Mostrando entradas con la etiqueta AUTOESTIMA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta AUTOESTIMA. Mostrar todas las entradas

Autoestima


Es el aprecio que cada uno tenemos hacia nosotros mismos y está integrado por una serie de creencias, sentimientos y percepciones, que se nos van formando durante el transcurso de la vida, para dar oportunidad al desarrollo progresivo especifico de una personalidad que influye para definir actitudes, expectativas, comportamientos, motivaciones y respuestas emocionales particulares, decisivas para el destino vital de todos los individuos. 
El desarrollo de la autoestima en la etapa infantil, viene siendo en forma comparativa, una especie de armadura que le vamos ofreciendo al niño, como protección para poder enfrentar de forma adecuada a los desafíos emocionales, físicos o sociales durante los primeros años de vida y para su vida futura posterior.
Generalmente los niños con una autoestima alta, tienen la capacidad de poder manejar mejor sus problemas personales, desarrollan seguridad, confianza y pueden resistir las presiones negativas. Disfrutan la vida, sonríen con mayor facilidad, son realistas y por lo general tienen un comportamiento optimista.
Al contrario, para los niños con baja autoestima, cada desafío personal le puede generar angustia y desesperación al intentar resolverlos, y cuando no es posible experimentan frustración que los vuelve a sugestionar que no sirven para nada, creando ideas o sentimientos de ser inútiles y no poder hacer bien las cosas. Suelen tomar actitudes pasivas, retraídas y con fácil tendencia a la depresión. Son propensos en el futuro a: la frustración, violencia, adicciones y el suicidio.
Mientras el niño va creciendo físicamente, también va experimentando el desarrollo de su personalidad y relacionada con ella su propia autoestima. Existen varios factores que actuando en formas variable pueden vulnerar el desarrollo de la autoestima en el niño, señalando como mas importantes los sociales, familiares, físicos y biológicos.  
Este desarrollo se va estableciendo en relación progresiva con la edad del paciente, de forma inicialmente simple, a una condición cada vez más compleja. En la medida que tienen sus primeros cinco años de vida, participa en forma muy significativa el ambiente familiar. Posteriormente en la edad escolar participan como factores adicionales a la condición familiar, la influencia del área académica y la social. Durante la adolescencia se agrega la influencia corporal y posteriormente la autoestima global.
La importancia de la autoestima, radica en que es el factor de la personalidad que motiva el impulso a triunfar en la vida, no necesariamente en la condición económica; más en especial, en el aspecto personal emocional, dándole un valor particular al concepto de lo que pensamos que somos.
Se corren riesgos cuando no se tiene idea de la forma conveniente de estimular la autoestima. Un ejemplo de lo más común, suele suceder con padres que consideran que su hijo desarrollará una autoestima muy elevada cuando obtenga calificaciones destacadas, pudiendo generar una posible actitud de vanidad en el niño que lo haga ser rechazado por los restantes; y en especial, cuando tenga la influencia del aspecto social, al ser rechazado de forma sistemática por sus demás compañeros y con el propósito de ser aceptado por ese grupo, será capaz de llevar a cabo conductas que lo hagan sentir partícipe a los demás. Entre esas conductas puede incluirse tatuajes, adicciones, integración a pandillas, etc. y sus logros académicos ya no tendrán ningún valor.
El desarrollo de la autoestima de un individuo, se inicia desde la formación de su cerebro primitivo dentro del vientre materno, que tiene una alta sensibilidad a la percepción de las emociones primarias con la influencia de factores emocionales maternos y hormonales secundarios, que permiten un desarrollo biológico adecuado de las capas superiores del cerebro, y generar sustancias químicas (neurotransmisores) relacionados con el bienestar emocional futuro en forma más armónica y equilibrada. Posterior al nacimiento, la percepción de saberse amado con el contacto visual, caricias, alimentación y cuidados higiénicos, le permite ir conociendo esa experiencia de seguridad y tranquilidad que le proporcionan sus padres. También con las experiencias de estimulación corporal, en donde se le condiciona a tratar de desarrollar alguna habilidad sencilla, inicia el aprendizaje de intentos a un objetivo, fallas; y luego, de varias repeticiones conseguir finalmente la meta, los marca a ir adquiriendo la seguridad de contar con la capacidad para poder superar dificultades. Quienes no reciben este tipo de estimulación, van quedando rezagados en esas sensaciones; y en su mayoría, siendo niños consentidos se van haciendo dependientes, inseguros, temerosos y sin iniciativas.
El conocimiento de la honestidad en la familia, podrá ir permitiendo al niño ir conociendo las actitudes sinceras de cada integrante. Al momento que algún miembro de la familia engaña al niño con actitudes o palabras, se genera incertidumbre emocional en su comportamiento, que le hace perder su confianza natural en los personajes sociales en que debería de tener mayor confianza. Durante esa etapa ellos confían en las palabras de los padres; y es conveniente, que siempre se expresen haciendo referencia al esfuerzo y trabajo realizado por los niños para conseguir un objetivo, y no necesariamente señalar solo el resultado, o argumentando factores que sirvan como pretextos, y lo más grave: señalarlo con incapacidad para conseguir resultados específicos mediante palabras que lo hagan sentir disminuido.
En la comunicación que se tenga durante los primeros años de vida, se tienen que identificar y corregir los conceptos erróneos que el niño vaya teniendo sobre su propia imagen. Por ejemplo, si gusta de un deporte en particular, pero en su inicio tiene dificultades por no contar con la habilidad que se imagina, se le deberá informar la realidad de su limitación asociado al hecho de practicar por tiempos aceptables para ir desarrollando su habilidad de forma progresiva.
Entre las actividades a desarrollar, de preferencia procure que realice más las que tengan propósitos de cooperación que las de tipo competitivo. Tendrán sensación y satisfacción de haber colaborado en algo de utilidad. Las de competencia deberán relacionarse con su capacidad de ir haciendo mostrar sus avances, con reconocimiento de las habilidades de sus oponentes; y de preferencia, disfrutando de la emoción del juego sin angustias o exigencias exageradas, procurando hacer siempre comentarios positivos en su rendimiento y posibilidades reales, ofreciendo la confianza de modificar con la perseverancia si el gusto o la meta desean superarla. Evite comparaciones y exigencias.
Genere siempre en el hogar un ambiente de seguridad y amor evitando discusiones familiares, resolviendo conflictos de forma adecuada mediante diálogos en propuestas resolutivas y de alternancias, sin marcar errores en la pareja para no enseñar a disminuir la autoestima en los demás. Procure mostrar su cariño y amor a los hijos de forma sincera y frecuente. Analice bien su propia conducta en el transcurso de una semana común, y procure analizar si son más ocasiones en que los ha regañado señalando sus faltas, en comparación a las veces que los ha acariciado o besado expresando su amor, y quizás la balanza ya puede ir marcando el tipo de autoestima del niño actual y futura. Hable con ellos de sus señalamientos escolares por parte de profesores que suelen reprimirlos cuando formulan alguna duda o de críticas especiales de sus compañeros. Durante la adolescencia, informe sobre cambios progresivos corporales para modificar su apariencia, en espera de cumplir sus propias expectativas asociadas a la realidad.  
Los niños aprenden los modelos de conducta que se exhiben en el hogar, y es importante que los padres sean ejemplo de autoestima adecuada. En caso necesario, busque ayuda profesional relacionada para favorecer un desarrollo emocional aceptable.