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Hipertensión intracraneal

Es el incremento de la presión habitual dentro del cerebro, debido a una variedad de causas, que condiciona en forma progresiva compromiso en el riego sanguíneo, con posibilidad de alcanzar la ausencia de circulación sanguínea y muerte secundaria.
El cerebro es un tejido delicado, que para su protección a daños externos se encuentra cubierto por los diferentes huesos, que en forma de caja constituyen al cráneo. En su interior, para evitar que algunas desaceleraciones corporales habituales lo hagan chocar contra la dura estructura ósea, se protege con un líquido circulante que debe tener una presión ligeramente mayor al del espacio exterior, para poder absorber los impactos leves. Esa presión apenas elevada, permite que exista el flujo de sangre -con sus nutrientes- hacia las células (neuronas); y también, facilita que fluya la sangre en retorno contrario, para eliminar sus desechos.
Así el interior del cráneo se encuentra conformado por tres diferentes elementos: el cerebro, la circulación sanguínea y el líquido cefalorraquídeo. Entre estos tres elementos, suelen condicionarse modificaciones cuando cualquiera de ellos se incrementa, a fin de mantener constante la presión intracraneal. La alteración de cada uno de estos elementos puede constituir una causa que produzca la hipertensión cerebral.
Entre las causas de origen cerebral, se encuentran: crecimientos debido a tumores, aumentos de volumen por problemas inflamatorios: traumatismos (golpes), infecciones (encefalitis, meningoencefalitis, absceso, rabia), enfermedades metabólicas (diabetes, hiponatremia, uremia)  radiaciones, intoxicaciones (alcaloides, fármacos), parásitos.
Como alteraciones de origen vascular, se pueden referir las obstrucciones causadas por embolias, acumulación de sangre como hemorragias y hematomas, deformidad vascular (aneurisma), hipertensión arterial, alteraciones gasométricas (disminución de oxígeno o elevación de bióxido de carbono) y algunos anestésicos con sus efectos secundarios.
El líquido cefalorraquídeo que se produce en el interior del cerebro y lo rodea, puede tener aumento de volumen a partir de una mayor producción (neoplasia del plexo coroideo), bloqueos en su circulación (hidrocefalias, quistes, malformaciones) o deficiencia de una válvula artificial colocada precisamente para controlar su circulación.
Otras causas especiales incluyen: deficiente expansión del cráneo (microcefalia), cierre prematuro del cráneo (craneosinostosis), tumores óseos del cráneo, laceraciones por cuerpos extraños (bala, aire), aplastamiento.
Cuando la presión dentro del cráneo se empieza a elevar por arriba de lo normal, se pueden notar como consecuencias, que la circulación sanguínea arterial disminuye hacia el cerebro, causando que las neuronas se limiten en su aporte de nutrientes (glucosa y oxígeno) por lo que su función (metabolismo) disminuye, lo cual se expresa con disminución de la reactividad y actividad habitual del paciente. A mayor deficiencia, la célula emplea otra alternativa para obtener energía; pero a cambio genera sustancias dañinas al cuerpo (ácidos), antes de llegar al daño que le condiciona primero aumento de volumen y en seguida, muerte neuronal irreversible. La circulación venosa con la hipertensión, tiene dificultad para poder sacar o extraer los desechos metabólicos, que funciona como intoxicación progresiva con daño adicional a las neuronas.
El tejido cerebral por la presión a la que se encuentra sometido, es “empujado” a salir por orificios naturales del cráneo, causando en estos lugares compresiones vasculares que impiden la circulación sanguínea, llegando a tener deterioro de sus tejidos en forma más rápida. La obstrucción al flujo de retorno incrementa el volumen y condiciona mayor presión y déficit en la circulación. El orificio mayor por donde intenta salir el tejido cerebral situado en la parte inferior del cráneo, comprime el flujo sanguíneo que mantiene en función al corazón y los pulmones,  su obstrucción define la muerte. 
