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Rotavirus

El rotavirus es la causa más común de diarrea en niños pequeños. Como su nombre lo sugiere, se trata de un virus que es una partícula muy pequeña, al grado que no es posible verlo con los microscopios habituales.
Está formado por un acido nucleico que lleva información genética básica, para crear las diferentes partes que lo constituyen; y para realizarlo, es necesario que invadan a las células para poder multiplicarse en su interior, y liberarse destruyendo a la célula que le dio origen.
La forma de adquirirla es a través del contacto con material contaminado por esos virus, que son ingeridos por el niño a través de su boquita, con la mecánica previa frecuente de tomar cosas contaminadas con el suelo y chuparlos de forma directa o bien hacer el chupeteo con sus dedos.
A su vez, el tejido intestinal al percatarse de la presencia de los gérmenes en su interior, desarrolla la respuesta inflamatoria para empezar a defenderse de esta multiplicación y entre esas acciones involucra la disminución de la función que tenía.
La fiebre como manifestación acompañante, ayuda a destruir los gérmenes invasores y auxilia a la función adecuada de las células de defensa.
Muchas células al percatarse que los virus pretenden multiplicarse en su interior, se programan para “suicidarse” y evitar con ello la multiplicación de los virus, y otras a su vez, por la invasión que tienen terminan destruidas.
En el niño, podemos observar en forma notoria que empieza a manifestar decaimiento en su estado general, disminuyendo la actividad física y tomando actitud de reposo, con el propósito de evitar desgaste de energía en otros sistemas que no sean el digestivo, para su recuperación.
Por la invasión de los virus, al sistema digestivo, uno de las primeras manifestaciones que aparecen en forma temprana en el niño, son los vómitos, que los realiza de forma notoria en intensidad, frecuencia y cantidad, ante cualquier tipo de alimento que pretenda ingerir.
Posteriormente la fiebre, forma parte de otro componente de la inflamación, con el relativo inconveniente de hacer perder agua a través de la evaporación del calor que genera, en toda la extensión de la piel.
Finalmente el daño a nivel del intestino favorece la existencia de evacuaciones disminuidas de consistencia con alto contenido líquido y cantidades importantes que se eliminan de forma frecuente.
Los tres datos previos, generan en conjunto una pérdida rápida del agua contenida en el cuerpo, por lo que el niño entra en riesgo de deshidratarse de forma rápida, y si las condiciones lo permiten, deja de fluir la sangre como líquido significativo en la circulación, haciendo que órganos importantes como cerebro, corazón y riñón dejen de funcionar y trae como consecuencia la muerte del niño.
Es una enfermedad que existe en todo el mundo, y de forma especial que afecta en su primera presencia en el organismo a los niños entre edades de seis meses a dos años. Cuando el cuadro se presente como primera invasión, no existen anticuerpos (defensas selectivas) que nos defiendan y el cuadro es de mayor intensidad. En los siguientes años los mecanismos de defensa son mejor desarrollados y las manifestaciones al igual que la duración serán más breves.
No hay mucha dificultad en la forma de reconocer la enfermedad por los signos que manifiestan; pero si hay duda, se podrá recurrir como estudio de laboratorio a realizar la búsqueda de estas partículas mediante un reactivo que las detecta cuando se analizan las evacuaciones del paciente en sospecha, y se reporta como positivo.
El tratamiento de la enfermedad, se basa en medidas de apoyo para evitar la principal complicación que es la deshidratación.
La deshidratación se reconoce en el paciente por la existencia de lengua y labios secos, falta de brillo en sus ojos, disminución de flujo urinario o ausencia de orina por lo menos de seis horas, músculos flojos, piel como si fuera en consistencia de trapo húmedo, mollera caída, sensación de sed y alteraciones del estado de conciencia con tendencia al decaimiento, somnolencia, sueño e inconsciencia.
De acuerdo a las circunstancias, si el niño no está deshidratado, se podrá dejar de dos a tres horas en reposo para iniciar el aporte de líquidos o bien si hay grados variables de deshidratación, se podrá empezar a administrar el suero oral para corregir y evitar. Si la deshidratación está muy avanzada o no puede retener nada por los vómitos persistentes, se tendrá que colocar un suero por su venita.
Para cada tipo de deshidratación le corresponderá una cantidad diferente, que será señalada por su médico, y de preferencia habrá de ofrecerse en volúmenes muy pequeños para evitar de nueva cuenta, estimular al sistema digestivo inflamado y que manifieste el vómito de forma inmediata. Esta parte es la más importante del tratamiento, ya que muchos familiares le ofrecen al niño el suero oral de acuerdo a la sensación de sed que  exprese el niño, y lo dejan tomar volúmenes mayores del suero, que por la distensión que causa en la bolsa del estómago, es el estimulo suficiente para generar el vómito de forma inmediata y si se comete de nueva cuenta el mismo error se presentará con la misma frecuencia, causando desesperación al no retener nada.
En cambio, con los volúmenes pequeños se da alternativa que se absorba en el trayecto del sistema digestivo al estomago, y aun cuando lleguen a ese espacio, las cantidades pequeñas constantes, se absorben de forma rápida, permitiendo de esa manera la recuperación gradual del estado de hidratación.
El mismo sistema digestivo elimina los virus por los primeros vómitos y diarrea. De esta manera, podremos considerar que la administración de algún medicamento administrado con la intención de evitar los vómitos, lo único que es capaz de generar posiblemente es disminuir los movimientos intestinales y con esto, da opción a la persistencia del agente dañino en el tubo digestivo; o peor datos de intoxicación por el medicamento en un paciente deshidratado. El mismo efecto causan los medicamentos contra la diarrea, y por esa razón estos medicamentos deben evitarse.
La fiebre deberá de controlarse para evitar más deshidratación, pero no deberá de ser inhibida la respuesta inflamatoria con otro tipo de medicamentos, para no interferir en la “maduración” de la reacción inflamatoria del niño. La temperatura que ya no pueda controlar el antitérmico “suave” (paracetamol) lo podrá controlar el baño con agua tibia por periodo variable hasta que la temperatura corporal disminuya a menos de 37 grados.
Se dispone en el esquema de vacunación de la correspondiente para evitar esta enfermedad, que se aplica directamente en la boquita al niño, y sirve para generar anticuerpos (defensas especificas) que evitaran el cuadro de riesgo en el niño que la pueda llegar a padecer en su primer año y mejor en los años siguientes.

Ante un cuadro con vómitos y diarrea no se confíe en remediar la situación con medidas caseras. Se recomienda buscar la atención médica en forma oportuna.