En forma general,
se le denomina sueño al reposo que se realiza posterior a la actividad diaria;
que en forma natural, corresponde realizarlo en el transcurso de las noches.
En forma más específica,
el sueño se relaciona con momentos durante el acto de dormir, en donde se
recrean experiencias pasadas con hechos fantasiosos de imaginación personal.
Corresponde a una etapa del sueño (general) relacionada con movimientos
oculares rápidos (MOR)
Por la
complejidad en la evolución cerebral de los seres vivos, es el ser humano quien
tiene un periodo de recuperación
orgánico (dormir) más elaborado, que influye sobre la estimulación en los
primeros años de desarrollo y mantenimiento orgánico para las etapas
posteriores. Justificando así, que en los primeros días el tiempo que duerme un
bebé (16-18 horas), sea considerablemente mayor que el de un adulto normal
(8 horas).
El sueño en
cuanto al acto de dormir, es un estado de
reposo uniforme que se identifica por los bajos niveles de actividad
espontanea (respiración, actividad cardíaca) y por una respuesta menor ante los
estímulos externos. Durante su transcurso se producen modificaciones
metabólicas, hormonales y bioquímicas para reestablecer un equilibrio físico y
emocional.
En el transcurso
del sueño, se pasan por diferentes etapas. De forma simple se pueden establecer
dos periodos particulares: Fases sin movimientos oculares rápidos (No MOR o no
REM –en inglés-) y la fase de movimientos oculares rápidos (MOR o REM). Durante
el transcurso de un sueño normal, primero se presentan las fases No MOR, que se
constituyen por cuatro etapas: 1. Somnolencia, con pérdida gradual de la
conciencia, donde se puede despertar con facilidad. Etapa 2 de sueño ligero,
que incluye una pérdida leve de la conciencia a una fase de inconsciencia,
donde aún puede despertar con facilidad. En la etapa 3 (transición a sueño
profundo) se inicia la condición de dormir, resultando ya difícil despertar. La
etapa 4, establece la condición profundamente dormida, que resulta difícil de
despertar. Al despertar en esta etapa, la persona se mostrará aturdida y
asustada.
En el transcurso
del sueño, se permanece por tiempos variables en cada etapa. Al llegar a la
etapa cuatro, la secuencia inicia la reversión hasta llegar a la etapa 1 en que
parece va a despertar, pero en ese momento se genera la etapa MOR, donde la
actividad cardíaca y respiratoria incrementan, como si estuviera despierto y se
inician los movimientos oculares relacionando con la ensoñación. Luego de estar
en esta etapa por un tiempo particular, se reinicia el proceso No MOR avanzando
en las fases (1-2-3-4), para volver a repetirse en varias ocasiones durante el
transcurso de la noche, de acuerdo a la duración total de sueño.
En general, se
establece que en las primeras horas de la noche, la persona pasa más tiempo en
la etapa 4 y en las horas de la madrugada más tiempo en MOR. La etapa 4 es
importante porque es la que mejor propicia el descanso físico.
El sueño de
forma general, desempeña un papel funcional significativo, que permite:
conservar y reestablecer la energía, eliminar radicales químicos nocivos que se
acumulan durante el transcurso del día, regular y reestablecer la actividad
eléctrica de la corteza cerebral, controlar la temperatura corporal, regular y
equilibrar las funciones metabólicas y liberaciones hormonales, mantener el
equilibrio funcional de las conexiones nerviosas, activación y regularización
del sistema inmunológico y consolidar la memoria, además de equilibrar las
sustancias transmisoras en diferentes regiones cerebrales.
El mecanismo que
activa y controla el sueño, a su vez tiene componentes particulares que lo
regulan, como: un sistema que controla la duración, cantidad y profundidad del
sueño, un sistema de alternancia cíclica entre los periodos de MOR y No MOR; y
un sistema responsable de la alternancia cíclica entre el periodo de vigilia
con el sueño. Estos mecanismos pueden ser señalados como sincronizadores, que
por interactuar con el ambiente se identifican como externos e internos. Los
internos son dependientes de la integridad y funcionalidad adecuada orgánica, e
incluyen en forma básica: la temperatura corporal, que deberá de bajar antes de
iniciar el sueño y aumentar en forma progresiva al despertar, hasta con
diferencia entre ambas condiciones de 1 grado centígrado (puede costar trabajo
dormir en temporada de verano). Melatonina, que depende de la estimulación
luminosa que recibe la capa sensible del ojo (retina). Por último una hormona
(cortisol) que por su mecanismo de acción, favorece a la inducción del sueño.
Los sincronizadores externos, son más dependientes del ambiente externo por lo
que se pueden modificar o influir de forma más evidente: iluminación, acústica,
comodidad de habitación, rutina previa para dormir y desarrollo del hábito de
dormir en forma adecuada. Comprendiendo que la iluminación y sonidos por muy
débiles o rítmicos que sean podrán influir a no inducir el sueño de forma
adecuada.
Todas estas
estructuras anatómicas y sus funciones, tienen características especiales
durante los primeros años de la vida, que por funciones asociadas, permiten una
estimulación adecuada al desarrollo cerebral, a la par del desarrollo de
habilidades neuromotoras, emocionales y de inteligencias, para definir al
individuo en su maduración final.
Durante las
fases de sueño No MOR como principales funciones orgánicas, se tiene: síntesis
de hormona de crecimiento, regeneración y restauración de órganos, estimulación
a la replicación de ácido nucleico (RNA), conservación de la energía, aumento
de la síntesis proteica con absorción de aminoácidos en los tejidos,
estimulación del sistema inmunitario. En el niño esto se manifiesta favoreciendo
el crecimiento y desarrollo de tejidos, con adquisición de habilidades variadas
orgánicas.
Durante la fase
de sueño MOR, destacan entre sus funciones: maduración y restauración cerebral,
reprogramación de la información cerebral, regeneración de los procesos
mentales con estimulación a la fijación de la atención, habilidades del
conocimiento finas y las relacionadas con la vida social, aprendizaje y
almacenamiento de la memoria a largo plazo, eliminación de conceptos no útiles
eliminando conexiones nerviosas inadecuadas como mecanismo de limpieza. Durante
esta fase, se favorece al desarrollo de memoria, de habilidades corporales y de
conceptos abstractos, materiales y lenguaje.
En el recién
nacido, el ritmo cíclico no está completamente establecido y el sueño está
generalmente coordinado por la alimentación. El sueño inicia con la etapa MOR.
Durante las primeras semanas de vida tiene una periodicidad de 3-4 horas que
luego se va disminuyendo conforme se establece el ritmo cíclico que tiene
variaciones individuales. A los dos meses, la fase de despertar nocturno
desaparece lo cual le permite la consolidación del sueño. El niño responde más
a estimulación del medio ambiente como el ciclo de luz-oscuridad, con una gran
importancia la interacción de madre-hijo. A los tres meses, los niños ya pueden
dormir toda la noche. A los seis meses los periodos No MOR son similares a los
del adulto, y en fase MOR es normal la existencia de parálisis muscular. A los
nueve meses ya duermen toda la noche, dejándose influir por los controladores
externos.
Las
consecuencias de un hábito inadecuado para dormir, pueden manifestar: cambios
de humor, dificultades en la concentración, desorientación, errores y omisiones
en la vida diaria, hiperactividad, pérdida de la atención, disminución de
aprendizaje, dificultad de memoria, menor rendimiento académico. En el sistema
corporal: menor umbral para las convulsiones, alteración de liberación
hormonal, talla baja, predisposición al sobrepeso y obesidad, predisposición a
infecciones… vale la pena formar un buen hábito de sueño.