Este cuadro que compromete la circulación cerebral, tiene su pronóstico de acuerdo a la forma como se establece. Si es agudo y/o traumático el riesgo de muerte es mayor.
Como contraste a esta consideración, los niños de menor edad tienen posibilidad de resistir mejor la hipertensión intracraneana, al no tener cerrados en forma total sus huesos del cráneo, pero a cambio de esta característica, en ellos puede ser más difícil llegar a detectar las manifestaciones relacionadas a la hipertensión intracraneal.
Para sospechar el desarrollo de este cuadro, deberán documentarse datos que de ser posible identifiquen -o por lo menos orienten-, hacia la causa que lo genera. Otros datos presentes, están  relacionados con las manifestaciones de la hipertensión intracraneana. Los datos en el inicio –de la hipertensión- incluyen: dolor de cabeza y vómitos. Estos dolores de cabeza, se podrán manifestar en los niños pequeños –que no pueden comunicarse bien-, mediante irritabilidad expresada con llantos frecuentes de intensidad variable, acompañada de movimientos corporales variados. Cuando ya identifican la zona afectada, la presionan o la señalan de forma recurrente. Deberá descartarse que no se acompañe de fiebre (temperatura mayor de 38 grados). Los vómitos en especial, no se relacionan con la alimentación y en especial, no manifiestan ganas previas de vomitar. La cantidad y la fuerza con que se proyectan, pueden tener variantes.
En su evolución siguiente -de acuerdo al factor que la genere, podrá depender el tiempo de manifestarlo-, se podrá notar disminución en el nivel de conciencia, que es secundario a la disminución del flujo sanguíneo cerebral, y compromiso del sistema que mantiene en estado de alerta al paciente. Se notará tendencia a mantenerse con sueño constante, y cada vez con menor oportunidad de responder a la estimulación corporal. En la medida de su compromiso reactivo, se establecerá su pronóstico. Incluye en su progreso: lentitud intelectual y de ejecución, desorientación en tiempo y espacio, estupor sin mostrar respuesta a la estimulación externa, teniendo en ocasiones: lenguaje y movimientos no relacionados al ambiente; y finalmente el estado de coma, en donde la conciencia está perdida y solo se obtienen algunas respuestas corporales al dolor.
Como manifestación de la compresión cerebral muy importante, posteriormente se harán presentes: alteraciones corporales con posturas anómalas, que incluyen en ocasiones, déficit de actividad en una mitad corporal. En las más graves: rigidez corporal, brazos flexionados con empuñamiento, piernas extendidas; o bien otra variante, con brazos extendidos con rotación interna, extensión del cuello.
En los niños que aún no han terminado el cierre completo de sus huesos del cráneo (menores de dos años), las manifestaciones iniciales de dolor de cabeza y vómito, puede ser que no se manifiesten, pero se podrá sospechar con los cambios que existan en la medición periódica de su perímetro craneal, que de preferencia se deben revisar cada mes en el primer año y cada dos meses durante el segundo, para anticipar su evolución.
La revisión del médico incluye en su exploración, comprobar cambios en su cuerpo que hacen evidente este trastorno. Para definir la causa y comprobar la extensión del daño, es necesario realizar estudios de imagen, como: ultrasonido, tomografía, resonancia magnética; además de estudios de laboratorio para descartar infecciones o enfermedades especiales que la originen. En la mayoría de las ocasiones, no se deberá realizar extracción de líquido cefalorraquídeo, ya que su salida súbita causa descompensación.
Para el tratamiento, es necesaria la atención de preferencia en una unidad de cuidados intensivos, para supervisar de forma continua y bastante objetiva, los efectos a los medicamentos administrados con evaluaciones del neurólogo y del intensivista en forma conjunta. La neurocirugía, se reserva para retirar tejido o acumulo líquido que produzca el cuadro, colocar una válvula para derivar líquido o dispositivo para medir la presión.

Habrá que considerar a todo niño que sufra de irritabilidad, dolor de cabeza, vómito y alteración de su actividad con esta posibilidad. No hacerlo, puede afectar su pronóstico.