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Criptorquidia

Empleamos esta palabra médica, para hacer referencia a la ausencia testicular dentro de su cavidad natural, con alternativa de afectar a uno o ambos órganos.
Estas estructuras de forma normal, se desarrollan durante la época embrionaria a los lados de las estructuras renales, y con la evolución del embarazo, van manifestando una trayectoria de descenso, hasta lograr quedar incluidos en sus bolsas escrotales al momento del nacimiento del niño. Pero en algunas ocasiones este movimiento de descenso no se puede realizar de forma adecuada, y cuando ocurre, es muy posible que al momento del nacimiento, el niño no presente el testículo contenido en su bolsa.
En forma estadística, se establece la posibilidad que cerca del dos al tres por ciento de los niños, no podrán tener algún testículo descendido. Este descenso puede llevar aún un periodo habitual de tiempo de descenso, que usualmente ocurre en los siguientes tres meses de vida. Cuando el testículo no ha descendido hasta los primeros cinco meses de vida, se le podrá considerar a la condición como una situación de enfermedad.
Este padecimiento es la causa más común de anormalidad genital en los niños, que se incrementa en la medida que el niño pueda nacer con mayor anticipación. Se establece que en los niños prematuros, la incidencia alcanza hasta un treinta por ciento.
Tratando de aclarar un poco mejor el concepto, se hacen algunas distinciones especiales para definir la alteración. Así cuando un testículo que se encuentra fuera del escroto, pero se ubica dentro de la trayectoria de descenso normal, podrá ser considerado simplemente como testículo no descendido. Contrasta con el concepto de: mal descenso testicular, cuando el testículo se encuentra localizado fuera de la línea de migración normal. Otro concepto especial es: testículo retráctil, para hacer referencia a un testículo que ya ubicado en el escroto, tiene la facilidad para poder ascender de forma muy importante (dejando la bolsa vacía), por la contracción que realiza un músculo especial que permite su ascenso a distancias variables y en forma súbita.
Como factor que define esta anormalidad, se establece la posibilidad de estimulación hormonal alterada y algunas teorías de integridad anatómica alteradas. Por otra parte, también se refieren algunos factores que participan como factores de riesgo, y entre los más importantes, se incluyen: nacimientos antes de tiempo (prematuros), desnutrición dentro del vientre materno (peso bajo), consumo materno de alcohol, cafeína y/o cigarros, además de madres diabéticas con mal control.
Cuando alguno o ambos testículos no se encuentran en su posición normal, se puede predisponer a desarrollarse diferentes alteraciones. La fertilidad futura puede ser afectada, porque los tejidos relacionados con la reproducción, dentro de la cavidad abdominal se mantienen a una temperatura mayor que termina por afectar la capacidad de fertilidad; y en cambio, cuando la intervención quirúrgica coloca al testículo dentro de la bolsa escrotal, se mantiene la capacidad potencial de fertilidad. Otra condición a desarrollarse puede ser: riesgo de cáncer testicular, que también se desencadena por alteración de sus tejidos. Entre las condiciones habituales que también pueden desarrollarse, se refiere una mayor posibilidad de padecer alguna torsión testicular, a partir de los movimientos variados de rotación que puede tener esta estructura que cuelga de cordones y vasos sanguíneos que al rotar, pueden dejar de ofrecer el flujo de sangre de forma normal y con esta alteración habrá dolor intenso y riesgo que el testículo se necrose y muera. En otras ocasiones, la falta de descenso testicular puede asociar el desarrollo de una hernia en la región inguinal.
De esta forma, es importante identificar desde el momento del nacimiento si existe la condición normal de manifestar los testículos descendidos en cada bolsa escrotal correspondiente. Ante la duda, es necesaria la valoración médica para poder establecer una vigilancia apropiada en los siguientes meses, para definir el cuadro y su tratamiento.
En primer lugar, siempre es importante descartar la ausencia de un testículo de su condición posible de ser retráctil. Una maniobra para poder identificarlo, consiste en revisar la región genital al momento de realizar al niño un baño de asiento, con agua tibia a ligeramente caliente. En el caso del testículo retráctil, con este medio físico aplicado, manifestará su descenso normal a la bolsa escrotal. En caso de no ser un testículo retráctil, se continuará notando la bolsa escrotal vacía. El testículo retráctil no requiere de tratamiento alguno y solo debe comprobarse su condición.
Como otra alternativa, es posible que al momento del nacimiento, al niño se le identifiquen en forma normal sus dos testículos contenidos en las bolsas escrotales, pero al paso de los primeros meses de vida, puede suceder que ya no se encuentre presente. Esto puede corresponder a un ascenso testicular en comportamiento retráctil, cuando al niño se le expone al frío o tiene miedo (y en especial durante su revisión médica).
En caso de no ser detectada esta alteración al nacimiento, es posible que no se detecte en otros momentos de revisión médica, cuando por deficiencia en el método de exploración, no se realice el retiro de prendas para comprobar la condición normal, y así llega a suceder en ocasiones, que el defecto se perciba cuando el niño se encuentra en etapa escolar o incluso en su adolescencia.
Por manifestaciones que pueda condicionar en el niño afectado, no hay alguna en particular que lo relacione de forma directa; y ante esa circunstancia, es posible que el periodo de su detección se pueda tardar en forma variable.
Cuando no se encuentra el testículo en la exploración física, se le denomina como testículo no palpable, que deberá diferenciarse entre la condición, de: que sean muy pequeños para poderse percibir; o bien, que se encuentran ausentes de la región en donde se les busca.
Para resolver estas dificultades en la revisión de un niño, es conveniente efectuar como estudio de imagen la realización de ultrasonido, que podrá establecer la ubicación precisa del testículo, en su trayecto de descenso o su ubicación dentro de la cavidad abdominal, aunque si su desarrollo fue limitado y son pequeños, también ofrecerán dificultad para hallarlos incluso con este tipo de estudio.
Cuando el ultrasonido no permite ubicarlo, se cuenta como recurso final su búsqueda mediante un equipo de videocámara montada en una sonda (laparoscopía), que podrá hallar algunos remanentes de desarrollo para considerar alguna atrofia; o bien, los vasos relacionados para considerar su ubicación en la cavidad abdominal o su ausencia total.
Por las complicaciones que se pueden derivar de no dejarlo colocado en su lugar que le corresponde, es necesario realizar el tratamiento de preferencia desde que el niño tiene seis meses de vida para asegurar la funcionalidad del órgano, ya que en la medida que pase más tiempo, es posible que se establezca una deficiencia en su función reproductiva; y en otro extremo, su degeneración en tejido canceroso.
El tratamiento requiere en ocasiones especiales de la administración de hormonas inyectadas, pero en otras es necesaria una intervención quirúrgica (por cirujanos pediatras) que puede llevarse a cabo mediante el empleo de laparoscopía, o con cirugía habitual, descartando en forma previa la posibilidad de asociar la alteración, con una hernia inguinal para corregir en forma simultánea. Una vez realizada la intervención, es necesario darle seguimiento posterior a fin de verificar que no desarrolle alteraciones adicionales; y en especial, que se compruebe su funcionalidad y la integridad adecuada, hasta su etapa adulta.

Si no es posible localizar el testículo, o se tuvo que retirar por su dudoso aspecto que tenía, queda la cirugía estética para colocar una prótesis en los casos que lo requieran.