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Brote dental

La formación de los dientes se inicia desde etapas muy tempranas durante el embarazo y prácticamente se originan a partir del mes y medio de desarrollo. Como es de suponer, estas piezas son incipientes y microscópicas. Involucran un desarrollo especial con diferenciación celular y acúmulo posterior de un depósito de sales minerales, que de manera progresiva incrementa su tamaño y le confiere la dureza característica.
Para el desarrollo de estas piezas dentales influye en gran medida, la cantidad de calcio que circula por la placenta de la madre para ir formando los dientes transitorios, que se les conoce de forma habitual como de leche, por tener brote durante el tiempo de lactancia. En contraste, la cantidad de calcio disponible en la leche materna o la fórmula industrial, que sirve de nutriente importante durante los primeros años de vida, será la base de aporte de sales minerales, que habrán de establecer el desarrollo de los dientes definitivos. Algunas circunstancias especiales que influyan durante este periodo de formación dental, condicionarán modificaciones en su apariencia y funciones posteriores.
El brote de las piezas dentales incluye tres etapas en su desarrollo. La primera que se conoce como fase preeruptiva, incluye la formación y crecimiento de la raíz dental, desde su bóveda de hueso (maxilar) hacia la superficie. La fase eruptiva prefuncional establece el crecimiento de la raíz que lleva a la pieza dental al borde de la encía; y finalmente, la fase eruptiva funcional se manifiesta cuando la pieza dental brota dentro de la cavidad bucal y se encuentra con su antagonista.
La primera dentición, está compuesta de veinte dientes temporales o deciduos (conocidos como de leche), que inician su erupción en las encías a partir de los seis meses de vida, y continúa en forma progresiva hasta terminar en promedio a la edad de los primeros tres años de edad.
El orden en que habitualmente brotan incluyen primero los dos incisivos centrales inferiores, siguen los cuatro incisivos superiores, después los laterales inferiores, primeros molares, caninos (colmillos), y finalmente los segundos molares.
Se empiezan a caer en periodos también variables a partir de los siete años de edad, hasta finalizar a los doce años en promedio, siguiendo un orden similar a la forma como aparecieron, a excepción que los caninos se anticipan a la caída de los primeros molares.
Estas piezas dentales temporales, cubren diferentes funciones durante su existencia: establecen la frontera entre la dieta exclusiva líquida y el comienzo de la dieta en forma semisólida (papillas), favorecen el desarrollo del mecanismo de la masticación, ofrecen una limitante al mecanismo de la producción de sonidos del lenguaje, y permiten establecer el espacio necesario, para la aparición de los dientes permanentes en etapas futuras.
En la fase inicial de su brote, suelen causar diferentes alteraciones en los niños que la manifiestan, y suele ser motivo de inquietud o preocupación en sus padres.
Una de las primeras alteraciones que puede presentarse, es la presencia de alguna pieza dental al momento del nacimiento. Si la pieza interfiere con la succión de su alimento, o muestra mucha movilidad, con riesgo que pueda desprenderse y producir ahogamiento en el niño, condicionará en su manejo a ser retirada.
Al momento de empezar a brotar las piezas dentales, suele notarse que los niños empiezan a manifestar un escurrimiento de saliva evidente, además de mostrar inquietud por querer morder las cosas,  algunos tendrán conductas de irritabilidad con llanto recurrente, alteraciones en sus periodos de sueño, y con alimentación irregular; mientras otros, no darán evidencia de tener alguna condición incómoda. La causa, es la sensación de “cuerpo extraño” que el niño empieza a percibir en su cavidad bucal. La visita al odontopediatra a partir de estos primeros signos, puede proporcionarle la tranquilidad necesaria a los familiares, con los consejos que se prescriban para cada situación individual.  
Al momento de generarse el brote dental, es posible que exista alguna reacción inflamatoria en la encía relacionada, pero no es justificación para llegar a considerar que sea la explicación de la fiebre que se pueda presentar en el niño. Así, la fiebre puede suponerse que se deba a otro motivo; y ante la incertidumbre, es adecuado que se realice la valoración correspondiente con su médico.
Algunas personas llegan a tener la idea que los dientes temporales no requieren de medidas higiénicas regulares, ya que -en su pensamiento-, justifican que al final terminan cayéndose independiente de sus cuidados proporcionados. Esto es una mala conclusión, ya que cada pieza dental dependiente de su integridad y estado de salud, influye a las características que tendrá el diente definitivo, y si la pieza transitoria tiene daño por infección, es muy natural que al ir brotando el definitivo, la lesión la adquiera desde su brote inicial. Las piezas temporales cariadas, condicionan caída anticipada de los dientes, con pérdida del espacio adecuado para el definitivo que podrá salir chueco. Por otro lado, las piezas molares que son las últimas en caerse, pueden tardar hasta los primeros diez años de la vida del niño, para ser eliminado y serán fuente de infección en la cavidad bucal.
Con el propósito de evitar que las piezas temporales desarrollen infecciones, conviene acudir a consulta con el odontopediatra, para que proporcione las instrucciones relacionadas al aseo dental, que incluye: el cepillado en casa, además de posible aplicación de sustancias especiales conocidas como selladores, para las superficies molares en donde se puedan generar caries. Además puede corroborar también la dirección adecuada de piezas dentales, y comprobar si el espacio que queda entre ellas, puede ser obstáculo para el brote de las piezas definitivas, o tienen la separación adecuada para no causar problemas con la dentición definitiva.
Como recomendaciones generales, que pueden ayudar a cuidar el brote dental de sus niños, podemos establecer: que ante la cantidad abundante de salivación que se manifiesta al inicio, de preferencia se realice limpieza frecuente en las zonas de escurrimiento para evitar la irritación. En caso de notarse con mucha inquietud y querer morder todo, puede ofrecerle un trapo limpio y húmedo que haya estado en el refrigerador por media hora previa, a fin que la temperatura fría calme un poco su sensación incómoda; o bien, los aros de goma (mordederas) de preferencia que no tengan líquido en su interior (por riesgo de llegarse a romper), para ofrecer en temperatura fría y también permitir su lavado, cada vez después que el niño lo haya ocupado. El aro y el trapo deben ser de tamaño mayor a su cavidad bucal para evitar que pueda ahogarlo. Si no se dispone de esos medios, se podrá realizar masaje a la encía del niño con su dedo limpio. No es conveniente que el aro de goma, se lo deje sujeto al cuello por riesgo de ahorcamiento. En la medida que vayan brotando los dientes temporales, deberán limpiarse al menos dos veces al día; en especial, después de realizar las comidas. No conviene ofrecer leche por la noche ya que favorece al desarrollo de bacterias relacionadas con la caries, al existir menor producción y movimiento de saliva para su eliminación natural.

Se recomienda en especial, que ante la presencia de brote dental incipiente, se motive la asistencia a la valoración correspondiente con el odontopediatra, ya que siempre es más adecuada una visita para orientación y manejo preventivo, que la experiencia dolorosa y traumática dental ante lesiones que se desarrollen por un mal cuidado. El tiempo de atención en las visitas preventivas será breve, y permitirán al niño asistir con mayor confianza a su atención dental para el tiempo futuro...