Pie equino varo congénito

 

Es una deformidad del pie que se nota desde el momento del nacimiento y que en ocasiones también se le conoce como pie zambo. Se caracteriza por notar que el pie se encuentra torcido hacia abajo y hacia dentro, por lo que definitivamente condiciona en apariencia que el niño no podrá establecer la marcha de forma normal.
No se conoce exactamente qué causa el pie zambo, pero sí es necesario aclarar que no se debe a algo que hayan hecho los padres, ya que desafortunadamente, en muchas ocasiones suele señalarse como consecuencia de algún comportamiento anormal en especial, de las madres. En otras ocasiones, los familiares adicionales lo atribuyen como resultado de un pecado no confesado, una maldición o una variedad de otras creencias y tradiciones locales. Por lo que una prioridad inicial es señalar que no existe influencia de sentencia o maldición alguna para la presencia de esta alteración, resaltando también que, no es posible de poder prevenirla o forma alguna de evitarlo, al participar condiciones especiales dentro del vientre materno para generar esta alteración; pero en especial, señalar de forma más prioritaria que si existe un tratamiento especial de llevarse a cabo por sus diferentes secuencias, para obtener la recuperación del aspecto y funcionalidad adecuada en los niños afectados.
El 80% de los casos de pie zambo se presentan en países en desarrollo y la mayoría de estos niños no reciben tratamiento o reciben una atención deficiente, por lo que el propósito de la información es señalar que la identificación inmediata y el empleo del tratamiento adecuado en los primeros meses de vida, permite su recuperación de forma satisfactoria. Por otra parte, el pie zambo desatendido es una de las causas más frecuentes de discapacidad física mundial.
Esa deformidad tiene grados variables de expresión que puede ir de leve y flexible hasta la condición extrema de grave y rígido.
Su frecuencia es aproximadamente de 1 por cada mil niños, notando que el 50% de los casos es de forma bilateral y es el doble más frecuente en niños que en niñas. La causa específica es multifactorial, puede ser hereditaria en algunos casos. Los factores de riesgo incluyen tener antecedentes familiares del trastorno y pertenecer al sexo masculino.
Cuando un niño presenta un pie zambo sin causa asociada (idiopático), existe una probabilidad del 2 al 6 % de que el siguiente descendiente se vea afectado. Hay una concordancia del 33% en gemelos idénticos. Así mismo, si el padre también lo tiene, existe una probabilidad del 25% de que el siguiente miembro de la familia tenga la enfermedad.
Esta alteración en algunas ocasiones no se presenta en forma aislada ya que puede estar asociado con algunas otras enfermedades, que deberán de ser descartadas al momento de identificar la anormalidad del pie, considerando especial comprobar que no exista compromiso de la columna vertebral por anomalías en la integridad de la columna, alguna enfermedad especial de los huesos o que hubiera algunas bandas fibrosas que pudieran haber mantenido al pie en esa alteración durante la mayor parte del final de la gestación.
En esta alteración, ninguno de los huesos de la parte media y de región posterior del pie tiene una forma completamente normal. La anatomía de cada uno de los pacientes afectados, presentan: el hueso que se une con los de la pierna (astrágalo) suele ser más pequeño de lo normal y el que se encuentra en contacto con la superficie posterior plantar (calcáneo), se encuentra en proyección inclinada hacia abajo (equino -no en proyección plana, horizontal- por un tendón de Aquiles corto) con incurvación lateral (varo) que proyecta la superficie plantar hacia el pie contralateral y con rotación de la parte delantera del pie hacia la región interna. En consecuencia, a estas alteraciones los niños con pie zambo no tratado caminarán sobre el borde lateral o las puntas de los pies. Esto resulta en la formación de callosidades, con potencial infección de la piel y del hueso e imposibilidad de llevar calzado normal, pero si se recibe una atención adecuada desde los primeros días de vida, el pronóstico es muy favorable, ya que es posible lograr una apariencia y funcionalidad normal.
Los padres de niños nacidos con pie zambo pueden estar tranquilos sabiendo que su bebé, si por lo demás es normal, cuando lo traten manos expertas tendrá pies de aspecto normal y con una función adecuada a todos los efectos prácticos. El pie zambo bien tratado no supone ninguna discapacidad y es totalmente compatible con una vida normal y activa.
Existen varias alternativas del manejo que incluyen en unas el empleo de cirugías y en otros solo de aplicación de material rígido (yeso) con posición progresiva específica del pie afectado, en intervalos variables de tiempo que constituyen una buena alternativa al considerar innecesario algún procedimiento quirúrgico, con reserva de la variedad de alteración que se trate.
A fin de identificar las diversas variantes que pueden existir en este defecto, es necesario acudir a la evaluación con el especialista en ortopedia pediátrica, que en base a los hallazgos que identifique puede establecer la severidad de la deformidad, poder monitorizar la progresión del tratamiento, saber cuándo realizar la corrección del tendón de Aquiles (tenotomía aquilea) y determinar cuándo iniciar el tratamiento con ortesis.
Su evaluación se basa en la calificación a algunos puntos clínicos específicos que tienen asignados un valor numérico especifico para su variedad particular, para que al final la severidad asocie el grado máximo de calificación y en base a eso considere el plan a seguir.
La mayoría de los pies equino varos pueden corregirse en la infancia, en unas seis u ocho semanas, con las manipulaciones suaves adecuadas y el uso de yesos. El tratamiento se basa en un conocimiento profundo de la anatomía funcional del pie y de la respuesta biológica de los músculos, ligamentos y huesos a los cambios de posición correctivos que se obtienen gradualmente mediante la manipulación y el uso de yesos.
Lo ideal es que el tratamiento comience a las dos semanas de vida para aprovechar la elasticidad favorable de los tejidos que forman los ligamentos, las cápsulas articulares y los tendones. Mediante el método Ponseti, estas estructuras se estiran con suaves manipulaciones semanales. Después de cada sesión semanal se coloca una inmovilización con vendaje de yeso (escayola) para mantener el grado de corrección obtenido y ablandar los ligamentos. De este modo, los huesos del pie se van alineando gradualmente. El tratamiento también puede tener éxito si se inicia más tarde si existen otros problemas.
De cinco a siete escayolas que se extiendan desde los dedos de los pies hasta la parte superior del muslo con las rodillas en ángulo recto deberían ser suficientes para corregir la deformidad del pie zambo. Incluso los pies muy rígidos no requieren más de ocho o nueve escayolas para obtener la máxima corrección. Antes de aplicar la última escayola, que se usará durante tres semanas, a menudo se corta el tendón de Aquiles en un procedimiento ambulatorio para completar la corrección del pie. Cuando se retira la escayola, el tendón se ha regenerado hasta alcanzar una longitud adecuada. El tratamiento se puede acortar cambiando las escayolas cada cinco días.
Después de la escayola, es fundamental la colocación de una férula para mantener la corrección y evitar las recaídas de la deformidad del pie zambo. Cuando se retira la última escayola, se debe llevar una férula a tiempo completo durante dos o tres meses y, a partir de entonces, por la noche hasta los cinco años de edad.
Los niños afectados bajo la evaluación y manejo temprano por el ortopedista pediatra, tienen un buen futuro en su corrección. En contraste, aquellos que no reciben el tratamiento, están destinados a tener defecto de marcha y afección emocional variada para el resto de su vida.

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