridad de la piel y de las mucosas (superficie que cubre la parte interna
de las cavidades orgánicas y zonas
externas sin presencia de piel), mecanismos especiales presentes en esos
tejidos (moco, secreciones, orina, evacuaciones, lágrimas, sudor) que limitan
su reproducción y/o eliminación, células específicas de defensa (en la sangre y
en los diferentes tejidos) y la capacidad de formación de anticuerpos
específicos ante cada cuadro infeccioso padecido o desarrollado. Un fallo en
cualquiera de estas estructuras o funciones puede generar una predisposición a
infecciones recurrentes, por falla en el sistema inmunológico.
Un niño que
manifiesta cuadros clínicos compatibles de infecciones recurrentes puede ser
considerado en cuatro alternativas posibles: niño con características normales,
con un perfil de predisposición alérgica, con una enfermedad primaria de tipo
crónico o sin identificar y el niño con alguna deficiencia en su sistema
inmunológico.
Aproximadamente la
mitad de todos los casos, corresponden a niños considerados como normales, que
pueden llegar a tener en el periodo de los dos a cinco años, hasta diez o
quince cuadros de infecciones variadas, en su mayoría del sistema respiratorio,
causados por virus -no requieren de empleo de antibióticos- con un tiempo de
respuesta de tres a cinco días, sin afectación a su crecimiento y desarrollo,
con estado adecuado entre los episodios, sin ameritar la realización de
estudios de laboratorio por tener valores normales. Su sistema inmunológico se
encuentra íntegro y en ellos, vale la pena considerar en un interrogatorio
extenso con los familiares, las causas que pueden influir a la recurrencia de
sus cuadros para modificar su fuente de infección, por ejemplo: hábitos
higiénicos, vacunas, nutrición, guardería, tabaquismo, negligencia, abandono,
vivienda, hacinamiento, promiscuidad por señalar los más significativos. El
tratar solo el cuadro infeccioso y no identificar la causa y tratar de
mejorarla, dará como resultado la recurrencia de sus enfermedades infecciosas.
Los niños con una
predisposición alérgica constituyen aproximadamente el 30% de las infecciones
recurrentes. La inflamación nasal alérgica crónica puede ser confundida con infección
respiratoria crónica o recurrente. A menudo pueden asociar tos y sibilancias
con infecciones respiratorias virales que pueden confundirse con infección
pulmonar o bronquial, en lugar de una enfermedad secundaria reactiva por su
fondo alérgico. También tienen más posibilidad de desarrollar infecciones
respiratorias superiores recurrentes o persistentes como sinusitis o de los
oídos, por la predisposición de la mucosa afectada previamente por la reacción
alérgica. Pueden tener crecimiento normal o manifestar peso estacionario o
bajo. El médico especialista ante las características presentes en sus rasgos
faciales ya puede tener orientación a la causa de tipo alérgico, que podrá
comprobar con estudios específicos. La orientación además de factores
ambientales ya señalados para niños normales, deberán incluir algún factor en
especial que en el ambiente pueda causar sus alteraciones alérgicas y luego de
atender la causa infecciosa, deberá ser enviado a atención por alergología para
definir su manejo.
Un diez por ciento
de niños con infecciones recurrentes, corresponden a niños con una enfermedad
crónica subyacente que no es alergia y tampoco inmunodeficiencia. Por su
enfermedad primaria, estos niños suelen tener afectados su crecimiento y
desarrollo, tienen apariencia enfermiza y los hallazgos en su revisión médica
pueden poner en evidencia la alteración primaria o por lo menos sugerir los
estudios a realizar para demostrarla. Estas enfermedades pueden relacionar
alteraciones del corazón, afección de causa digestiva, malformaciones
congénitas o adquiridas, déficit de desarrollo neurológico, alteraciones
hormonales, hematológicas, urinarias, respiratorias. En ellos, se deberá de
identificar el sistema afectado de forma primaria, para ser enviado al subespecialista
para su atención y limitar la recurrencia de sus cuadros.
Los niños con
inmunodeficiencias constituyen el diez por ciento restante de las infecciones
recurrentes. Estas inmunodeficiencias pueden ser de origen congénito que se
manifiestan en edades muy tempranas posteriores al nacimiento, con variaciones
de gravedad de acuerdo con la afección del sistema inmunológico, pudiendo
causar la muerte con la primera infección al no contar con condiciones
biológicas adecuadas de defensa elemental; mientras que otras alteraciones,
pueden causar infecciones recurrentes y de difícil control también desde edades
muy tempranas. Las inmunodeficiencias adquiridas pueden ser desarrolladas a
partir de la infección con el virus de inmunodeficiencia (VIH) o condiciones
que alteran la respuesta inmunológica, como el empleo de esteroides, cánceres,
diabetes mellitus o desnutrición grave.
Las
inmunodeficiencias congénitas o también llamadas primarias, se reportan con una
posibilidad de uno por cada dos a diez mil niños, según los recursos del grupo
estudiado para poder identificarla (cuando no se identifica se puede considerar
con error como infrecuente). De estas enfermedades se han descrito cerca de 400
variantes. La más frecuente es la deficiencia de inmunoglobulina A con
incidencia de un caso por cada doscientos niños, con la ventaja que sus
manifestaciones no son importantes en la mayoría de las ocasiones. Por el contrario,
la inmunodeficiencia combinada severa, con incidencia de uno por cada cien mil,
es letal si no se identifica y trata en el primer año.
Se sospechará de
inmunodeficiencia congénita cuando tengamos varios de los siguientes
antecedentes: familiares con deficiencia inmune conocida o con muerte temprana
(antes de los treinta años) inexplicable, caída del ombligo más allá de tres
semanas, falta de aumento de peso o crecimiento normal, necesidad de emplear
antibióticos endovenosos y hospitalización para tratar infecciones en forma
frecuente, seis o más infecciones del oído o sistema respiratorio por año, dos
o más infecciones generalizadas o del cerebro en la vida, dos o más meses de
antibióticos con poco efecto, infección por hongos (algodoncillo u otros) en
forma recurrente, acumulación de pus en órganos profundos, infecciones por
gérmenes poco habituales, complicaciones con vacunas de virus vivos (varicela,
rotavirus, tuberculosis -que de preferencia deben evitarse en estos pacientes-),
diarreas crónicas, heridas que no cicatrizan, lesiones de la piel extensas,
estudios anormales de laboratorio. Su definición puede ser difícil de
establecer por requerir de estudios especiales y de preferencia ante la sospecha
debe valorarse por inmunología.
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