El
abuso de sustancias inhaladas es la inhalación intencionada de una sustancia volátil
(capacidad de poder evaporarse), con el objetivo de conseguir un estado mental
alterado. El término “sustancia inhalada” engloba una amplia gama de sustancias
(gasolina, lacas, cemento, solventes, acetona, petróleo, lacas de cabello,
desodorante, etc.) farmacológicamente diversas que se evaporan con facilidad,
de forma más habitual comprende al abuso de disolventes o de sustancias
volátiles, para diferenciar de aquellos tóxicos que se pueden incorporar al
organismo por inhalación pero que no son volátiles o no se emplean bajo esta
condición, como cocaína, heroína, nicotina, alcohol.
Este
tipo de intoxicación se encuentra involucrada (junto con marihuana y alcohol)
entre las tres causas más frecuentes de intoxicación de sus consumidores, que
pueden iniciar en edades muy tempranas (seis a siete años), ya que requieren recursos
menos sofisticados para ser adquiridas, siendo capaces de producir una
experiencia sensorial rápida y habitualmente placentera o “alta”, con rápida
disipación y mínimos síntomas de “resaca”. Las sustancias inhaladas son
ampliamente disponibles, convenientes, baratas, de fácil ocultación y legales
para los empleos específicos pretendidos, pero mal utilizadas intencionalmente
por los abusadores.
Aunque
generalmente se piensa que el abuso de inhalantes es más común entre los
adolescentes, el abuso entre los adultos también está bien descrito y en otro
extremo, se han reportado casos de abuso en niños de entre 4 y 6 años. El uso a
largo plazo tiende a ser endémico tanto en las áreas del centro de la ciudad
como en las comunidades remotas, y los datos muestran una asociación más
importante para su uso crónico, con la clase socioeconómica más baja y la
disfunción familiar.
Es
evidente que las consecuencias pulmonares y neurológicas permanentes y
significativas, pueden persistir incluso después de que se haya interrumpido su
empleo. Se establece como causa de muerte hasta en un 2% de la población
adolescente. De esta mortalidad, 15% son resultado de asfixia, 15% como
consecuencia de traumatismo o accidente durante sus efectos, 15% secundarios a
problemas de aspiración respiratoria y el resto (55%) como consecuencia de una
muerte súbita asociada a este antecedente, que se considera secundario al
efecto de las sustancias inhaladas que “sensibilizan” el músculo cardíaco a la
adrenalina, y cuando se produce esta hormona como respuesta a cualquier
estímulo -habitualmente el estrés repentino o un susto-, puede condicionar una
arritmia cardíaca fatal. Durante
el consumo de sustancias inhaladas pueden aparecer arritmias, incluso con
concentraciones normales de adrenalina, pero una oleada de adrenalina, como
durante una alucinación o al ser descubierto por, o huir de quien pueda
representar alguna autoridad, el riesgo de bloqueo y muerte súbita aumenta.
La
sofocación ocurre cuando el modo de empleo implica la inhalación a través de la
nariz y la boca desde una bolsa de plástico, que puede ocluir la vía
respiratoria si el consumidor pierde la consciencia. El riesgo de muerte
causado por la aspiración, habitualmente de vómito, es similar al del alcohol u
otros depresivos y está relacionado con una combinación de disminución del
grado de consciencia y la pérdida de los reflejos protectores de la vía
respiratoria. Bajo la influencia de las sustancias inhaladas, los consumidores
están menos inhibidos y su estado de vigilia y orientación es menor, lo que
puede favorecer su participación en comportamientos de riesgo y conducir a una
lesión accidental como los accidente en vehículos de motor, el ahogamiento, el
incendio, el salto o la caída desde grandes alturas o la hipotermia extrema por
influencia del medio ambiente, cuando se encuentran a la intemperie.
Los
consumidores pueden ser descritos en general, como experimentadores iniciales,
consumidores intermitentes o abusadores crónicos. De forma proporcional, la
morbilidad y la mortalidad aumentan conforme la frecuencia de consumo, con la
importante excepción de que el síndrome de la muerte súbita por inhalación es
un riesgo de cualquier tipo de consumo, incluso durante la experimentación
inicial.
