Todos los niños
mientras realizan actividades recreativas o domésticas, están propensos a
sufrir raspones o heridas leves, que al romper la piel, constituyen sitios
potenciales por donde puede entrar algunos microbios, a causar infecciones
variadas en intensidad o en complicaciones. El manejo adecuado de estas
lesiones, resulta importante para prevenir el desarrollo de las infecciones
secundarias.
Los tipos de
heridas son variadas, y en general, relacionadas con la forma como se producen.
Pueden ser causadas por impacto con objetos contusos y tendrán formas irregulares,
con una zona –habitualmente central- de mayor impacto o destrucción de tejido,
y lesiones periféricas de cortes definidos. Las que son producidas por contacto
con objeto romo o filoso, mostrarán habitualmente una trayectoria recta, con
profundidad variada. Las que se causan por deslizamiento corporal sobre
superficies ásperas tienen el aspecto clásico de raspones. Por objetos puntiagudos,
mostrarán lesión superficial con orificio pequeño y trayectoria interna
variable en profundidad. Las producidas por arma de fuego, con una zona de entrada
de aspecto redondeado, y destrucción variable interna por trayectoria del
proyectil; en ocasiones, con destrucción importante de tejidos por presencia de
zona expansiva, y/o extensa superficial punteada por perdigones dispersos.
La evolución de
una herida para su restablecimiento total normal previo, pasa por tres fases
biológicas: la inflamatoria que dura hasta dos días, involucra la respuesta de
las células de la sangre y vasos lesionados, para evitar sangrado y formar
tejidos que sellen la superficie expuesta. En esta fase no hay fuerza de
tensión adecuada para cerrar la herida y en heridas grandes justifica aplicar
sutura. La fase de proliferación (del tercero a décimo día), donde aparecen
células encargadas de formar tejido de reparación, para volver a canalizar los
vasos sanguíneos rotos y formar nuevos, dando el aspecto de aumento ligero de
volumen en la herida; y finalmente, la fase de maduración que va desde el
quinceavo día hasta la cicatrización completa (6 meses a un año), formando la
superficie de piel en características normales, disminuyendo el volumen inicial
de la cicatriz y desapareciendo el color cicatrizal.
Inmediatamente después
de producirse la herida, el niño puede experimentar angustia por la sensación
de ardor y/o dolor que causan, además del sangrado asociado, junto con el
aspecto de la separación del tejido inferior ahora expuesto.
Para su
tratamiento de forma más apropiada en condiciones ambientales domésticas,
conviene en todo momento: realizar una valoración inmediata de la herida para
establecer su manejo urgente y adecuado. No mostrar miedo al niño, para
proporcionarle tranquilidad (recordar que él actúa en la medida de lo que
observa). Tratar de evitar el empleo material sucio que tenga contacto con la
herida y realizar limpieza inmediata. Controlar el sangrado existente mediante
presión sobre la herida por lo menos durante tres minutos. Realizar la limpieza
en forma eficiente de preferencia mediante el empleo de agua y jabón. Si el
caso lo requiere, efectuar traslado a valoración médica cubriendo la herida con
material limpio o de preferencia estéril, a la brevedad posible.
Las heridas que
requieren de valoración inmediata por un servicio de urgencias médicas, suelen
presentar alguna(s) de estas características: sangran de forma importante, a
pesar de la presión ejercida durante los primeros tres minutos de su
aplicación. Permiten distinguir gran cantidad de tejidos de los planos
inferiores. Tienen bordes muy irregulares, o bordes que no pueden juntarse.
Extensiones mayores de 2 cm en lactantes o de 3 cm en escolares. Formación de
colgajos de piel. Heridas que penetran en cavidades naturales. Las que tienen
un cuerpo extraño en su interior. Las causadas por la mordedura de animales o
personas. Aquellas que den la apariencia de haber dañado tendones y nervios,
por originar deficiencia en el movimiento o sensibilidad en la zona cercana a
la herida. Las que afectan articulaciones, manos, pies, genitales y ojos. Las
que se sospeche de daño interno secundario como proyectiles de fuego o causadas
por objetos punzantes. Las que hayan destruido o desprendido alguna parte de la
piel. Las que no se pueden limpiar en forma fácil.
