El ejercicio de la medicina tiene su
historia desde el origen del hombre, en donde el fenómeno de la salud y enfermedad se incluyen como
otros fenómenos naturales sin una explicación adecuada, dentro de un ambiente
mágico-religioso, en donde la existencia de las primeras personas interesadas
en modificar la evolución de una alteración en la salud, son vistas como
intermediarios de los dioses, que por medio de actos, instrucciones o remedios
especiales, pueden limitar un daño o bien revertir el cuadro, logrando con esta
actividad el asombro y respeto por quienes se notan beneficiados.
La historia de la medicina nos muestra
diferentes facetas del pensamiento humano evolutivo, influido por sus
condiciones ambientales y conocimientos disponibles que han establecido
desempeños médicos variados. En este proceso nace la medicina, evolucionando
del sentimiento del humanismo al arte de curar o ayudar al prójimo.
El conocimiento de la medicina se ha
perpetuado a través del tiempo mediante tradiciones orales y medios escritos,
con mejoría al paso del tiempo con el desarrollo del método científico y la
aplicación de la investigación, como su instrumento de información y motivación
continua. Así se agrega otra faceta a la medicina, que es su estructura
científica.
En los últimos años, el descubrimiento y
avances en los terrenos de la tecnología y la
informática en los métodos de estudio, diagnósticos y terapéuticas han
dado un impulso impresionante al desarrollo de la medicina, en lo que se
constituye su desarrollo tecnológico asociado, que ha facilitado en gran parte
su comprensión de fenómenos íntimos bioquímicos y celulares, que se proyectan
en el futuro a una medicina con logros aun impredecibles y sorprendentes.
Dentro de esta evolución, la persona que
tiene la función de médico en cada tiempo, siempre ha tenido que ejercer en su
desempeño cotidiano, una labor diaria en la búsqueda y la identificación de las
enfermedades que afectan a su paciente. Esta labor siempre ha contado con la
base de sus conocimientos y la aplicación racional de los mismos, a los datos
que obtiene de los familiares o del paciente, para definir de forma precisa, cómo
le afecta al individuo en cada caso particular, para poder establecer un
pronóstico específico y en forma asociada, la mejor terapéutica que pueda darle
el bienestar o la limitación del daño al afectado. A todo el proceso por el
cual se identifica y se trata una enfermedad se le conoce como método clínico,
que es practicado por cada médico en forma especial, en consideración a su personalidad,
vocación, conocimientos, experiencia, responsabilidad y el mejor sentido
humanitario para poder aplicar lo que desde hace muchos años se practica como
arte, que mediante la ciencia y más reciente la tecnología, le permite poder
tener mejores resultados y ser más asertivo en su desempeño diario.
La formación de un médico no es una
tarea académica similar al de otras profesiones, exige entrega desde las etapas
iniciales, al estudio y conocimiento de los elementos básicos de la integridad
funcional humana y sus alteraciones, desarrollo de ética y vocación apropiadas,
para motivar al aprendizaje perpetuo y mantener la humildad para poder servir
al prójimo, con la noble labor de participar en la recuperación de su estado de
salud; y no con la vanidad y egoísmo de sentirse iluminado para este tipo de
actividad, como si fuéramos dueños de la vida y destino de nuestros pacientes.
Desafortunadamente, el ambiente que rodea al individuo en formación o en
desempeño de sus labores médicas, puede desviarlo a tomar la medicina como un simple
medio de obtención de recursos o de una condición de divinidad, perdiendo su
sentido de humanidad y vocación de ayuda.
En el desempeño de esta actividad
intervienen dos alternativas principales: el uso de la experiencia en donde se
identifica la enfermedad y se define su tratamiento en base a sucesos previos
comprobados en forma personal; y el razonamiento médico, como una serie de
reflexiones en un vaivén continuo de procesos mentales para establecer
funciones cerebrales variadas, como un juego de conciencia en donde el médico
juega a preguntar y contestarse, preguntarse cómos y porqués, con intención
siempre de excluir el azar y encontrar la certeza. Considera a cada momento la
condición establecida de una enfermedad, como una reconstrucción histórica de
hechos ya consumados (interrogatorio y exploración), con la intención de predecir
un efecto posterior (tratamiento y pronóstico) en su creatividad
probabilística, desarrollando un juego de acrobacias constantes de la mente,
pasando de los hechos del pasado a los posibles del futuro de un individuo.
Interviene también en conjunto con el
aspecto racional, el aspecto emocional -del cual no puede desprenderse el ser
humano-, en donde se relacionan sentimientos personales y es en estos, donde la
identidad del sufrir ajeno puede involucrar al médico al verdadero deseo de
ayuda al paciente. Cuando este sentimiento no existe, el ejercicio de la
medicina pierde su esencia y el enfermo solo se transforma en el nombre de su
enfermedad o en un número de cama. El pensar sin sentir en forma simultánea,
queda reservado a programas informáticos que ya existen en la actualidad. Para
el médico debe ser inevitable sentir cuando se piensa.
En este pensamiento y sus secuencias
continuas, al final es natural tener como resultados: las conclusiones que
pueden ser falsas o verdaderas, aceptables o inaceptables, que en este último
caso, llevarán al médico a nueva reflexión para encontrar las posibles fallas en su pensar médico. La
conclusión verdadera que se apoya en conocimientos aceptados y lógica adecuada,
se puede suponer como una verdad duradera; mientras que la verdad que se apoya
en la imaginación y algunos puntos de investigación puede ser solo provisoria.
El pensamiento médico puede ser deficiente
si los fundamentos o procesos mentales están alterados. El pensamiento puede
activar la memoria o puede inducir a la creatividad ante la duda o ignorancia.
En el mejor de los casos, el pensamiento del médico estimula la recreación o la
creación de nuevas alternativas. En este proceso intervienen las capacidades de
las percepciones sensitivas, la intuición, memoria del conocimiento y la
imaginación.
El pensamiento reflexivo en muchas
ocasiones no es un proceso recto y continuo. Se ve interrumpido por
interferencias como la falta de concentración adecuada, por distracciones o
fatiga física, por lo que es necesario estar alerta de estos factores. Por otra
parte, para pensar en forma creativa, es válido permitir en el pensamiento la
presencia de un relativo desorden, que permite al médico prevenir o anticipar
algunas fallas en la identificación de la enfermedad o bien, en la evolución
posterior con y sin el tratamiento adecuado; tomando en cuenta, que del caos
puede surgir la oportunidad de la creación, ya que constituye un riesgo mayor,
el actuar sin pensar en otras posibilidades potenciales de evolución.
Una vez lograda la conclusión, se debe
definir una decisión específica, a la cual seguirá en secuencia la acción
correspondiente, para valorar en forma dinámica sus resultados, tratando de
identificar siempre en forma comparativa: el riesgo inmediato de la acción
médica, con el riesgo futuro de la enfermedad.
En contraste, con el avance de la
tecnología y en otras ocasiones por conveniencias administrativas, el
pensamiento y sentir médicos están siendo forzados a tomar decisiones como
actos reflejos programados. Nos podemos encontrar en situaciones de lucha entre
el pensar y el obedecer. El pensar involucra esfuerzo y tiempo. El obedecer es
más cómodo solo por transferir la responsabilidad. Obedecer pensando puede ser
lealtad. Obedecer sin pensar es hacerse cómplice del sistema que será conveniente
verificar de donde proviene.
No hay comentarios:
Publicar un comentario