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Displasia de cadera

La cadera en condiciones normales, se caracteriza por unir la pelvis con el hueso del muslo, en una articulación que se encuentra integrada con la parte superior redondeada del hueso del muslo (cabeza femoral), que se encuentra introducida en la cavidad de la cadera (acetábulo), por medio de una estructura que tiene forma similar a la de una copa para retenerla. 
La displasia de la cadera es una de las malformaciones más frecuentes de los miembros inferiores en los recién nacidos, que consiste en una pérdida de relación normal en la articulación de la cadera, donde el desarrollo anormal entre esas superficies se pierde y hay desplazamiento hacia afuera de la cabeza femoral.
A esta alteración anteriormente se le llego a conocer como luxación congénita de cadera y en base a sus características especiales, se le denomina ahora como displasia de cadera, displasia evolutiva o del desarrollo de la cadera.
En valoraciones estadísticas se presenta en frecuencia de tres niños por cada mil nacimientos, de forma más habitual en las niñas, productos de la primera gestación, con líquido de la cavidad materna disminuido y con mayor predominio del lado izquierdo que del lado derecho.
Las causas que lo determinan no corresponde a un solo factor en particular, y de acuerdo a las condiciones estadísticas, las explicaciones permiten comprender un poco mejor su participación. Es más frecuente en el sexo femenino porque las hormonas femeninas influyen a tener una disminución en la capacidad de resistencia de los tendones relacionados. Debido a la disminución del líquido circulante dentro de la cavidad uterina, el producto se puede mantener sin una movilidad frecuente y la postura de los muslos extendidos, es otro factor condicionante y de mayor influencia cuando al momento de nacer vienen saliendo con la pelvis. El primer embarazo por la presión ejercida por los huesos de la pelvis. El nacer por cesárea puede influir, por los movimientos de manipulación que el obstetra puede realizar, para su extracción abdominal e influir a desplazar la cabeza femoral. Otros factores asociados son la presión elevada de la madre y que el recién nacido tenga dimensiones aumentadas.
En la mayoría de las ocasiones, la cadera se altera antes del nacimiento y se puede detectar la alteración al momento de revisar al recién nacido, pero en otras ocasiones la anomalía se desarrolla en las siguientes semanas, y por no hacerse una comprobación de esta alteración o por confiarse que al nacimiento ya se había descartado, es posible que algunos niños queden sin detectarse su enfermedad hasta un tiempo posterior. De  esta  forma, puede quedar la idea que el primer médico no tuvo la capacidad de detectarla.
Esta enfermedad al igual que muchas, tiene un pronóstico muy favorable cuando el diagnóstico se realiza en etapas muy tempranas, pudiendo evitar la corrección mediante cirugía en etapas posteriores, con sus posibles secuelas residuales que condicionan a no llegar a tener una integridad y funcionalidad naturales. Así cuando el problema se detecta en los primeros dos meses, su tratamiento relacionado permite establecer un pronóstico funcional íntegro. Cuando la enfermedad se detecta después de los seis meses, tiene todas las posibilidades de tener que llevar el tratamiento mediante una cirugía, con incertidumbre pronóstica de acuerdo al desarrollo de tejido cartilaginoso y del hueso.
La forma de llegar a identificar la alteración está condicionada a la realización adecuada de unas maniobras específicas (Barlow y Ortolani), para comprobar la posición adecuada de la cabeza femoral dentro de la cavidad articular. En ellas, el médico procede a comprobar si la cabeza femoral se encuentra incluida de forma normal en el interior de la cavidad; o bien, si con alguna de estas maniobras es posible desplazar la cabeza  femoral con movimientos de entrada y salida, o si desde el inicio se detecta la cabeza femoral por fuera sin poderla introducir en su cavidad correspondiente.
Estas percepciones identifican la anomalía de forma más específica en variantes, que se conocen como: inestables, luxada reductible o luxada irreductible, que en la mayoría de las ocasiones corresponde al especialista en ortopedia, comprobarlas para poder establecer su manejo y seguimiento específico. Así la variante inestable podrá tener una recuperación completa, con la aplicación de triple pañal para mantener sus caderas en posición que favorezca la permanencia prolongada de la cabeza femoral dentro de su cavidad, al igual que los portabebés especiales o empleo de rebozos, que pueden ser medios regionales espontáneos con los que algunos casos inestables pueden pasar incluso desapercibidos. Las otras variantes, requieren de la valoración individual del ortopedista para poder indicar dispositivos o aparatos especiales, para poder establecer un grado adecuado de apertura de muslos y de flexión para conseguir su objetivo.
Ante los casos de displasia que por crecimiento se pueda presentar fuera de la etapa de recién nacidos, condiciona al médico que hace la supervisión o seguimiento en los primeros seis meses de vida, a seguir realizando revisiones especiales, ya que las maniobras Barlow y Ortolani tienen mayor validez en las primeras dos semanas de vida.
Cuando el problema no es detectado en los primeros meses de vida, se sospecha la alteración al notar que el niño en los siguientes meses, tiene: incapacidad para poder mantener su muslo en posición abierta, hay asimetría de los pliegues de la parte posterior o también, es posible que exista un acortamiento de la extremidad.
Durante el proceso de estudio de la alteración, es posible que se tengan que realizar algunos estudios de imagen, entre los cuales el ultrasonido representa la ventaja de poder visualizar el cartílago y hueso para identificar mejor la alteración. La radiografía de la cadera en posiciones especiales, permite también confirmar la enfermedad con el inconveniente de la radiación incorporada a su organismo.
Cuando un niño se le ha identificado con esta alteración, se deberá de recomendar a los familiares que lo cuidan, evitar tomarlo de sus pies, realizando tracción superior cuando se efectué el movimiento de higiene posterior a sus evacuaciones, ya que con esta maniobra la tracción desplaza el hueso de la cadera y no permite su mejoría.
La consecuencia de no ofrecer la atención adecuada a esta alteración, condicionará deficiencia en su desarrollo de desplazamiento desde la etapa de gateo y de forma más evidente, al iniciar la marcha en donde se notará la cojera de forma evidente.
Cuando un niño ha tenido el retraso del diagnóstico después de los primeros seis meses, su tratamiento de forma invariable requerirá corrección quirúrgica de la cadera, además de inmovilización de la cadera mediante aplicación de aparato de yeso durante el siguiente año, para tratar de establecer un desarrollo cartilaginoso y óseo que asegure la cabeza femoral en el interior de la articulación. Desafortunadamente es un periodo en el cual, los padres tendrán que andar cargando a su niño, mientras los demás ya desarrollan su marcha en forma normal.

Verifique que su niño desde el nacimiento hasta los primeros seis meses de vida, se le realicen las revisiones convenientes para descartar esta alteración y si el caso lo requiere, de preferencia deberá ser valorado por el especialista en ortopedia, para indicar el dispositivo especial que se deberá de emplear de acuerdo a sus especificaciones. Ya en continuidad a sus indicaciones, con respuesta adecuada por el niño, es posible que la curación se pueda obtener durante los primeros seis meses, sin la amenaza del procedimiento quirúrgico e inmovilización durante el siguiente año. Si la alteración se detecta al momento de iniciar su marcha, la intervención quirúrgica es inevitable. En caso de no efectuar la intervención quirúrgica, será un padecimiento que lo define para el resto de su vida…