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Convulsiones en el recién nacido

Las convulsiones en el recién nacido, son alteraciones en el movimiento de alguna estructura corporal y/o en el comportamiento, que aparecen de forma súbita con duración variable. Se desencadenan sin causa evidente, con repeticiones recurrentes del mismo patrón de la alteración observada.
Su forma de manifestarlas suelen ser muy variadas y en algunas ocasiones no suele ser fácil su detección, ya que algunas manifestaciones incluso, solo podrán ser establecidas por los médicos con experiencia en este tipo de atención neonatal.
Se incluyen en relación al tiempo, todas las manifestaciones relacionadas que se manifiestan en los primeros 28días de vida; o bien, hasta que el prematuro haya completado el equivalente a 44 semanas de embarazo (por ej.: si nacen de 35 semanas, incluirá hasta las nueve semanas siguientes de vida).
La variedad de manifestaciones y dificultad para apreciarlas, están relacionadascon la inmadurez relativa que tiene el desarrollo cerebral en ese momento, comparativa a las manifestaciones concretas que puede tener un cerebro con desarrollo completo, en donde los eventos súbitos de sacudidas asociadas con pérdida de conocimiento, facilitan la identificación de la epilepsia más comúnmente conocida (de los adultos).
Su incidencia como anomalía es relativamente frecuente, cuando se describen estadísticas que la establecen en variaciones, de: uno a dos casos entre cada cien niños recién nacidos aparentemente normales. La incidencia se incrementa hasta el 20% cuando se considera al grupo de niños con peso al nacimiento menor de 1.5 kg, estableciendo una relación directa con el menor tiempo de embarazo y deficiencia en su nutrición dentro del vientre materno.
Estas manifestaciones son evidencia del daño que sufre el desarrollo y función cerebral; en ocasiones, durante la evolución del embarazo, el parto o en los primeros días de vida.
El desarrollo del cerebro involucra múltiples detalles, que hasta la fecha se siguen conociendo a través de las investigaciones constantes. Es un tejido que desde el vientre materno requiere de una entrega de oxígeno en forma constante, siendo prioridad en la circulación sanguínea del feto mandar la mayor cantidad de sangre oxigenada a esa región. Es la única parte del cuerpo que no requiere de la presencia de hormona, para poder introducir la molécula de glucosa (que es el otro nutriente importante celular) para incorporarse de inmediato a su metabolismo encargado de producir energía. Es un tejido en constante desarrollo, con adquisición de funciones variadas, que debe reaccionar en forma constante a diferentes transmisores bioquímicos; y como la mayoría conoce, es el único tejido que no tiene la capacidad de reproducirse ante lesiones que lo dañen.
Durante el vientre materno, llega a tener otras particularidades. En etapa inicial tiene una zona de formación celular conocida como germinal, que da origen a las células que migrarán hacia las estructuras superiores y centros especializados, utilizando fibras radiales especializadas en guiarlas. Esta migración es una etapa crítica en el desarrollo ya que su deficiencia traerá consecuencias graves en la función posterior. Las primeras células (neuronas) que se fijan en la corteza sirven de guía y sostén a las siguientes y posteriormente mueren. La migración anómala y muerte de células en la corteza son causales de convulsiones neonatales.
A partir de su sitio definitivo, las neuronas desarrollan extensas conexiones (como arborizaciones) en un proceso que es dependiente del aprendizaje y actividad constantes, llegándose a configurar así un sistema interconectado de alrededor de 1015 sinapsis. Durante etapas iniciales se desarrollan más uniones de tipo excitador que inhibidores para condicionar con esto la posibilidad de eventos convulsivos si existe una zona de alteración funcional.
Antes del nacimiento y los primeros años de vida, se produce el desarrollo de una capa que cubre al tejido neuronal (mielinización) que favorece a mejorar las comunicaciones en este sistema, iniciando su organización de forma completa, logrando una densidad de uniones neuronales equivalente al doble de la del cerebro del adulto, que condiciona una mayor cantidad de sincronías en comunicaciones que en edades posteriores.
Así con estos conceptos, se puede considerar que el cerebro de un recién nacido o niño pequeño tiene mayor posibilidad de desarrollar convulsiones, al contar con algún factor que le produzca daño, y por la deficiencia en su maduración las convulsiones tendrán un comportamiento totalmente diferente al del adulto.
Las lesiones que pueden generar convulsiones en etapas tempranas de la vida -aparte de las malformaciones cerebrales-, pueden ser enfermedades maternas que alteran el desarrollo y función del cerebro fetal, como: infecciones placentarias, hipertensión, desnutrición, obesidad, tabaquismo, golpes, toxicomanías, hemorragias. Existen otros factores que pueden causar deficiencia en la incorporación inicial del oxígeno en las primeras respiraciones del niño, como: cordón umbilical enrollado y apretado, desprendimiento prematuro de placenta, productos grandes, exceso o deficiencia de hemoglobina, efecto anestésico, problemas respiratorios neonatales. Ya durante los primeros días del nacimiento, los factores que pueden dañar al cerebro pueden ser: infecciones transmitidas por la madre o en su atención hospitalaria (sondas, sueros, ventiladores, etc.), falta o descenso de azúcar (glucosa), acumulación excesiva de sustancias tóxicas (secundaria a la ictericia o por errores del metabolismo del recién nacido), hemorragias cerebrales, problemas metabólicos transitorios, deshidratación, problemas hormonales.
Cada una de las causas, puede condicionar daños variables en su extensión y región cerebral específica, por lo que sus manifestaciones convulsivas pueden variar en su expresión. Estas se pueden presentar en forma de movimientos repetitivos de alguna extremidad (en forma de pedaleo, remo, boxeo, chupeteo, etc), en otras ocasiones con contractura sostenida de alguna extremidad o grupos musculares, en otras como temblores recurrentes y en otras ocasiones como movimientos saltones constantes. Todas estas alteraciones se identifican por persistir en el movimiento al momento que es sujetado por el familiar. Si al sujetarse se suspende el movimiento, es muy posible que esa alteración no corresponda a una convulsión.
Existen otras manifestaciones que se expresan en forma de afección funcional orgánica, y como tal existirán las que se confunden con vómitos recurrentes, coloración morada de forma súbita asociada con alteraciones respiratorias, llanto compatible con aspecto de cólicos recurrentes, salivación constante, fijación de la vista, que pueden confundirse frecuentemente con otras alteraciones y motivar tratamientos alternos, dando opción que la enfermedad siga progresando.
En cuanto se cuente con el tratamiento temprano se establecerá en forma posible que no haya más recurrencia de las convulsiones. Se deberá considerar que cada convulsión recurrente puede condicionar un daño mayor al quedar el cerebro sin aporte de circulación sanguínea en forma adecuada.
Cada una de las convulsiones del recién nacido, a diferencia de las del adulto, tienen su causa que puede ser posible llegar a identificar para poder ofrecer un tratamiento que sea adecuado a la recuperación funcional. Lo importante en estas circunstancias es acudir al especialista adecuado que en grado de experiencia se sugieren: neurólogo pediatra, neonatólogo, pediatra.