Brucelosis

Es una enfermedad infecciosa, que puede tener manifestaciones diversas o mantenerse en forma latente (sin alteraciones) de acuerdo a las condiciones del paciente afectado. En algunas ocasiones, su cuadro produce fiebre prolongada que no responde a los tratamientos antibióticos habituales y es confundida, con infecciones respiratorias o digestivas. Causa inquietud por esa condición tanto en los padres del paciente infectado, como en el propio médico al no poder identificar la causa de forma fácil o rápida, necesitando en todos los casos, tener que emplear el recurso de estudios de laboratorio para poder identificarla.  
El germen que produce esta enfermedad es una bacteria (Brucella), de las más pequeñas que existen y que tiene la capacidad de poder resistir el ataque que los glóbulos blancos intentan al momento de digerirla. Logran en cambio, sobrevivir en el interior de ellos y mediante su transporte, pueden llegar a órganos particulares en donde estimulan que una mayor cantidad de células a su alrededor, intenten destruirlos sin conseguir su objetivo.
Esta bacteria la adquirimos por el consumo de productos lácteos no pasteurizados, carne mal cocida o el contacto con tejidos infectados en heridas superficiales corporales.
Existen diferentes variantes de esa bacteria que infectan de forma primaria a diferentes animales. Las más importantes para el ser humano infectan al ganado vacuno, cabras y cerdos. Las especies que tienen los perros, no representan riesgo para el ser humano al no producir enfermedad específica.
 Las Brucellas pueden sobrevivir hasta dos días en leche a ocho grados centígrados, hasta tres semanas en la carne congelada y hasta tres meses en el queso de cabra. Las Brucellas eliminadas en las excreciones de los animales, pueden permanecer viables durante más de cuarenta días si el suelo está húmedo. Los organismos son sensibles al calor, la radiación ionizante, la mayoría de los desinfectantes de uso común y al tratamiento de pasteurización.
Los animales infectados se pueden identificar en las hembras, por la presencia de abortos o nacimientos prematuros que pueden tener, sospechándose de su existencia en todos los animales de ganado no vacunados en forma previa, con el biológico específico. Los animales infectados excretan Brucellas en la orina, leche, placenta mientras viven y por el consumo de su carne, cuando no se cocina de forma eficiente. En nuestro medio, la mayor parte del desarrollo de esta enfermedad proviene del consumo de leche “bronca” sin hervir o el consumo de queso de cabras como condicionantes más habituales.
Además de las personas con malos hábitos de preparación de estos alimentos, existen otras personas en riesgo de sufrir este tipo de enfermedad, como son los ganaderos, carniceros y técnicos de laboratorio, en donde se tiene contacto frecuente con ese material infectante y por descuido en medidas higiénicas se puede desarrollar el cuadro. Los niños resultan afectados por las prácticas alimentarias de sus padres, son de mayor riesgo aquellos cuyos padres incitan a consumir la leche sin hervir, aquellos que consideran que por remedios especiales el consumo de leche de otros animales, puede tener propiedades diferentes (burra prieta o cabras) y quienes consumen carne sin cocer, por supuestamente “aprovechar” todas las propiedades “naturales” que tiene la carne. Con esta referencia, es posible llegar a considerar que cuando alguien de la familia resulta ser detectado con esta enfermedad, es válido realizar estudios en los demás integrantes de la familia para identificarlo de forma asociada. La frecuencia con la que se detectan familiares afectados en regiones endémicas, varía de un diez a un cincuenta por ciento, lo que permite en ellos lograr un diagnóstico anticipado al desarrollo de la enfermedad o de sus complicaciones.
La transmisión de un ser humano a otro no es lo habitual, pero se puede generar en los casos de trasfusión sanguínea, trasplantes, lactancia, contacto sexual o en forma congénita (una embarazada a su hijo).
La forma como se desarrolla la enfermedad, es dependiente del comportamiento de la bacteria en los tejidos. Puede dar inicio en sus manifestaciones usualmente luego de un periodo de incubación de una a cuatro semanas; y en otras ocasiones, puede tardar meses en manifestarse.
Las formas más graves derivan de las Brucellas provenientes de las cabras o borregos, mientras que las más frecuentes son condicionadas por el consumo de leche de vaca cruda o productos de cerdo.
Debido a que el germen tiene posibilidad de distribuirse en diferentes estructuras corporales, las manifestaciones de la enfermedad pueden ser muy variadas, pero básicamente predomina la fiebre en forma prolongada acompañada o no de otro tipo de alteraciones, y por su duración puede ser identificado el cuadro como agudo y crónico.
En la forma aguda, se caracteriza por tener un inicio insidioso de fiebre con registros altos de temperatura, asociada con sudores de predominio nocturnos (con peculiar olor mohoso fuerte),  dolores musculares y articulares, de espalda baja, pérdida de peso, así como debilidad, fatiga, malestar general, dolor de cabeza, mareos, depresión, y falta de apetito. En ocasiones se acompaña de dolor abdominal y tos. En esta fase, los hallazgos que el médico puede encontrar serán mínimos y nada específicos, lo que dificulta relacionar con la enfermedad.
En cerca de la tercera o cuarta parte de las ocasiones, pueden aparecer manifestaciones asociadas que afectan a algunas estructuras corporales con mayor intensidad. Se incluye alteraciones a nivel de huesos causando dolor de la columna o extremidades, a nivel genital en especial en los adolescentes: inflamaciones testiculares, pulmonares con neumonías o derrames, sanguíneas, neurológicas, cardiacas, oculares y dérmicas.
La forma crónica, incluye pacientes que tienen manifestaciones de más de un año de que se iniciaron las alteraciones de la enfermedad en forma aguda. Se relaciona con manifestaciones de procesos localizados, asociados con recurrencias de fiebre o de alteración en otros órganos por la misma enfermedad.
Este tipo de padecimiento por no ser un cuadro tan fácil para poder identificar de forma inmediata, establece la posibilidad que el paciente pueda ser confundido con otro tipo de infecciones comunes respiratorias o digestivas y  sin respuesta favorable, puede tener asistencia a valoración con diferentes médicos o medicinas alternativas. Con este antecedente es necesario de preferencia, hospitalizar al paciente para vigilancia estrecha de sus manifestaciones y realizar estudios de laboratorio o gabinete, a fin de hallar la alteración que se relaciona con la positividad a algunas pruebas, donde se identifican los anticuerpos específicos, para poder ofrecer el tratamiento antibiótico que no es alguno de los habitualmente empelados en la práctica médica común.
Al momento de identificar el cuadro, es necesario comunicarlo a las autoridades sanitarias, a fin de establecer el origen de la enfermedad y detectar la fuente posible de contagio para limitar su extensión; y de ser posible, detectar casos asociados para llevar a cabo el tratamiento correspondiente en etapas tempranas.
Establecido ya en forma adecuada el tratamiento específico, es posible la existencia de recaídas entre un cinco y quince por ciento de los pacientes tratados, que generalmente ocurre dentro de los primeros seis meses o hasta doce después de terminar el tratamiento en donde se investigará alguna posible resistencia o falta de apego adecuado.

Esta enfermedad que genera angustia entre familiares por su duración y órganos afectados, debe evitarse con la preparación adecuada de los alimentos de los niños y ante la posibilidad del cuadro, realizar los estudios que su médico le indique. 

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