Se sugiere en la
atención inicial de todas las heridas en niños, algunas condiciones generales,
luego de realizar la evaluación primaria de la herida. De preferencia, ante la
zona expuesta y presencia de sangrado, se deberá de evitar el contacto directo
con manos sucias, por lo que es aceptable realizar lavado de manos para atender
la herida y en especial colocarse guantes desechables, para evitar sembrar
microorganismos e incluso, el contagio de algunas enfermedades que se pueden
transmitir por la sangre, en personas infectadas como inmunodeficiencia o
hepatitis. Mediante una compresa estéril o trapo limpio, detener la hemorragia
presionando directamente sobre la herida por un tiempo mínimo de tres minutos;
si puede, eleve la parte del cuerpo donde el niño esté sangrando a un nivel más
alto que su corazón. Si la sangre empapa la compresa, no se deberá de retirar,
solo se aplicará otra compresa encima de la anterior para seguir haciendo
compresión. Ya controlado el sangrado, se deberá limpiar la herida de
preferencia con agua corriente a chorro, para favorecer el arrastre de cuerpos
extraños (tierra o tejidos) superficiales. Secar la piel periférica a la herida
y cubrir la herida con material limpio o estéril para su revisión médica, de
preferencia en las primeras ocho horas de su evolución.
En caso de las
heridas pequeñas o lesiones leves, posterior al aseo con agua corriente se
realizará aseo con agua y jabón, secar alrededor y dejar cubierta mediante gasa
estéril en virtud que una vez que disminuya la molestia por la herida, el niño
volverá a sus actividades habituales con riesgo de contaminarse la herida Revisar
de forma diaria y frecuente, y al notar humedad o aspecto sucio, deberá
realizar aseo con agua y jabón, y colocación de material seco para protegerlo.
Cuando la herida empiece a cicatrizar formando una costra, no es necesario
seguir cubriendo la herida con una venda. Si aparecen datos de enrojecimiento,
dolor o hinchazón en cualquier momento de su evolución, deberá de acudir a
valoración médica.
En caso que la
herida hubiera ameritado la aplicación de alguna sutura, el retiro del material
se efectuará de acuerdo a la valoración del médico que la haya colocado; y en
forma general, se establece que las suturas en piel de cara se retiran al
quinto día, las de zonas sin mucho movimiento al séptimo día, las que se
encuentran en áreas de movimiento no antes de diez días y las que se encuentran
en regiones articulares no antes de dos semanas. Se debe considerar la posibilidad
que todo punto de sutura que permanezca por más de siete días es posible que
deje una marca en la piel, pero en zonas de movimiento frecuente, justifican
asegurar el cierre de los tejidos.
En ocasiones, cuando
entre los familiares se cuenta con antecedentes que las cicatrices se vuelvan
abultadas (queloide, -por formar tejido fibroso mas allá de la herida-), y ante
la posibilidad de desarrollarla el niño, se admite aplicar compresión moderada
sobre la herida a fin de limitar su formación. Conviene también durante la fase
de cicatrización evitar la exposición prolongada al sol, por generarse
coloración obscura y para disminuirla, se puede aplicar protector o bloqueador
solar con factor mayor de 15.
Para evitar el
desarrollo de tétanos, se deberá de comprobar el esquema de vacunación del niño
y en caso necesario realizar protección pasiva. El empleo de cremas y
antibióticos deben ser prescritos por valoración médica de acuerdo al tipo de
heridas.
En la
prevención, se debe evitar que el niño pequeño pueda sufrir caídas o que tenga
objetos cortantes cercanos.
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