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Chupa dedos

En momentos especiales de la vida cotidiana, muchos niños se dedican a actividades corporales repetitivas que llegan a constituir motivos de consulta.
Existe una diversidad de hábitos especiales entre los niños; dentro de los cuales, el empleo de chupón o chupeteo de los dedos es uno muy evidente, que llega generar inquietud en los padres por las dificultades que representan en ocasiones, su posible persistencia por tiempo prolongado.
El chupeto del dedo, se presenta desde antes del nacimiento y en forma normal se prolonga como un reflejo primario para la alimentación hasta el sexto mes de vida, para transformarse en una maniobra de exploración, que en asociación con los otros órganos de los sentidos, le permite identificar su entorno. El acto de succionar no sólo tiene para el bebé una función nutritiva, sino que también le proporciona seguridad, tranquilidad, sosiego y placer; a esto se le denomina “succión no nutritiva”. La boca es el principal órgano sensorial junto con el olfato, de un recién nacido; con ella se alimentan, con ella reclaman atención, y con ella inicialmente empiezan a explorar su pequeño mundo, comenzando por su propio cuerpo. Primero moverán ambas manos de forma descoordinada, después se llevarán esporádicamente las manos a la boca y a las pocas semanas, ya acertarán a introducir en ella sus dedos para la succión.
Esta necesidad de succión no nutritiva puede calmarse con la utilización de un chupón, que en esencia cumplirá las mismas funciones. Sin embargo, hay niños que rechazan el plástico del chupón y prefieren succionar sus dedos. El pulgar es el dedo que con más frecuencia utilizan, aunque hay niños que intentan meterse otros dedos, o incluso toda la mano en la boca. Considerando ambas opciones, tiene relativas ventajas el empleo selectivo del chupón, ya que por ser una estructura que se puede retirar físicamente del cuerpo del niño, facilitará eliminar su persistencia; y por otra parte, comparando sus consistencias: el chupón no producirá deformidades en el maxilar o piezas dentarias, en comparación con la estructura rígida de los dedos.
La mayoría de los niños dejan de chuparse los dedos o el chupón, entre los dos a cuatro años de edad, precisando que el empleo de biberones y chupones no deberá de fomentarse o limitarlo hasta máximo los doce meses de vida, a fin de evitar que influya al desarrollo de este hábito. El desarrollo de esta maniobra durante los primeros meses de vida, es un dato que se valora en diferentes fases dentro del desarrollo normal.
La existencia de este tipo de alteraciones es más frecuente en varones; y en general, cuando tiene alguna deficiencia en sus órganos de sentidos o su capacidad intelectual. También, si viven en una familia problemática o son si son internos de alguna institución de resguardo especial.
Es comprensible que el niño cuando se aburre, no tiene una participación regular con personas o se enfrente a exigencias ambientales y frustraciones prolongadas, reaccione efectuando el chupeteo de dedo(s) o la succión al chupón. Se refleja bajo esas circunstancias, a una personita privada de estímulos, afectos o relaciones que la mantengan en un ambiente emocional adecuado, en las que el encuentro de esta experiencia sensitiva (chupeteo), se entremezcla con un sufrimiento psicológico que resulta menos aparente.
Carentes de un sentido manifiesto, puede ser que estas tendencias representen intentos fallidos por parte del niño en su proceso de separación corporal y de independencia, respecto de la estrecha relación que previamente mantenía (o de la que en forma personal sentía) con los padres. En ocasiones resulta como consuelo necesario y autocalmante, hasta que el sujeto infantil completa la conciencia de sí mismo como persona, o logra consolarse a sí mismo en una forma más adaptativa. 
Las consecuencias de esta práctica continua después de los cuatro años de edad, afectan al crecimiento del maxilar y el brote de las piezas dentales definitivas, llegando a desarrollar problemas dentales, máxilo-faciales y de lenguaje.
Se desplaza la orientación de la arcada dentaria superior hacia delante y la inferior hacia atrás. La mordida queda abierta, al no haber contacto adecuado entre los dientes incisivos (centrales) superiores con los inferiores al realizar la mordida. El paladar modifica su forma por la presión hacia arriba por el dedo, dando el aspecto redondeado y alto. El hueso maxilar superior no se desarrolla a la misma velocidad que el resto de los huesos faciales. Por las alteraciones entre lengua, dientes y maxilares, hay dificultad en la pronunciación de algunos sonidos; y en particular, los que incluyan las letras t, d, l, n produciendo dislalias.
La actitud de los padres, es importante desde el momento que no se recrimina en público y tampoco se le ridiculiza para no dañar su autoestima. No es conveniente que en forma reiterativa se lo hagan consiente, ya que esto puede aumentar su ansiedad y perpetuar aún más su repetición. Trate de limitar el tiempo que su hijo se chupa el dedo, a su dormitorio o en la casa, pero no en público. Explíquele que esta es una actividad de la cama durante la siesta y por la noche.
No convierta ese momento de chupeteo en una confrontación, exigiéndole que no deberá de continuar con el chupeteo; de preferencia trate de reconocerlo y alabarlo cuando él no está chupándose el dedo en lugar de criticar cuando lo está realizando.
Ayude a su hijo a entender que cuando él esté dispuesto a parar, usted estará allí para ayudar. Conviva y procure entender la situación emocional que tiene, puede ser probable que cuando el niño sienta el apoyo y comprensión de su familiar, el niño de forma espontánea pueda acudir y avisar que ya no quiera chupar el dedo por más tiempo.
No prohíba la actitud de su hijo si trata de chuparse el pulgar o los dedos, después de ser dañado en su estima, seguridad o bienestar. Permítale condiciones de confort y presencia comprensiva, en un ambiente físico donde perciba tranquilidad y/o bienestar.
Permita el desarrollo de una práctica de autoconciencia a su hijo. En el momento del chupeteo se le podrá preguntar sobre si sabe ¿Quién se está chupando el dedo en ese momento? Si el responde con una negación, se le ayudará a identificar que se trata de él y se podrá ofrecer otra alternativa diferente, para cambiar en forma de manejar sus tensiones. Como alternativas puede ser un amigo imaginario, juguete preferido, etc.
No use sustancias de sabor desagradable, que se venden con intención de quitar el chupeteo, ya que muy frecuentemente soportan los primeros chupeteos para retirar el mal sabor y podrá continuar con su actitud.
Desarrolle su creatividad, haciéndolo pensar con sus personajes favoritos. Se puede plantear si ese personaje lo ha visto alguna vez chuparse el dedo. Le permite al niño desarrollar su reflexión; y quizás, en forma imitativa podrán dejar el chupeteo.
No es conveniente aplicar trampas, vendajes o guantes, ya que su dificultad para poder chupar el dedo puede generar más angustia que cause mayor ansiedad al chupeteo.
En forma importante, cada vez que note al niño con el dedo en la boca, no se lo señale, mejor invítelo a desarrollar alguna actividad que lo distraiga y también entusiasme, complementando con la participación del familiar cercano para que al ocupar sus manos en alguna actividad, de forma secundaria desaparecerá sin darnos cuenta esa tendencia.

Si el ambiente familiar manifiesta tolerancia y comprensión, podrá permitir un tiempo de espera para la remisión espontanea, pero si el niño manifiesta marcada privación emocional, molestia hacia los padres o intensa ansiedad se deberá recurrir a la atención especializada por psicólogos, psiquiatra infantil, pediatra, odontopediatra, neurólogo.