Se
abusa de las sustancias inhaladas mediante una serie de métodos. Los vapores
del producto suelen inhalarse a través de la boca (“jadeo”) o la nariz
(“husmeo” o “bufido”) en su envase original. Los abusadores también pueden
inhalar los vapores de un trapo empapado en la sustancia química aplicado a la
cara o metido en la boca, también denominado jadeo. Algunos aerosoles se rocían
directamente a la nariz o la boca, y los disolventes volátiles pueden aplicarse
a la mucosa nasal o a una superficie cercana, como las uñas o al cuello o los
puños de la camisa y luego se inhalan. “Glading” se refiere a
la inhalación de ambientadores en aerosol, mientras que un término recién acuñado,
“limpieza” (dusting), se refiere al abuso de productos de limpieza
de computadoras y de aparatos electrónicos personales en aerosol mediante la
colocación de la salida de la lata en la boca o en la nariz. Se suele
utilizar envases familiares e inocuos para ayudar a ocultar el abuso de
sustancia inhalada, como la inhalación de vapores de pintura en aerosol de una
lata de gaseosa, se puede colocar una bolsa de papel o de plástico que contenga
la sustancia a inhalar cerca de la boca o a la nariz, o sobre la cabeza
(“embolsado”). Otros métodos empleados recientemente incluyen calentar
sustancias específicas e inhalar los vapores resultantes.
Los
efectos inmediatos de la inhalación de disolventes volátiles, carburantes,
anestésicos u óxido nitroso son similares a las etapas tempranas de la
anestesia. El consumidor siente un “empujón” inicial estimulante, luego tiene
la sensación de cabeza hueca, está desinhibido, excitable y propenso al
comportamiento impulsivo. La intoxicación dura sólo unos minutos, pero puede
ampliarse a varias horas respirando reiteradamente las sustancias inhaladas. A
medida que aumenta la dosis de sustancias inhaladas se produce desorientación, dificultad
al hablar, mareo, visión doble, marcha inestable. La euforia se sigue de somnolencia,
dolor de cabeza persistente y sueño, especialmente tras reiterados ciclos de
inhalación. El empleo prolongado puede provocar alucinaciones visuales. El coma es poco frecuente, porque,
a medida que el consumidor queda adormilado, la exposición a la sustancia
inhalada suele finalizar antes de absorber una dosis mayor para causar una
grave depresión neurológica y respiratoria.
Como
signos a identificar en el intoxicado, se podrán notar: irritación de las
membranas mucosas que puede manifestarse como escurrimiento nasal constante,
sangrado de nariz, estornudos, tos, salivación excesiva y ojos muy rojos.
Algunos pacientes experimentan náuseas, vómitos, diarrea, calambres
intestinales, dificultad respiratoria o silbidos.
Por
la acumulación de los tóxicos en el sistema nervioso, el afectado podrá
desarrollar: debilidad muscular,
temblores, alteraciones nerviosas periféricas, disfunción cerebelosa,
encefalopatía crónica y demencia, incluyendo los cambios de humor. También se
ha observado la pérdida de coordinación, la alteración de la marcha y la
espasticidad, especialmente en las piernas que permanecen aún a pesar de
suspender la inhalación, incluyendo la disminución en su inteligencia global en
grados variables.
Para
la detección de estos pacientes se requiere un alto índice de sospecha, porque
la exposición a la mayoría de las sustancias volátiles no es detectable (cuando
no están bajo el efecto) mediante un examen físico y, porque las personas que
abusan intencionalmente de los inhalantes niegan esa tendencia. Los síntomas
comunes entre episodios de abuso incluyen: funcionamiento social deficiente,
bajo rendimiento en el trabajo o la escuela, apatía, dolor de pecho y
sed. La debilidad muscular, los síntomas gastrointestinales difusos y los
síntomas neuropsiquiátricos son los tres patrones de síntomas principales del
abuso crónico que el médico debe tomar en cuenta.
…evite
el acceso en edades tempranas, manteniendo los recipientes fuera de su alcance.