Es una
enfermedad que afecta a los niños y adolescentes en su comportamiento habitual
y rendimiento escolar, expresado como una exageración de actividades en
ambientes diferentes, sin concluirlas y con deficiencia en su capacidad de
concentración además de trastornos adicionales de comportamiento.
La enfermedad ha
cambiado de nombres en diferentes tiempos, y en forma inicial fue conocida como
disfunción cerebral mínima, posteriormente síndrome hipercinético, síndrome del niño hiperactivo, reacción
hipercinética de la infancia, y finalmente: trastorno por déficit de atención e
hiperactividad, que tiene aun tres tipos especiales: combinado, inatento e
hiperactivo-impulsivo, según los síntomas predominantes que presente el niño.
La frecuencia
con la que se presenta esta enfermedad en la población infantil y adolescente
no es muy exacto, al momento de no poder identificar de forma apropiado a los
sujetos que la padecen, pero las cifras aproximadas establecen que puede estar
presente en un 8% de la población de los seis a los nueve años de edad, más
frecuente para el hombre en relación con las mujeres.
Los niños se
identifican en su comportamiento por tener deficiencia de atención, al no
cumplir con la secuencia esperada de actividades o de instrucciones ofrecidas
(escolares ó de sus propios juegos infantiles), asociado con actividades
desarrolladas de forma espontanea, con impulsos que a ellos se les generan,
interrumpiendo las acciones mediante el lenguaje o actividades físicas
corporales, (inician el juego o la instrucción escolar, pero de súbito cambian
de actividad o hablan de otros temas sin llegar a concluir lo inicial, y al
intentar seguir su impulso, de nueva cuenta crean otra actividad o tienen otro
impulso –hacen muchas cosas sin concluir alguna en particular-), con
expresiones anticipadas o súbitas, sin relación con la actividad previa,
creando en consecuencia problemas de comportamiento, relación familiar y del
rendimiento escolar. Asocian modificaciones de conducta, en ocasiones con
actitud negativista desafiante o trastornos de oposición (llevan siempre la
contraria sin razón evidente, y no cambian de actitud a pesar de castigos
verbales o físicos).
Con esta
actitud, se comprende que el niño se vuelve difícil en su educación a nivel
familiar, escolar y social, generando en forma natural frustración en los
padres, desesperación, agresión o abandono.
La causa
específica de la enfermedad aún es desconocida, pero se identifica que no está
relacionada con problemas ambientales, familiares o sociales, ni por alergias o
procesos infecciosos particulares.
Tiene un fondo
de origen genético importante, al haber antecedentes de la alteración en algún
familiar cercano al paciente. En aquellas familias donde un niño tiene esa
enfermedad, el riesgo para sus hermanos sube del 5% de la población general,
hasta un 30 a 40%, al igual si uno de los padres es el que está afectado por la
enfermedad.
Se le relaciona
con alteraciones en la función de algunas sustancias (neurotransmisores), que
llevan la información entre las células de la parte frontal del cerebro.
Estos
neurotransmisores (dopamina y noradrenalina), no procesan de forma correcta en
la función ejecutiva del sistema frontal. De manera normal, este sistema
permite poder empezar una acción y continuar haciéndola a pesar de las
distracciones del ambiente, o ideas en el pensamiento. Permite enfocar la
atención en algo concreto, inhibiendo las distracciones, permite realizar dos
cosas a la vez sin perder la atención en cada una de ellas y controla la impulsividad,
permitiendo pensar mentalmente una acción, antes de hacerla y decidir con
anticipación si nos interesa realizarla. Los niños con la enfermedad, tienen
dificultades en mantener la atención y no terminan las cosas, distrayéndose
frecuentemente.
En la actualidad,
se describen tres variantes de acuerdo a lo que manifiesten los niños: el
combinado, el inatento y el predominantemente hiperactivo-impulsivo. La forma
combinada es la más frecuente y sigue el tipo inatento.
Se podrá
considerar que un niño puede tener esta enfermedad, al identificarse varias de
las siguientes características:
Actividad
excesiva, que en general es incómoda y molesta, no permite mantener al niño
sentado en su lugar, no tiene un objetivo específico, causa distracción a los
otros niños, interrumpe a los profesores, es ruidoso y habla mucho.
Mantiene poca
atención. Se distrae fácilmente con estímulos irrelevantes, se aburre
rápidamente, no es capaz de seguir una secuencia de instrucciones y las
desordena o confunde, y le condiciona un trabajo escolar pobre y un mal
rendimiento.
Dificultad para
inhibir sus impulsos. No tiene la capacidad de poder retrasar una respuesta
particular hasta la señal o límite establecido por sus compañeros, padres o
maestros. Es el síntomas más duradero y persiste hasta la edad adulta, y lo
vemos cuando alguien no tiene la capacidad de esperar su turno, pasarse los
altos, interrumpir a otros, responder sin pensar; y por tanto, son propensos a
accidentes, heridas, etc.
Dificultad en
establecer relaciones sociales. Por su pobre tolerancia a la frustración, con
la desilusión a la expectativa del amigo o familiar, o como respuesta de algunos
juegos donde no les gusta perder con amigos o familiares, se hacen generalmente
impopulares e incluye deficiencia en la relación con sus profesores y
familiares (nadie quiere hacerse responsable de sus actos), suelen generar
problemas y es difícil para ellos tener una respuesta emocional adecuada a la
situación, y reaccionan ante ella con llantos frecuentes o bien con berrinches
o conductas agresivas.
Rendimiento
escolar bajo. Por tener una mala organización mental, tienen problemas de
aprendizaje. Pueden tener altos grados de desarrollo de funciones cerebrales
pero sin organización adecuada, sus funciones no son productivas, asocian
también deficiencia en las actividades de destrezas manual.
Baja autoestima.
Condicionada por su impopularidad y deficiencia a poder mantener amigos, y a
estar siempre en problemas con diferentes personas de la sociedad, tienen
sensación crónica de fallar en todo y no poder hacer nada bien a pesar de
intentarlo.
Deficiencias
asociadas. Además pueden tener problemas de lenguaje, de conducta, aprendizaje,
ansiedad o depresión; y con ello, puede exagerarse la alteración de
comportamiento, respuestas anormales y/o su autoestima.
Estos datos
identificados en algún niño, deben obligar a la mayor brevedad de buscar ayuda
profesional, por medio de especialistas que actúan en forma de equipo como son:
médico familiar, neurólogo pediatra, psicólogo, terapeuta familiar, pediatra,
psiquiatra infantil, especialistas en lenguaje, profesores, etc., a fin de
corregir la enfermedad mediante terapéuticas variadas y adecuada a cada
condición especial, en forma oportuna, ya que de progresar a etapas de
adolescentes es un factor de riesgo para suicidios, y en etapa de adulto para
alteraciones de comportamiento familiar y social.
Su atención
adecuada proporciona al niño, la oportunidad de tener un desarrollo social
adecuado con aprovechamiento escolar aceptable. Ignorar su tratamiento lo
llevará a un fracaso académico y social.
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