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Gilles de la Tourette

Es una alteración neurológica que afecta el comportamiento del niño o del adolescente, desarrollando movimientos repetitivos (tics) y sonidos vocales incontrolables, e involuntarios que incluyen palabras y frases inapropiadas. 
Los tics se caracterizan por tener inicio, como una reacción normal ante un trauma psicológico o un daño físico, o como una conducta normal aunque infrecuente. El movimiento se integra con los movimientos y actividades normales, de un modo tan gradual que escapa al conocimiento personal y social. Luego y por razones no especificadas, el movimiento aumenta especialmente en frecuencia y se convierte en un fuerte hábito, que vuelve a escapar a la conciencia personal por su naturaleza automática. Pueden ocurrir en cualquier parte del cuerpo, tales como la cara, las manos o las piernas. Se pueden parar voluntariamente por períodos breves.
Existen otros tipos de tics que por su manifestación, se consideran como complejos para diferenciarlos de los anteriores aislados, conocidos como simples. En los complejos motores, es posible que se presenten en forma variada saltos, tocar a las personas, olfateos constantes, giros de cabeza, movimientos de auto agresión como jalones de cabello o golpes al propio cuerpo o mordidas. Los tics complejos vocales, incluyen: expresiones de vocabulario fuera del contexto habitual en una conversación, empleo de palabras groseras y/o obscenas en público, repetición de las palabras recién emitidas o imitación de acciones de las personas cercanas.
Los principales síntomas del síndrome de Gilles de la Tourette, son los tics motores y/o vocales, de predominio complejo presentes en algunos niños con aparición espontánea y de difícil control.
La variedad de tics que se pueden encontrar en el Síndrome de Gilles de la Tourette, es enorme. La complejidad de algunos síntomas a menudo confunde a los miembros de la familia, amigos, y maestros, quienes pueden encontrar difícil de creer que las acciones o las palabras emitidas sean involuntarias.
Se percibe que el decir malas palabras, a menudo suele ser el aspecto más penoso y dramático del Síndrome de Gilles de la Tourette, esto ha recibido el término médico de coprolalia (latín: labios de heces).
La prevalencia de esta enfermedad, se encuentra entre 5 y 30 por 10.000 niños. Ocurre tres veces más frecuentemente en hombres que en mujeres. El promedio de edad de aparición es de siete años, pero puede ocurrir a edades tan tempranas como los dos años. En general, los síntomas son más severos durante la primera década de enfermedad, y  mejoran luego gradualmente.
El nombre de la enfermedad, se relaciona con el neurólogo francés (Georges Gilles de la Tourette), que la describió por primera ocasión en 1875, a partir del comportamiento de una Marquesa. Se establece también que entre los personajes significativos de la humanidad, Mozart también tenía manifestaciones que lo incluyen como portador de esta alteración.
Se cree que se trata de una afección de origen genético; es decir, que se hereda en la mayoría de los casos, no se trata de una enfermedad contagiosa. Los expertos no conocen la causa exacta de este síndrome, aunque algunas investigaciones aluden a cambios en el cerebro y a problemas en cómo se comunican las neuronas entre sí. Un desequilibrio en los neurotransmisores (las sustancias químicas cerebrales encargadas de trasmitir las señales nerviosas entre neuronas), podría desempeñar un papel en este síndrome.
En forma asociada, se presentan los problemas de aprendizaje y los relacionados con el sueño, frustración, irritabilidad, angustia y depresión.
Pero si algo caracteriza por historia al síndrome de Gilles de la Tourette, es la coprolalia, o decir malas palabras, esto quizás sea lo más conocido, dramático y en algún aspecto: sensacional característica de este síndrome. Títulos llamativos como "Maldita Enfermedad" o "El Síndrome Malhablado" fueron usados. Con tristeza, muchas veces es el único aspecto del Síndrome de Gilles de la Tourette que normalmente se conoce y  es objeto de burla, pero no es un síntoma universal, ya que solo ocurre en un 8 al 30% de los casos, con frecuencia permanece solo en una fase de la vida de la persona. Lamentablemente es uno de los aspectos más angustiosos para los familiares, que se limitan de actividades sociales para no pasar eventos bochornosos.
El castigo de los padres, las burlas de los amigos y los regaños de los maestros no ayudan al niño a controlar los tics, en algunos casos esos niños buscaran el aislamiento para poner riendas sueltas a su sintomatología, y acabar con la angustia que le ocasiona tratar de reprimir sus tics, ya que en caso contrario, esta facilidad de regañar a esos niños por su peculiar conducta, implicaría herir su amor propio o su autoestima, en algunos casos es inevitable que ello suceda.
Muchas personas ante las manifestaciones motoras y lenguaje agresivo que expresa el niño, no logran entender que es una enfermedad especial; y en forma secundaria, establecen un distanciamiento del mismo, induciendo que los niños restantes realicen esta misma manifestación de rechazo; o de forma espontánea, ellos reaccionan mediante burlas a su comportamiento o actitudes agresivas físicas por su lenguaje.
Para considerar esta enfermedad en un niño, debe tener tics durante por lo menos un año. Aunque los tics pueden ocurrir diariamente o de forma intermitente a lo largo del año, para emitir un diagnóstico de síndrome de Gilles de la Tourette, la persona no puede tener ningún período de más de tres meses de duración sin tics. De preferencia, debe ser tratado por el neurólogo pediatra, que es posible que le pida que lleve un registro de la frecuencia y tipos de tics que presenta su hijo.
Así como esta enfermedad varía de un niño a otro, su tratamiento también presenta variaciones. La mayoría de los tics no interfieren con la vida del niño ni requieren medicación alguna. A pesar de que el síndrome de Gilles de la Tourette no tiene cura, a veces se requiere de algunos fármacos, para ayudar a controlar los tics que empiezan a interferir en el rendimiento escolar o en la vida cotidiana del niño.
Por la condición que este cuadro afecta a la autoestima del niño y su relación con los demás, se justifica la  evaluación y manejo por parte de los psicólogos, psicoterapeutas o incluso en ocasiones psiquiatras, a fin de permitirles poder afrontar las situaciones de angustia, que pueden incrementar sus manifestaciones y aprender también a adquirir técnicas de relajación.
El cuadro puede ser influido en su recuperación, mediante técnicas de participación grupal de quienes lo rodean mediante prácticas específicas, como involucrarlos en algunas actividades diferentes, como: las participaciones en deportes, aficiones, y entretenimientos. Señalar a los hijos a poder convivir con estos niños, puede condicionar el desarrollo de sentimientos de colaboración en ellos, y de tranquilidad para el paciente; y de igual forma, hacer que el paciente participe ayudando a los demás le desarrolla la confianza en sí mismo, haciendo reducir sus complejos por sentirse ahora diferente. Otra actividad puede involucrar el desarrollar su creatividad, mediante alternativas de dibujar, pintar, escribir, actuar, componer música, permite que se distraiga de momentos de tensión.
En general, son niños con necesidades especiales de atención, que no justifican ser escondidos a la sociedad y requieren de valoración multidisciplinaria, pero en especial, de poderle permitir desarrollar su autoestima, para evitar los periodos de ansiedad que en un círculo vicioso lo frustran, deprimen, y les molesta generando nuevos impulsos.