Para los niños
en sus primeros meses de vida, la leche materna es el único e ideal alimento
que les aporta nutrientes específicos, defensas biológicas contra algunas
enfermedades infecciosas y fortalece el vínculo emocional con la madre desde el
primer momento luego del nacimiento.
Lamentablemente
existen circunstancias especiales que pueden limitar y evitar este tipo de
alimentación natural, en las cuales se podrán considerar como alternativas las
fórmulas lácteas opcionales.
Entre las
alteraciones posibles para justificar el empleo de las formulas infantiles
opcionales, se encuentran el recién nacido abandonado, muerte materna, madre
portadora de infección por virus con eliminación por la leche, enfermedad grave
de la madre, empleo de ciertos medicamentos indispensables para mantener la
salud de la madre (por ejemplo, supresores inmunológicos, antihipertensivos,
medicamentos contra cáncer) y niños con enfermedades metabólicas (alteraciones
que se desencadenan con los nutrientes existentes en la leche materna).
Los
señalamientos anteriores justificarán el empleo de las formulas durante el
primer año de vida, sin aporte de leche materna, por riesgo que puede tener el
niño, la madre o ambos en caso de no llevarse a cabo esta práctica.
Todas las
fórmulas lácteas se preparan a partir de la leche de vaca, a la cual de forma
original se le modifican algunos de sus ingredientes para permitirle una
tolerancia aceptable por los niños de ese grupo de edad.
A nivel
internacional, la Organización Mundial de la Salud (OMS), clasifica a las
leches artificiales en la siguiente forma: fórmulas de inicio que se ofrecen en
los primeros seis meses de vida; fórmulas de continuación, con aporte de hierro
adicional para niños de seis a doce meses de vida; fórmulas de crecimiento,
para niños mayores de un año que ya tienen una maduración digestiva más
completa y las fórmulas especiales de las cuales hay una gran variedad para
alteraciones diversas; siendo algunas justificadas y en cambio otras, solo
productos comerciales y entre ellas tenemos por ejemplo: sin lactosa, para prematuros, de soya,
antirreflujo, hipoalergénicas, saciantes, anti cólico, anti diarreicas,
parcialmente digeridas, con nucleótidos, y pro bióticos.
Se debe
considerar que todas ellas siempre se elaboran tomando en cuenta como parámetro
a imitar (estándar de oro) a la leche humana. Sin olvidar, que la leche humana
contiene todos los elementos para fomentar el desarrollo y crecimiento de los
órganos y tejidos del ser humano en su primer año de vida; y desde ese punto de
vista, las formulas industriales que derivan de la de vaca carecen de estos
estimulantes.
Se puede
justificar en algunos casos, el aporte de formula láctea en los primeros tres a
cinco días de vida, cuando la madre aun no tiene una producción regular de
lactancia y hay riesgo de déficit nutricional en el recién nacido. Pero
posterior a esta etapa el recién nacido podrá continuar con la alimentación al
seno materno.
El ofrecer
aporte con formulas industriales, contribuye a dar carbohidratos que favorecen
la formación de un tejido graso que no se observa con el aporte de leche humana
y en la proporción que se ofrezca con mayor frecuencia o cantidad, será la cantidad
de tejido graso que irá acumulando el niño durante sus primeros meses de vida.
El empleo de
formulas industriales no es tan sencillo, cuando se toman en cuenta todos los
factores que se deben de cuidar.
Cantidad: Todo
niño requiere de un aporte calórico adecuado para su peso y en el primer año la
variación es de 100 a 110 Kcal por cada kilo al día. La mayoría de las formulas
proporciona 0.65 kcal por mililitro por lo que sería necesario ofrecer 150 ml
por cada kilo de peso del niño al día para garantizar su aporte nutricional y es
lo que se hace de forma habitual, sin tomar en cuenta que con esto el volumen
de la capacidad gástrica, se va deformando progresivamente al distenderse de
manera anormal en cada toma y en forma prolongada termina cambiando el volumen
y con ello, la sensación de apetito del niño cambia para pedir siempre de comer
más de lo normal. Por esta razón, es necesario que su médico pediatra le
establezca la cantidad de polvo en formula a mezclar con el volumen de agua
correspondiente para mantener la proporción más adecuada de agua que será en
relación al aporte calórico, y que no genere aumento de volumen gástrico. Un
cambio en la proporción hace que la formula sea más “pesada” y genera mayor
aporte de nutrientes y las calorías que no alcanza a metabolizar el niño, de
forma simple el organismo las almacena en forma de grasa. También el aporte
excesivo genera mayor fermentación y formación de gases, aumento de volumen de
los intestinos y malestar expresado en forma de cólico. Consecuencias de esta
anormalidad: cólicos, sobrepeso, crecimiento de la cámara gástrica (saciedad
excesiva), exceso hídrico, orina frecuente.
Higiene: Otro
riesgo en la preparación de las formulas infantiles es la forma como se
preparan. Durante los primeros tres meses de vida, el sistema de defensas de
los niños se encuentra sin función adecuada y por esta condición son propensos
a desarrollar infecciones; y mucho más, cuando no se cuenta con el aporte de
leche materna. Para evitar las infecciones, se deberá de preparar las formulas
con técnicas estériles que significan la eliminación de todo microorganismo
capaz de producir infecciones. Los biberones se lavaran pero también se pondrán
a hervir, dejando su tapa hermética para evitar que se introduzcan los gérmenes
del aire al interior. El agua con que se prepara la fórmula, deberá de ser
hervida de preferencia antes de su preparación o bien dejarse en envases
herméticos y de preferencia térmicos para no perder su calor, tomando en cuenta
que cada vez que se introduce un recipiente para tomar el líquido, se está
contaminando al resto del agua. Al momento de preparar la fórmula, lavarse las
manos de forma conveniente y de preferencia empleando cubre bocas para evitar
sembrar bacterias con nuestra respiración sobre el material. Así cuidando desde
el momento de la preparación con manos limpias, se tomará la cuchara procurando que no toque nada fuera del recipiente de la
leche, y al rasar el polvo se hará con un cuchillo estéril. Teniendo la cantidad adecuada de agua, se
agrega la cantidad necesaria de leche en polvo con su medida que no la tenga
compactada y al ras del nivel superior. En seguida, se debe hacer hervido
adicional de la mezcla de agua con polvo, o agitación adecuada, comprobar
temperatura tibia y ofrecer sin biberones, ya que esos dispositivos no son “lo
más parecido a mamá” (¿alguna señora tiene un agujero central en sus pezones,
visible a simple vista?).
A nivel
internacional está prohibida la publicidad de cualquier fórmula de inicio o
continuidad, por los riesgos a la salud a que se expondría la población
infantil. En cuestión mercantil se disponen de varias alternativas de
mercadotecnia para promoverla y lamentablemente algunos médicos caen en su
empleo. Aun la vida laboral de las madres no es justificación para suspender la
lactancia materna. Tome usted en consideración que si busca un pronóstico
futuro excelente para su hijo, no inicia bien en el fomento a su salud, al
ofrecerle un derivado de leche de vaca en sus primeros días que lo expone a una
deficiente estimulación orgánica y propensión a enfermedades. Busque la
orientación adecuada de su médico para ofrecer leche materna, y evite caer en
el consumo comercial de formulas fraudulentas que aseguran estimular el
desarrollo cerebral de los niños, pintando la imagen futura de genios. ¿Genios
a base de leche para toros…?